de

del

Eduardo del Buey
Foto: Afp
La Jornada Maya

Martes 10 de enero, 2017

Recently my wife Laura asked me why I continued to circulate memes that use vicious humor to attack Donald Trump on Facebook. She led me to think about it all day long and, finally, as the sun set, I penned this article.

Continuously joking about Trump trivializes the potential evil that he represents for many, and which could easily become a new normal. His egregious behavior is what we have come to expect and, eventually, forgive as simply being part of his persona. We are so used to it that we forget about the facts and the truth, and view it as entertainment.

The demagogue’s dream – offer bread and circuses to the public and slowly destroy institutions of governance from within, slowly becomes a reality when there are fewer or no checks against his or her behavior. All while marginalizing professional journalists so that people can no longer discern truth from fiction, nor, perhaps, reality.

As [i]New York Times[/i] editorialist Nicholas Kristof wrote on December 31st, 2016, “Trump was masterly at diverting us from substance”. As Tom Rosenstiel, a veteran press critic, noted: “We need journalists to cover what is important, not bark at every car.”

He went on to note that “despite some outstanding coverage, over all we (the media) misled many people into thinking that Donald Trump would never win the Republican nomination, let alone the White House. Too often we followed what glittered, yapped uselessly at everything in sight and didn’t dig hard enough or hold politicians accountable for lies.

It is time for all of us to take the present seriously and stop what Hannah Arendt called the banalization of evil. In this “post-truth” era, we seem to accept evil as the new normal. Demagogues sell advertising, and the media caters to this evolving need for instant entertainment and gratification at the price of truth, accuracy, and reflection.

Many journalists today resemble paparazzi, covering rumors and innuendos without thoroughly vetting the truth or context. Each Trump tweet is covered ad nauseum, as if it were divine revelation. Their sensationalism trumps truth and fact. By tweeting and retweeting them we feed his and other demagogues’ cravings for attention. This is what energizes them, and what turns lies into accepted “truths”.

Kristof goes on to note in his article that “when so many Americans believe false claims, we (the media) should weigh in aggressively on the side of truth”.

He goes on to conclude that today’s reality calls for an aggressive fourth estate. A media that does its job, and refuses to cater to populist demagogues who thrive on media coverage. A media that focuses on substance, not celebrity. A media that pursues accuracy and truth over speed of delivery. And a public that expects, and, indeed, demands professionalism.
We the consumers of news must demand truthful reporting and professional analysis and not fear seeking alternative journalistic sources when necessary.

Journalists should ask themselves if they are up to the task of covering the important issues and reporting them accurately and truthfully? Are they up to the task of holding leaders and would-be leaders accountable? Are we, the consumer of news, up to the task of demanding that journalists do their jobs properly, or will we simply partner with them in the demise of professional journalism? How can professional journalism survive financially the preponderance of social media with its emphasis on sensationalism and instant gratification rather than truth and analysis? And, finally, can the media recover the credibility that has eroded over the past few years and seems to be on the verge of being replaced by social media and citizen journalists?

We, the public, should be demanding answers to these questions and should not meekly allow professional journalism to be led to the slaughter. And journalists and their editors and publishers should be concerned about the future of this profession.

If not, we will all lose something precious – learning and sharing the truth about issues, and using this to shape our opinions and actions.

That is the essence of democracy.


[b]¿Hacia dónde van los medios?[/b]

Recientemente, mi esposa Laura me preguntó la razón por la que continúo compartiendo memes que usan un humor ácido para atacar a Donald Trump, por medio de Facebook. Me dejó pensando, hasta que decidí escribir este artículo.

Bromear continuamente sobre Trump trivializa el potencial mal que representa para muchos y que se podría convertir fácilmente en lo “normal”. Su comportamiento errático es algo que tenemos que esperar y, eventualmente, perdonar por ser simplemente parte de su persona. Estamos tan acostumbrados a él, que olvidados la verdad y los hechos, por lo que lo vemos como un entretenimiento.

El sueño del demagogo –pan y circo al pueblo, mientras las instituciones del gobierno son destruidas desde dentro- se convierten, poco a poco, en una realidad en la que hay poca o nula revisión de su comportamiento. Todo, mientras se marginan a los periodistas profesionales, para que las personas no puedan diferenciar la verdad de la ficción, o incluso de la realidad.

El editorialista del [i]New York Times[/i], Nicholas Kristof, escribió el 31 de diciembre de 2016 que “Trump es un maestro en alejarnos de la sustancia”; mientras que el crítico de la prensa, Tom Rosenstiel, mencionó que “necesitamos periodistas para cubrir lo que es importante, no para ladrar a cada carro”.

Agregó que “a pesar de la asombrosa cobertura, nosotros (los medios) malfinformamos a mucha gente de que Donald Trump nunca podría ganar la nominación Republicana, mucho menos la Casa Blanca. Muchas veces, seguimos lo que brilla, inútilmente, cuando está a la vista, pero no profundizamos lo suficientes o mantenemos las mentiras políticas”.

Es momento de que nos tomemos la situación actual seriamente y detener la llamada “banalización de la maldad”, como la llamó Hannah Arendt. En esta era de la “post-verdad”, aceptamos la maldad como lo “normal”. Demagogos vendiendo publicidad y los medios evolucionando hacia una necesidad de entretener y ser gratificados a costa de la verdad, la exactitud y la reflexión.

Muchos periodistas aún son como paparazzi, cubriendo los rumores, sin averiguar a profundidad sobre la verdad y el contexto. Cada tweet de Trump es publicado como si fuera una revelación divina. El sensacionalismo hiere a la verdad y al hecho. Con twittear y retwittear, alimentamos a este y otros demagogos hambrientos de atención. Eso los alimenta y convierte las mentiras en “verdades” aceptadas.

En su artículo, Kristof menciona que “mientras tantos estadunidenses creen es esta falsa proclamación, nosotros (los medios) deberían posarnos con agresividad en el lado de la verdad”.

Concluye que la realidad actual necesita un Cuarto Poder agresivo. Una prensa que hace su trabajo y se niega a reproducir a los demagogos populistas que viven de la cobertura mediática. Una prensa que se enfoque en el fondo, no la celebridad. Una prensa que persiga exactitud y veracidad sobre velocidad de publicar. Y un público que espere, y de hecho demande, profesionalismo.

Nosotros, los consumidores de noticias, debemos exigir un reporte de noticias real, veraz y profesional, así como su análisis, sin temer a buscar alternativas periodísticas confiables cuando sea necesario.

Los periodistas deben preguntarse a sí mismos si están a la altura de la labor de cubrir acontecimientos importantes y reportarlos con exactitud y veracidad. ¿Están a la altura de corroborar las acciones de los líderes y quienes se convertirán en ellos?

¿Somos nosotros, el consumidor de noticias, a la altura de demandar que los periodistas hagan su trabajo correctamente, o somos simplemente socios de ellos en detrimento del periodismo profesional? ¿Cómo puede el periodismo profesional sobrevivir financieramente ante el poder de las redes sociales, cuyo énfasis es el sensacionalismo y la gratificación instantánea, más que la verdad y el análisis?

Y, finalmente, ¿pueden los medios de comunicación recuperar la credibilidad que erosionó a lo largo de los últimos años, y que parece estar a punto de ser reemplazada por las redes sociales y los periodistas ciudadanos?

Nosotros, el público, tenemos que exigir las respuestas a estas preguntas y no permitir que los profesionales del periodismo sean dirigidos solos hacia la masacre. Y los periodistas, sus editores y directivos, deben estar preocupados por el futuro de esta profesión.

Si no, perderemos algo precioso: aprender y compartir la verdad de los hechos, y usarlos para transformar nuestras opiniones y acciones. Esa es la esencia de la democracia.


Lo más reciente

Rumores: el otro incendio

Editorial

La Jornada

Rumores: el otro incendio

Nuevo motín estalla en la cárcel de Ecuador de la que escapó el narcotraficante 'Fito'

En videos difundidos se aprecia un incendio desde el interior de uno de los pabellones

Efe

Nuevo motín estalla en la cárcel de Ecuador de la que escapó el narcotraficante 'Fito'

Normalistas de Ayotzinapa marchan en Iguala en busca de justicia

Exigen el esclarecimiento de la desaparición de los 43 estudiantes en 2014 y justicia para Yanqui Gómez Peralta

La Jornada

Normalistas de Ayotzinapa marchan en Iguala en busca de justicia

Músicos tocan en protesta contra restricciones de horario durante Semana Santa en Mazatlán

La presencia de un grupo de agentes municipales provocó conatos de violencia

La Jornada

Músicos tocan en protesta contra restricciones de horario durante Semana Santa en Mazatlán