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Miguel Ángel Cocom Mayén
Foto: Twitter @Cristiano
La Jornada Maya

Viernes 10 de abril, 2020

En los últimos años, el fútbol soccer se ha vuelto arrogante. De ese deporte que se fue nutriendo con la cadencia en las favelas de Brasil, la fiereza en los barrios de Uruguay y el espíritu comunitario en los campos llaneros de México, poco o nada queda. La humildad la perdió a lo largo de un trayecto en el que, por momentos, han llegado a pesar más las decisiones de la Federación Internacional de Fútbol Asociación que las de las Naciones Unidas. Es más fácil el consenso a la hora de hacer negocios de esos que llenan los bolsillos de unos cuantos.

Hoy, los futbolistas ganan más que los científicos, investigadores y académicos. De acuerdo a la revista [i]Forbes[/i], Leonel Messi superó los 127 millones de dólares en ganancias totales durante la temporada pasada; Cristiano Ronaldo obtuvo 109 millones y Neymar poco más de 105. Las cifras son ajenas a la realidad, sobre todo a una realidad golpeada recientemente por una contingencia sanitaria en la que ha habido oportunidad para revalorar lo realmente importante.

No me malinterpreten, soy un aficionado al balompié. Disfruto cada semana de los goles de Messi, los regates de Neymar y los berrinches de Ronaldo. Coincido con Javier Marías cuando afirma que este deporte es “nuestra recuperación semanal de la infancia”. En efecto, por 90 minutos regresamos a nuestra niñez, entendida como una sana competencia en pantaloncillos cortos en la que la única recompensa es meter más goles que el rival. No obstante, está claro que, actualmente, el fútbol es más que 22 jugadores detrás de una pelota. Ahora, hay negocios turbios, lavado de dinero, corrupción, malversación de fondos, apuestas ilegales, sueldos inflados y una infinidad de actividades ajenas a la cancha. Digamos que, en la mayoría de los países, el deporte se vació de épica y se llenó de tragedia.

Incluso, los héroes del balón se sienten superiores a las normas de los mortales. Pongamos como ejemplo a José Mourinho –un estratega que concibe la posibilidad de que el partido termine 0 a 0 como la más alta cima alcanzable–, quien esta semana fue captado [i]in fraganti[/i] en un parque de Londres mientras supervisaba el entrenamiento físico de una parte de su equipo. Esa misma arrogancia con la que atiende a los medios de comunicación en la rueda de prensa, se hizo palpable al momento de no respetar las recomendaciones sanitarias y quebrantar la norma de aislamiento social impuesta en esa ciudad europea.

No hay de qué espantarse. Su comportamiento es reflejo fiel de la institución en la que labora, ya que el propietario del Tottenham anunció, hace unos días, que el club gozaría de los beneficios de un programa de regulación temporal de empleo impulsado por el gobierno británico, por medio del cual el 80 por ciento del salario de más de 550 trabajadores sería cubierto con recursos públicos mientras se reanudan las competencias. Lo que llama la atención es que dicha iniciativa de gobierno debería estar dirigida a pequeñas y medianas empresas, debido a la emergencia sanitaria, tuvieron que detener o frenar su actividad económica.

Es cierto, el club londinense por el momento no tiene ingresos de taquilla y se han reducido sus entradas por derechos de transmisión de partidos, pero la temporada pasada, en la cual llegó a la final de la Liga de Campeones de Europa, tuvo ganancias por más de 521 millones de euros. Nada mal para un equipo que en 2019 se ubicó en la octava posición entre los países con más ingresos a nivel mundial.

Sólo para dimensionar el desparpajo, es como si aquí en la entidad los Leones de Yucatán se hubieran registrado para acceder a un crédito de fácil acceso, con 0 por ciento de interés y cuatro meses de gracia en la primera mensualidad, a través del Plan Estatal para Impulsar la Economía que puso en marcha Mauricio Vila. O que los jugadores de los Venados resultaran beneficiados con el Seguro de Desempleo. Claro que todos tenemos necesidades, pero hay unas más ineludibles que otras. Y en Yucatán tenemos claro que estos apoyos deben dirigirse a quienes realmente lo requieran.

Tal vez el fútbol necesitaba de una situación como la que hoy vivimos para recuperar el piso y regresar a sus orígenes de justicia social. Incluso el mandamás de la FIFA, Gianni Infantino, en un arranque de inspiración y romanticismo señaló que este deporte, después del coronavirus, “será completamente distinto, más social y solidario, vinculado con las realidades territoriales, pero al mismo tiempo más global, menos arrogante y más acogedor".

Decía Vicente Huidobro que “el adjetivo cuando no da vida, mata”. Y en [i]La Jornada Maya[/i] esperamos que los adjetivos de social, solidario y acogedor, verdaderamente sean una realidad. Tal vez se podría empezar, digamos, por un objetivo muy simple y directo: que las mujeres que se dedican al fútbol ganen lo mismo que los hombres. Con medidas como esa se puede ir logrando que este deporte sea menos arrogante.

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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