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Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Fabrizio León
La Jornada Maya

Viernes 27 de enero, 2017

A veces, ni con música se puede apaciguar a las bestias. Eso lo comprendió tarde Arthur Neville Chamberlain, después de avalar que los nazis se apoderaran de los sudetes, entonces de Checoslovaquia. El entonces primer ministro británico era, eso ni dudarlo, un caballero, un sir inglés, literal. Y pensaba que trataba con iguales. Su política de apaciguamiento se vino abajo cuando, días después de darle el privilegio de la duda a Hitler, el mundo se estremeció con la [i]blitzkreig[/i], la guerra relámpago, truenos sobre Checoslovaquia, Polonia, Francia…

Hay personas con las que no se puede tratar. Y así lo consigna la historia, en donde el nombre de Chamberlain es sinónimo de debilidad, de mansa oveja. Las circunstancias requirieron que el cordero cediera paso al león, y así, sólo los rugidos de Winston Churchill pudieron acallar las risitas delirantes de las hache hache, hienas de Hitler. “Dudo que obtengamos mejores condiciones negociando que peleando”, dijo Churchill. En tanto, murieron 70 millones de hombres y mujeres.

Incapaz de nombrar tres libros siquiera, sería ingenuo pensar que Enrique Peña Nieto tenga alguna noción de la historia. Aún así, en estos casos no le pedimos que sea un presidente ilustrado; únicamente un presidente con cojones. Un par. O uno. El mensaje que emitió anteanoche, luego de que Donald Trump firmara los decretos para iniciar la construcción del muro fue decepcionante. El mandatario mexicano se limitó a recitar su discurso, que cada vez se escucha más flácido; perdió una oportunidad magnífica de mandar -a la chingada- al diablo a su lamentable contraparte.

Lo hizo, sí. Después de que Trump, como siempre, se le adelantara y cancelara la reunión que iban a sostener ambos en la Casa Blanca —la de Washington, no la de Las Lomas. Recapitulemos. Ayer, a las siete de la mañana con cincuenta y un minutos, en su diario arrebato tuitero, Trump publicó: “Si México no quiere pagar por el tan necesario muro, entonces será mejor cancelar la próxima reunión”. Una hora después, por el mismo medio, Peña Nieto reaccionó: “Esta mañana hemos informado a la Casa Blanca que no asistiré a la reunión de trabajo programada para el próximo martes con el (presidente de Estados Unidos)”.

Muy digno, ya pisoteado. Con el rostro enlodado y el traje arrugado. Ojalá, como en su traspiés anterior, Peña Nieto intente justificarse preguntándonos qué hubiéramos hecho. Fueron cientos que le pidieron, desde anteayer, que no avergonzara al país y que no asistiera a Washington. Aún así, como Chamberlain, el corderito, con su ridículo inglés, pensó que podía con la hiena. Necesitamos, hoy más que nunca, un león. O una leona. Peña Nieto me avergüenza.

Como, estoy seguro, Trump provoca arcadas en más de un gringo. Y es que ambos son un distorsionado reflejo de la realidad. Protagonistas de burlesque; trágica comedia escrita por un mercadólogo, que alimenta las reacciones básicas de esta sociedad hueca y superficial. El triste espectáculo que dan Trump y Peña no es política. Punto.

El león que necesitamos debe rugir, no maullar, lo que precisamente hizo anteayer Ivonne Ortega Pacheco, que en su nueva caracterización y aprovechando la coyuntura exhortó a Peña Nieto a que no asistiera a la reunión con Trump. Esas expresiones oportunistas son en realidad la semilla de lo que hoy padecemos. Personajes histriónicos, cuyas convicciones —si alguna vez las tuvieron— están bajo llave en un cajón. Camaleónica, la ex diputada Ortega nos ha demostrado que para la casta a la que pertenece es muy sencillo cambiar de discurso. La ideología y los valores, en su caso, son los que dicta la coyuntura. “Estos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros”, dijo otro comediante, Groucho Marx.

“Celebro y respaldo la decisión del presidente Enrique Peña Nieto de cancelar su visita a EE.UU.”, escribió la señora Ortega cuando se dio a conocer la respuesta de la respuesta. No hay nada qué celebrar. Ir era aceptar que México —que nosotros— pagaríamos el capricho xenófobo de Trump. Ir era exponerse a otra vergüenza pública. Nuestro país, por la incapacidad y desconocimiento de sus gobernantes, se ha convertido en el [i]punching bag[/i] con el que Trump intenta brillar en la oscuridad mundial. No hay nada qué celebrar. No hay respaldo posible.

Nos hemos convertido, en estos días, en el niño debilucho y ensimismado con el que el abusador se divierte en los recreos y en la clase. ¿Por qué Trump, por ejemplo, no ha dicho nada sobre China? Porque sabe que con ese país no puede jugar al gato y al ratón. Como lo hace con nosotros. Lo mejor, según las normas del manual de carroña, es mandar -a la chingada- al diablo a Trump.

***

Esta tarde, a las seis, se realizará un interesante foro sobre las expectativas económicas y políticas para Yucatán en esta nueva, rara era. Participarán Ernesto Herrera Novelo, secretario estatal de Fomento Económico; Gustavo Cisneros Buenfil, presidente de la Coparmex Mérida; Juan José Abraham Dáguer, presidente de la Canaco Mérida, y Mariana López Aguado Palencia, presidente en Yucatán de la Asociación de Maquiladoras de Exportación (Index). El foro se realizará en la Universidad Marista de Mérida, y yo seré el moderador.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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