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Ulises Carrillo
Foto: Marco Antonio Pacheco
La Jornada Maya

Lunes 25 de mayo, 2020

En mayo de 1520 el territorio de lo que ahora llamamos México estaba, como hoy, en medio de una profunda y convulsa transformación política, social y cultural. El viejo régimen de dominio azteca sobre una multitud de pueblos y naciones prehispánicas se derrumbaba.

Hernán Cortés daba forma, cada día más sólida, a sus proyectos de conquista disfrazados como una amplia guerra civil y de liberación para aquellos pueblos que estaban dispuestos a cualquier otra alternativa que no fuera la de continuar siendo regidos por Moctezuma II.

Las cosas iban relativamente bien para la expedición española, que ya acumulaba espectaculares victorias militares y psicológicas, además de tener como prisionero, en la propia Tenochtitlán, al monarca mexica. Sin embargo un nuevo acontecimiento ponía en riesgo todos los planes de Cortés: la llegada de Pánfilo Narváez a lo que hoy es Veracruz al frente de una fuerza expedicionaria de más de 900 hombres para someter al conquistador de Extremadura.

Hernán Cortés no contaba con el aval de las autoridades españolas en la Habana para su expedición de conquista, la suya era una empresa ilegítima desde el punto de vista de muchos. El problema de esa ilegalidad era tan grave, que por esa razón Hernán Cortés había fundado la ciudad de Veracruz con su cabildo autónomo, para que ese mismo cabildo le diera un mandato que él pudiera justificar como legal para emprender la conquista.

Esa maniobra jurídica había ocurrido el 10 de julio de 1519, tal como también un 10 de julio, pero de 2014, Andrés Manuel López Obrador obtendría el registro de Morena como partido político.

Cortés al enterarse de la presencia de las tropas españolas listas para someterlo, decidió ir personalmente a su encuentro para eliminar la amenaza, dejando a cargo en Tenochtitlán a Pedro de Alvarado. Las tropas de Pánfilo Narváez eran seis veces más numerosas que las de Hernán Cortés, quien tuvo que hacer uso de un ataque sorpresa y del poder de convencimiento del oro a tropas españolas mal pagadas, para hacerse de una inesperada victoria.

Un 24 de mayo de 1519, Hernán Cortés triunfó en la batalla de Cempoala y el 25 de mayo Pánfilo Narváez era su prisionero. El conquistador no sólo había acabado con cualquier amenaza externa a su plan, además engrosaba sus filas con 900 nuevos soldados, numerosas piezas de artillería y caballos. Su tropas europeas ya se aproximaban a los mil 500 efectivos, ya no eran la fuerza minúscula con la que todo había empezado en 1519.

Más importante aún, cuenta la leyenda histórica, que Pánfilo Narváez habría traído, en los virus que circulaban por el cuerpo de Francisco Eguía, un esclavo integrante de la fallida expedición, el arma biológica que a Hernán Cortés le caería como anillo al dedo para aniquilar al viejo régimen mexica: la viruela.

Los primeros brotes de la pandemia del mundo prehispánico empezaron en mayo en Veracruz; para julio, la viruela estaba presente Tlaxcala y en septiembre ya había llegado con efectos devastadores a Tenochtitlán.

La alta jerarquía y los guerreros aztecas serían diezmados sin piedad. Cuitláhuac, el guerrero que venció a Cortés en La Noche Triste y el dinámico sucesor de Moctezuma II, moriría de esa enfermad tras ocupar el trono mexica apenas 80 días. Las crónicas hablan de miles de guerreros aztecas incapaces de sostener sus armas. La mortal pandemia afectaría entre 40 ppor ciento y 60 por ciento de la población de Tenochtitlán, señalan los especialistas.

500 años después, con una enorme ironía histórica, la pandemia de nuevo consume a nuestro espacio geográfico, hoy llamado México. Los arreglos económicos y sociales del previo régimen se paralizan o colapsan ante el COVID-19 y eso le abre las puertas a quien quiere reescribir la historia total del país.

Producto del COVID-19, muchos de los rivales, críticos y adversarios de la nueva transformación no tienen fuerza económica o financiera para sostener su posición. Son presa fácil en su fragilidad monetaria; por eso no se rescata un sistema económico que muchos en realidad buscan que muera, con las enormes consecuencias sociales y tragedias humanas que veremos.

Las crisis son terreno fértil para impulsar cambios que en escenarios normales serían imposibles. Como hace 500 años, la pandemia viene a ser un golpe brutal a la estructura socioeconómica vigente, y, como hace 500 años, hay un líder con la decisión implacable para aprovechar esa oportunidad y hacer realidad sus planes de conquista.

Para bien o para mal, si la historia no miente, las cosas no volverán a ser iguales y las grandes luchas por la forma del país futuro empezarán de nuevo con el detonador viral.

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Edición: Ana Ordaz


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