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Texto y foto: Pablo A. Cicero(n) Alonzo
La Jornada Maya

Miércoles 1 de febrero, 2017


Todo está escrito. Desde hace mucho ya. No hay nada nuevo bajo el sol. Incluso los tiranos se reciclan. No me sorprende Donald Trump, sino la incapacidad del ser humano —ellos, tú y yo…— de aprender de sus errores. Sísifos sifilíticos, ciegos ya, que lo niegan todo, comenzando con la verdad. Ríos de tinta han corrido contra los enemigos de la humanidad, y aún así tropezamos de nuevo con la misma piedra. Una y otra vez. Una y otra vez. Intoxicado de Trump, con ganas de martirizarme con la sinceridad de Irving Berlín —ya sabes: me da hueva Trump…— prefiero desempolvar a los clásicos y hacer ligeros, ligerísimos ajustes. Borrar, por ejemplo, Catalina, y escribir en su lugar Trump. Y así de fácil tenemos un escrito del año 63 antes de Cristo de furiosa actualidad.

[i]¿Hasta cuando, Trump, has de abusar de nuestra paciencia? ¿Cuándo nos veremos libres de tus sediciosos intentos? ¿A qué extremos se arrojará tu desenfrenada audacia? ¿No te arredran ni la guardia nocturna, ni la vigilancia diurna en la ciudad, ni la alarma del pueblo, ni el acuerdo de todos los hombres honrados? ¿No comprendes que tus designios están descubiertos? ¿No ves que tu conjura fracasa por conocerla ya todos? ¿Imaginas que alguno de nosotros ignora lo que has hecho anoche y antes de anoche; dónde estuviste, a quiénes convocaste y qué resolviste? ¡Oh, qué tiempos! ¡Qué costumbres! Hace tiempo, Trump, que debiste ser llevado al suplicio para sufrir la misma suerte que contra todos nosotros, también desde hace tiempo, maquinas. Hubo, sí, hubo en otros tiempos la virtud de que los hombres esforzados impusieran mayor castigo a los ciudadanos perniciosos que a los más acerbos enemigos.[/i]

[i]Recibirás tu castigo, Trump, cuando no se pueda encontrar ninguno tan malo, tan perverso, tan semejante a ti, que no confiese la justicia de tu castigo. Mientras quede alguien que se atreva a defenderte, vivirás; pero vivirás como ahora vives, rodeado de muchos y seguros vigilantes para que no puedas moverte, y sin que lo adviertas habrá, como hasta ahora, muchos ojos que miren cuanto hagas y muchos oídos que escuchen cuanto digas. ¿A qué esperar más, Trump, si las tinieblas de la noche no ocultan las nefandas juntas ni las paredes de una casa particular contienen los clamores de la conspiración? ¿Si todo se sabe, si se publica todo? Cambia de propósitos, créeme; no pienses en muertes y en incendios. Atrapado como estás por todos lados, tus designios son para nosotros claros como la luz del día, y te lo voy a demostrar. Nada haces, nada intentas, nada piensas, que yo no oiga, vea o sepa con certeza.[/i]

[i]Acaba, Trump, lo que empezaste, sal por fin. Llévate contigo a todos los tuyos; por lo menos al mayor número. Limpia de ellos el mundo. Me librarás de gran miedo cuando entre tú y yo estén las murallas. Ya no puedes permanecer por más tiempo entre nosotros; no lo toleraré, no lo permitiré, no lo sufriré. No se consentirá más que por un solo hombre peligre el mundo. Porque, Trump, ¿qué atractivo puede tener ya para ti el mundo, donde, fuera de la turba de perdidos, conjurados contigo, no queda nadie que no te tema, nadie que no te aborrezca? ¿Hay alguna clase de torpeza que no manche tu vida doméstica? ¿Hay algún género de infamia que no mancille tus negocios privados? ¿Qué impureza no contemplaron tus ojos, qué maldad no ejecutaron tus manos? ¿Qué deshonor no envolvió todo tu cuerpo? ¿A qué jovenzuelo de los seducidos por tus halagos no facilitaste para la crueldad la espada, para la lujuria la antorcha? ¿Qué más? Tampoco hablaré de la ruina de tu fortuna, de que estás amenazando para los próximos idus. Prescindo de la ignominia privada de tus vicios, de tus dificultades y vergüenzas domésticas, para concretarme a lo que atañe al mundo, a la vida y conservación de todos nosotros.[/i]

Como Catalina, Trump desaparecerá. Polvo es, como polvo soy y polvo eres. Y pasarán los años, y desfilarán de nuevo los tiranos, que navegarán otra vez por el caudal calmo de nuestra amnesia, que al fin de los tiempos será lo que nos definirá como especie. Un gran simio incapaz de repetir sus aciertos; animal masoquista que encuentra placer en su autodestrucción. Por mi parte, y parafraseando vorazmente a Marco Tulio, defenestro de mi mente y de mis escritos el tema. Me continuará indignando, lo sé, y me corroerán las ganas de escribir de nuevo sobre él —y sobre nosotros. Fueron varias las catalinarias, seguidas de otras tantas filípicas. Sin embargo, reitero, todo está escrito, desde hace mucho ya. Emposmado, escarbaré otros asuntos, muchos más amenos y locales, con los que aburrirte.

Al fin y al cabo, es muy fácil demonizar a Trump. El villano perfecto, en la coyuntura indicada. Desbordado de banderas y de un patrioterismo hueco, nos olvidamos de lo que realmente nos afecta, lo que en realidad está mal. Cortina naranja, chupacabras con tupé, que nos impide, por ejemplo, hablar del por qué este ya fallecido enero fue el mes más trágico en años en accidentes viales. O cómo una turba asesinó a golpes a un policía en Yaxkukul. O cómo están proliferando agencias de cervezas en todo el estado. O cómo…

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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