Francisco Rosado May
Foto: Afp
La Jornada Maya
Martes 12 de mayo, 2020
¿Han padecido los mayas de epidemias en el pasado? ¿Cómo lo enfrentaron? ¿Cómo podemos aprovechar esas experiencias ahora con lo del COVID-19? Las respuestas a estas preguntas deben ser tomadas en cuenta para un nuevo diseño de salud pública.
En 2003 la UAM publicó un artículo que describe la historia de las epidemias en el México antiguo. Llama la atención la importancia que le dan a la hambruna entre los habitantes del altiplano. Entre 1456 y 1496, se registraron enfermedades relacionadas con afecciones respiratorias y gastrointestinales con dimensión de epidemia en el centro de México. La población de Mayapán fue asolada varias veces por epidemias hasta unos 50 años antes de la llegada de los españoles.
En el V Centenario de la Universidad Complutense de Madrid, Guerra y Sánchez Téllez hacen un recuento de “Las enfermedades del hombre americano”. Las peores epidemias que sufrieron los nativos se atribuyen a las enfermedades traídas por los españoles y por los esclavos de África: viruela, sarampión, tifoidea. La población de la Nueva España, estimada entre 15 y 30 millones, entre 1519 y 1600, se redujo a dos millones debido principalmente a las enfermedades; aunque como consigna Diamond en su libro [i]Guns, germs and steel[/i], la conquista pretendió hacerse sólo con el uso de armas de fuego y el acero.
La resiliencia de los sobrevivientes implica que desarrollaron un sistema eficaz para enfrentar las epidemias. No es lo mismo enfrentar enfermedades recurrentes que nuevas, especialmente las virales. Pero el coronavirus está demostrando que aquellas sociedades con sistemas basados en sólidos principios guía, especialmente en materia de salud, tienen mayores probabilidades de éxito para enfrentar enfermedades, epidémicas o no.
El sistema de salud indígena tiene dos principios guía: el de prevención y el de salud para todos. Cuenta con un tejido social (gobernanza) que contempla los elementos que permiten el desarrollo integral de la comunidad. Las comunidades tienen una forma para definir a las personas que atienden el nacimiento y los cuidados a la parturienta y el bebé, incluyendo la alimentación y el buen manejo de lo frío y lo caliente.
Desarrollaron sistemas sostenibles de producción de alimentos cubriendo las necesidades básicas de proteínas, carbohidratos, vitaminas y minerales. Cuentan con personas conocedoras de las propiedades de las plantas para curar diversas enfermedades y para atender lo que hoy conocemos como condiciones psicológicas. Tienen un sistema que garantiza la continuidad de la función de atención al parto, del uso de plantas medicinales y producción de alimentos mediante la transmisión eficaz de conocimiento de una generación a otra, donde el respeto a la sabiduría acumulada a través de los años es crucial.
Por ello, organizaciones internacionales recomiendan incorporar a los indígenas y sus conocimientos en la lucha contra el coronavirus. La medida sería mucho más eficaz si en el proceso de lucha contra el COVID-19 y las demás epidemias o enfermedades presentes o futuras, el sistema de salud oficial tome en cuenta e incorpora al sistema de salud tradicional, sus conocimientos y sus principios.
¿Es mucho pedir? Se necesita del concurso decidido y bien informado de los tomadores de decisiones en política pública. Después del coronavirus, México tiene que ser diferente, incluyente y sin demagogia.
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