Tiranos que balbucean

Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Fabrizio León Diez
La Jornada Maya

Lunes 30 de enero, 2017

Los tiranos prefieren utilizar un discurso sencillo, con palabras sencillas. No porque así esté garantizada la efectividad de su mensaje. No, porque así sea la única forma en que pueden articular sus ideas. Le tienen miedo a los términos y a las estructuras complejas. Para ellos, todo es blanco o es negro. No admiten tonos. O estás con ellos, o contra ellos.

Un pensamiento de recolectores, que sin embargo triunfa en este 2017; una nueva camada de líderes populistas, de pensamientos simples y simplistas, recala en posiciones clave. Un odio que viaja directo por sus neuronas, sin cortapisas, que se desgrana en sus discursos sin rubor ni remordimiento.

A mediados de octubre, la traductora Bérengère Viennot se quejaba en una entrevista que publicó la revista en línea [i]Slate[/i] de sus dificultades para traducir a Donald Trump al francés. El discurso de Trump, admitía, es “fácil de comprender”, pero su falta de vocabulario es tal que complica considerablemente la tarea del traductor.

Bérengère describe un vocabulario monopolizado por algunos adjetivos hiperbólicos. Great —"grande", "grandioso"— aparece 45 veces en una entrevista que el hoy presidente de Estados Unidos le concedió a [i]The New York Times[/i], junto a "tremendo", "increíble", "fuerte" y "difícil".

Para la traductora, emplear un vocabulario simple para tocar a las personas y desmarcarse de una élite política considerada desconectada habría sido una estrategia “válida” durante la campaña. Pero “en el caso de Trump, no fue una estrategia: es evidente que su vocabulario limitado traduce un pensamiento estrecho”, según declara en Slate.

“El hecho de que el líder de la mayor potencia occidental utilice una retórica simplista, pobre y sin ninguna sofisticación es bastante alarmante”. Bérengère Viennot llega a una conclusión rotunda sobre el nuevo presidente de Estados Unidos: “No es un ideólogo; es un oportunista”.

Confirma las opiniones de la profesional francesa un estudio realizado por la Fundación Carnegie Mellon. En éste se analizan los discursos del nuevo presidente estadunidense y se concluye que el nivel gramatical de Trump se sitúa por debajo del de un niño de once o doce años.

El jueves de la semana pasada, medios de todo el mundo reportaban un repunte en las ventas de la novela [i]1984[/i], de George Orwell, al grado que la editorial acababa de ordenar la impresión de 75 mil nuevos ejemplares. Muchos de los lectores de esta obra de ficción escrita en 1949 consideran que lo imaginado por Orwell se está haciendo realidad con la llegada de Trump.

En mis archivos encontré un hecho similar registrado hace cuatro años, en 2013. Específicamente el viernes 28 de junio escribí cómo el espionaje había catapultado la novela de Orwell como hoy lo hace el beligerante tono de Trump. Entonces, la ficción cobraba actualidad por el espionaje denunciado por Edward Snowden.

Hoy, [i]1984[/i] se vende precisamente por el anuncio que hace del “neolenguaje”, que parece acaba de irrumpir con Trump. Según Orwell, el “neolenguaje” es un instrumento para limpiar el cerebro y evitar pensamientos raros; un lenguaje paupérrimo, mecánico, obligatorio e igual para todos.

“Cada año habrá menos palabras y el radio de acción de la conciencia será cada vez más pequeño. Por supuesto, tampoco ahora hay justificación alguna para cometer crimen por el pensamiento. Sólo es cuestión de autodisciplina, de control de la realidad. Pero llegará un día en que ni esto será preciso”, anuncia en la obra de Orwell el ortodoxo que prepara la undécima edición del diccionario de la “neolengua” y que afirma que “la destrucción de las palabras es algo de gran hermosura”.

Este personaje pronostica, en las páginas de la novela, que hacia el 2050, quizá antes, habrá desaparecido todo conocimiento efectivo del viejo idioma. “Toda la literatura del pasado habrá sido destruida. Chaucer, Shakespeare, Milton, Byron… sólo existirán en versiones neolinguísticas, no sólo transformados en algo muy diferente, sino convertidos en lo contrario de lo que eran. Todo el clima del pensamiento será distinto. En realidad, no habrá pensamiento en el sentido en que ahora lo entendemos. La ortodoxia significa no pensar, no necesitar el pensamiento”.

Los tiranos no presumen de su formación, sino de su astucia. Para ellos, la corazonada cuenta más que el conocimiento. Olisquean, no estudian. Con instinto animal azuzan, más que inspirar. Los tiranos balbucean, ladran, no intentan convencer. Nos quieren hacer llorar, o desean que odiemos al extraño. Su discurso apela a nuestra animalidad, no a nuestra humanidad. Así, sólo así los descubriremos.

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En las librerías de Mérida se puede adquirir [i]1984[/i]. En Gandhi, por ejemplo, la edición de bolsillo tiene un precio de 129 pesos. Esa versión trae un epílogo de Thomas Pynchon. Este autor estadunidense explica la obra y su contexto. Recuerda que, a pesar de ser recibido como un manual de anticomunismo, [i]1984[/i] es también una dura crítica a Estados Unidos.

Políticamente, Orwell se situaba en “la izquierda de la izquierda”, combatió al fascismo en trincheras españolas durante la guerra civil y fue capaz de decirle a su cara al bigotón Stalin, después de compararlo con un cochino —en Rebelión en la granja—, por qué no estaba de acuerdo con él.

[i]Mérida, Yucatán[/i]

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