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del

Francisco J. Rosado May
Foto: Enrique Osorno
La Jornada Maya

Martes 2 de junio, 2020

Profe, no sé si voy a regresar a la universidad. Con esto del virus voy a tener que ayudar en la casa, ya sea en la milpa o buscar trabajo”.
“Profe, mis papás no están seguros de dejarme regresar a la universidad, tienen miedo de que nos de la enfermedad”.

Palabras más, palabras menos, las expresiones anteriores se repiten con bastante frecuencia. Cuando el gobierno mexicano reconoció la gravedad de la situación creado por la influenza, AH1N1, en 2009, también escuché las mismas expresiones. Varios estudiantes (demasiados) no concluyeron sus estudios y la matrícula de nuevo ingreso bajó en forma importante. Esto puede repetirse por el COVID-19.

La historia no debe olvidarse. Si no son visibles los factores que explican seguir estudiando o la decisión de nuevos estudiantes para ingresar o no a la universidad, independientemente de cualquier medida de la institución, en tiempos de epidemia, se corre el riesgo de que, bajo la política de presupuesto basado en matrícula, la situación se agrave aún más y afecte el desarrollo de cualquier región y país. Las dificultades que tienen los estudiantes se aprecian en las siguientes expresiones:

“Sé que hay personas asintomáticas portadoras del virus. Yo no sé si estoy contagiado o no, tampoco sé cómo voy a reaccionar si me contagio. Por eso más vale no arriesgarme y prefiero esperar un año para reiniciar mis estudios”.

“Mi comunidad no tiene contagios porque nos organizamos y no permitimos el movimiento libre de personas. Ahora que me piden regresar a la escuela tendría un conflicto, no sé si me dejarán salir o si me dejarán entrar”.

“En mi grupo somos 40 estudiantes, el tamaño del aula no permite la sana distancia. Tendríamos un alto riesgo de contagio si alguien es portador”.

“Si yo me contagio y desarrollo la enfermedad cuando esté con mi familia, sería muy grave porque ¿dónde me van a aislar? Solo hay un cuarto en la casa para todos. Tampoco tenemos dinero para ir al hospital. Por eso es mejor no regresar a la escuela”.

Enormes retos que tienen hoy estudiantes e instituciones de educación. Y eso que en esta entrega no se abundó en los resultados –nada buenos– del estudio sobre la accesibilidad del internet en México, dado a conocer recientemente por el Instituto Belisario Domínguez del Senado, con base en datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía de 2019.

Ahora es cuando urge “pensar fuera de la caja” para encontrar soluciones; algunos ejemplos son: decisiones en la premisa de calidad, no en cantidad; fortalecer el programa de becas; descolonizar epistemológica y ontológicamente la formación de las generaciones post COVID-19.

Las autoridades educativas deben promover el rediseño de los modelos educativos, con algoritmos interculturales, renovándose, innovando, pero al mismo tiempo garantizando educación de calidad para todos los matriculados.

Independientemente de cómo se medirá la economía en la nueva normalidad, la calidad del profesionista debe prevalecer para garantizar el desarrollo que urge a México.

Edición: Elsa Torres


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