José Segoviano Martínez
Foto: Notimex
La Jornada Maya
Lunes 23 de enero, 2017
Los quintanarroenses nos llenábamos la boca diciendo “vivimos en el paraíso”, y no mentíamos, así era, unos más cerca de él y otros más lejos. Teníamos empleo, comprabamos con propinas una casa; algún fin de semana podíamos salir a pasear, a bailar, y sobre todo teníamos un patrimonio del que millones de mexicanos carecían: la tranquilidad de caminar por las calles de la colonia, de salir sin miedo por las noches a trabajar o a comprar una medicina, de enviar a los hijos a la escuela solos.
Vivíamos en el paraíso y sin embargo, ese paraíso se fue transformando en purgatorio. Los ciudadanos, los que lo sufrimos a diario, sí nos dimos cuenta: de pronto ya no era fácil conseguir empleo, el crédito hipotecario se nos vino encima, los lugares de diversión nocturna se hicieron centros de venta de droga y era mejor evitarlos, abordar un taxi se volvió peligroso, enviar a los hijos solos a la escuela resultó imposible, la delincuencia organizada se apoderó del estado, fue peligroso salir de noche incluso a comprar una medicina. Nos robaron el patrimonio de los quintanarroenses: la tranquilidad.
Nos robaron nuestro patrimonio o quizá los encargados de cuidarlo, la autoridad gubernamental, a quien nombramos como sus garantes lo vendieron al mejor postor. Quintana Roo, el paraíso, se convirtió en infierno.
Los ciudadanos sí lo sabíamos porque lo vivíamos a diario; el gobierno cerró los ojos, prefirió una falsa imagen turística y siempre negó que Quintana Roo estaba tomado por la delincuencia organizada, negó la existencia de los cárteles y sus secuelas: robos, asesinatos, feminicidios.
Los ciudadanos sí lo sabíamos, pero nos negábamos a reconocerlo, hasta que esta semana la verdad fue brutalmente revelada por los hechos que no son independientes, las balaceras en Playa del Carmen y de Cancún.
Quintana Roo ya no es el paraíso, pero nuestros gobernantes insisten en cerrar los ojos. “El estado está bajo control y en orden”, nos dijo en un mensaje el gobernador, que lejos de tranquilizador es preocupante.
¿Cuál es el Quintana Roo que gobierna Carlos Joaquín González? A cuál Quintana Roo se refiere al decir que está bajo control?
Se entiende, sin embargo, que los hechos tomarán desprevenido a un gobernador recién electo. Que su equipo no tenga una estrategia anti-crisis, se entiende que se redactó un mal discurso y que se dio una pésima respuesta a la ciudadanía.
Se entiende que él, viniendo de una subsecretaría de turismo, crea que sigue viviendo en el paraíso; sin embargo, hoy la vida le da la oportunidad de ser el mejor gobernador de Quintana Roo.
Los ciudadanos esperamos que se atreva a dejar atrás el discurso maniqueo, usado por anteriores gobiernos de que “son hechos aislados”, “ya tenemos el control”, “todo está en orden”, como si los quintanarroenses no viviéramos a diario la zozobra.
Los ciudadanos de Cancún, en redes sociales dijeron lo que desean: “hoy como ciudad hemos decidido pedir por la paz de nuestra capital y de nuestro hermoso estado. Queremos ser una ciudad segura, una ciudad próspera, una ciudad ejemplar, pedimos también justicia, deseamos un gobierno justo para todos nosotros, nuestras familias y por todos aquellos que han sido víctimas de la delincuencia y de la corrupción”.
La historia le está dando a Carlos Joaquín la oportunidad de refundar un discurso político honesto y de cara a los ciudadanos, pero sobre todo le está dando la oportunidad de refundar una sociedad.
[i]Chetumal, Quintana Roo[/i]
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