Hombres y mujeres deshonestos

Pablo A. Cicero Alonzo
Foto: Notimex
La Jornada Maya

Lunes 23 de enero, 2017

Para Donald Trump, los periodistas se encuentran “entre los seres humanos más deshonestos de la tierra”. En sus primeras horas como presidente de Estados Unidos, el magnate reconoció que tiene “una guerra con los medios de comunicación”, y se quejó de la cobertura que se hizo de su toma de posesión. Le molestó que se señalara la poca gente que asistió, si se comparaba con el primer día de Barack Obama.

El presidente aseguró que “la multitud” que asistió a su juramentación “se extendía por el [i]National Mall[/i] hasta el Monumento a Washington y sumó más de un millón de personas”, lo que varios medios desmintieron posteriormente. Trump acusó a las cadenas de televisión de mostrar “un campo vacío” y de haber informado que sólo habían asistido 250 mil personas al evento.

También arremetió contra la prensa Sean Spicer, vocero de esta nueva Casa Blanca. Él igual regañó a los periodistas e hizo una serie de señalamientos, que después se comprobaron que eran falsos. “Esta fue la audiencia más grande que alguna vez se haya atestiguado de una inauguración. Punto”, dijo Spicer. “Estos intentos de disminuir el entusiasmo de la inauguración son vergonzosos e incorrectos”.

"A los tiranos y a los mediocres les da miedo la libertad de expresión. De eso estoy seguro. He visto —y sufrido— otras cruzadas contra los medios, y ya me sé cómo acaban. Líderes mediocres que les tienen un miedo terrible a las críticas, a que alguien exponga sus debilidades; tienen pesadillas con que alguien les lleve la contraria, pues serían incapaces de confrontarlos con inteligencia".

Trump es un político de país bananero; un porro estudiantil que quiere imponer sus ideas por medio de amenazas e insultos. Un gran simio para el que el liderazgo sólo sirve para aparearse y tener influencia en la manada. No quiere convencer, sino imponer, y de ahí su odio atávico a los periodistas, a los que bombardea, una y otra vez, con su primitiva dialéctica.

El papel de la libertad de expresión en una democracia es primordial: un contrapeso al poder. Todo es perfectible, y durante décadas diversas voces y plumas han criticado a gobernantes, mostrándoles sus puntos débiles y las posibles vías para mejorar. Los más inteligentes han sabido escuchar y leer esas recomendaciones, y actuar en consecuencia.

No se lo tomaron personal, sino que asumieron su papel en la historia, y el papel del reportero, comentarista, columnista o caricaturista. No es una guerra de egos, como la visualiza el miope Trump, sino un concierto de voluntades en el que al final todos ganan. En contraste, aquellos iluminados a los que no les gustó que se les dijera qué tenían qué hacer fueron despojados, poco a poco, en un patético [i]estriptís[/i], de toda su soberbia.

En la política hay hombres y mujeres deshonestos, como también los hay en los medios de comunicación. El problema es generalizar. Trump, cuyo mundo es monocromático, cree que toda crítica tiene su origen en la envidia o en otro tipo de intereses: políticos o económicos, principalmente. No concibe que alguien disienta con él motivado por la búsqueda de algo mejor.

Maniqueo, juzga a los periodistas teniendo en mente las peores expresiones del gremio; para él, todos han mentido o todos han cobrado. Mitómanos o mercenarios, deshonestos, vaya. Es como si, desde este lado, señaláramos que todos los políticos son corruptos. Muchos nos aplaudirían, como aplaudieron a Trump. Pero estaríamos mintiendo. Como mintió Trump.

Al fin y al cabo, en cuatro años el presidente estadunidense se irá. Así pasa. Y como él, todos los otros políticos que le han declarado la guerra a la prensa. Son efímeros, anécdotas. El jefe de prensa que hoy cree que manda. Nada, nada será mañana. Los periódicos, los programas de radio, las páginas de Internet sobrevivirán. El único que peligro al que se enfrentan los periodistas es a que tú ya no les creas.

El aprendiz. Entre las primeras acciones anunciadas por el presidente Trump se encuentra la de renegociar el Tratado de Libre Comercio. Ante ello, ha citado a sus contrapartes de México y Canadá. Estados Unidos votó por este mandatario, que ganó legítimamente en las urnas. Allá esa nación y sus habitantes.

El pluriempleado Trump, antes de ser mandatario, participaba en un [i]reality[/i], [i]El aprendiz[/i]. En éste, el tiburón le enseñaba a peces aún dentando a cómo moverse en las turbulentas aguas de los negocios. Por los antecedentes mostrados, es más que probable que Trump adopte a Luis Videgaray como su nuevo aprendiz. Hemos sido testigos de cómo un temor primigenio, como el que causan los seres de los mitos de Cthulhu, ha sido motor de una serie de acontecimientos. El último, la extradición del [i]Chapo[/i] Guzmán.

Estados Unidos votó por Trump; allá ese país y sus ciudadanos. Nosotros, no. En contraste, mientras un virus de indignación contagia a los estadunidenses, nosotros, los mexicanos, vemos cómo nuestras autoridades se amoldan e inclinan ante el recién llegado. Eso sí que nos debería molestar.

[i]Mérida Yucatán[/i]

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