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Margarita Robleda Moguel
Foto: Juan Manuel Valdivia
La Jornada Maya

Jueves 21 de mayo, 2020

Por si acaso, por lo pronto, por mientras, por Whatsapp, por Netflix, porque sí, porque no… ¡Porque me da la gana!

[i]Corona de lágrimas[/i] fue un culebrón de los tiempos en los que México exportaba telenovelas. La realidad supera la imaginación, solía decirnos la maestra María Alicia Martínez Medrano en sus clases de teatro. Hoy en día cada casa es una historia de historias, algunas novelas rosas, otras de supervivencia día con día, en muchas, de impaciencia, desesperación y horror.

La paciencia junto con el papel de baño almacenado en la primera desesperación, se agota. El hasta cuándo se prolonga al infinito.

¿Qué será lo que más nos cuesta? ¿Las relaciones humanas? ¿El desgaste emocional de la incertidumbre? ¿La ausencia de libertad? ¿La falta de control sobre el futuro? ¿El miedo? ¿La desesperación de la economía? ¿La orfandad de liderazgo en la que nos percibimos? ¿La fragilidad en la que nos descubrimos? ¡La impotencia!

No nos enseñaron a hablar de nuestros sentimientos. ¿Lo hacemos? La frustración se va acumulando y llega el momento en el que explotamos. Los más cercanos, los de “confianza”, sufren las consecuencias.

En la nueva propuesta educativa se invita a los docentes a trabajar con los pequeños la expresión y comprensión de sus sentimientos. Me alegro. En próximos tsunamis tendrán mayores facilidades para sobrevivir de las que tenemos nosotros, los que tuvimos una educación que nos impuso: “no digas porque se va a enojar, porque se va a sentir, porque…”, y terminamos por no decir nada.

No se puede dar lo que no se tiene. ¿Tendrán los maestros el suficiente conocimiento y manejo de sus emociones y sentimientos para poder transmitirlo a los niños? Creo que una de las enseñanzas más grandes de este tsunami, es el enfrentarnos a conocer, entender, expresar nuestro sentir. Y ahora, a secas, con esa ley que nos mata de sed, quizá nos funcione para comprender que no necesitamos el alcohol para poder abrir nuestro corazón y expresar lo que realmente sentimos en lugar de gritar el dolor que nos asfixia, atropellando al vecino.

¿Qué es la paciencia? ¿Cómo se come? Cada vez escasea más. Todo es inmediato. El horno de microondas, la información en Google, la infinidad de canales en la televisión, la abundancia de series y películas. A estas, ni siquiera les damos oportunidad de ver si nos gustaran.

Lo que sigue, lo que sigue, lo que sigue. ¡Next!

[b]No hemos aprendido[/b]

“Nada cambia, si no cambiamos nada”, dice una frase que circula por ahí. Es increíble que lo primero que hicieron al salir de la cuarentena en Francia y España fue abarrotar las tiendas de ropa, como en Florida y California rebozaron las playas… Seguimos sin tener conectada la de pensar y el rebote será fenomenal. ¿Aprendimos algo?

Corona de impaciencia, corona de impotencia, ¡ausencia de corona helada!

Tranquilos, ya mero, ya casi, Ahorita toca conocernos mejor, entendernos, aprender a comunicarnos. Paciencia es comprender que la nueva “normalidad”, aún está por inventarse.

[b][email protected][/b]

Edición: Ana Ordaz


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