Deber del Susceptible

José Ramón Enríquez
Foto: Tomada de web
La Jornada Maya

Miércoles 22 de abril, 2020

Las más altas calidades artísticas y científicas se han dado en Paolo Giordano, joven creador en la tradición de Leonardo da Vinci. Hoy, en momentos tan aciagos para la humanidad entera, oír su voz resulta refrescante. Grande es la importancia de [i]En tiempos de contagio[/i] (Editorial Salamandra 2020), su más reciente libro.

Nacido en Turín, en 1982, y terminada su carrera como físico teórico con las más altas calificaciones, dio el paso a la narrativa con un libro que no sólo ha sido muchas veces premiado sino que ha dejado honda huella en aquellos que lo hemos leído, [i]La soledad de los números primos[/i] (también editado por Salamandra) en el cual se acerca tanto a la impotencia de un cuerpo accidentado como a las fantasmagorías del espectro autista.

Hoy, cuando parecería que todos añoramos una vuelta a la normalidad, la opinión de un narrador que ha sido capaz de crear personajes tan al margen de esa misma normalidad como los que encarnaron en su primera novela, merece ser escuchada, porque esta crisis exige científicos que la afronten y no demagogos que la oscurezcan para manipularla. Y sobre todo porque Paolo Giordano es un matemático con altísimo prestigio y, como él mismo afirma, “antes de ser emergencias médicas, las epidemias son emergencias matemáticas”.

Yo, lejano por completo a ese mundo de las matemáticas (que mucho tiene de mágico, tanto como para cimentar el edificio de la alquimia), entiendo perfectamente la división que hace [i]En tiempos de contagio[/i]: “Para el virus, toda la humanidad se divide únicamente en tres grupos: los Susceptibles, es decir, todos aquellos a quienes todavía podría contagiar; los Infectados, a quienes ya ha contagiado; y los Removidos, es decir, aquellos que ya no pueden contagiarse de nuevo porque han fallecido o se han curado”. Aunque no esté lo suficientemente comprobado que los Removidos vivos no puedan recaer, lo importante para mi capacidad de comprensión es que “el grupo al que hay que prestar mayor atención es al que no aparece en los reportes. Los Susceptibles al Cov-2, los seres humanos que el virus todavía podría infectar, somos unos siete mil quinientos millones”.

Espero se me disculpe por recurrir a estas citas puntuales pero, siendo yo un lego y tan importante lo tratado, no me queda otro remedio. Dice Paolo Giordano: “Durante una epidemia, los Susceptibles tienen que protegerse a sí mismos para proteger a los demás: los Susceptibles son, en parte, un cordón sanitario. Al ser muchos, cada acción tiene consecuencias globales abstractas y difícilmente imaginables. En tiempos de contagio, la carencia de solidaridad es, ante todo, una falta de imaginación”.

La conciencia de ser Susceptible no lleva a sólo cuidarse por instinto de supervivencia sino que obliga por responsabilidad en la defensa de la especie humana y (desde mi personal punto de vista) es una demostración efectiva de que no se ha perdido la esperanza. Romper cuarentena o distanciamiento social y arriesgarse inútilmente a contraer el virus es traicionar a nuestros semejantes, muchos de los cuales son los trabajadores de la salud, heroicos defensores de los más débiles.

Paolo Giordano nos recuerda cómo el dios Pan gritaba de tal manera que se asustaba con sus voces y huía de sí mismo. Desde él podemos concluir que inclusive el derecho a entrar en pánico nos está vedado porque sería una traición a esa comunidad a la que nos debemos. Cuidarnos para cuidar significa pasar de ejercer un derecho a cumplir con una mínima obligación. Y, desde esta perspectiva, el futuro sólo puede ser ecologista para “no permitir que tanto sufrimiento sea en vano”.

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Edición: Ana Ordaz