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Jhonny Brea
Foto: Ayuntamiento de Mérida
La Jornada Maya

Viernes 10 de abril, 2020

La vida, por más que uno intenta, siempre hace que uno termine amolado. Verán, en esta contingencia, con eso de que uno se debe quedar en casa, ya calculaba tener algún ahorro por no tener que comprar gasolina ni comprando comida en la calle. Nada más alejado de la realidad: lo que no se va en llanto se va en suspiros. Claro, también hay “terroristas” rondando a mi reja. El otro día estaba aprovechando barrer mi terraza (ustedes saben, las labores propias de mi sexo) y de repente escuché que alguien llamaba a mis espaldas con voz tenebrosa:

“Don, ¿compra caballero pobre? A tres por 10”. Levanté la vista y vi a un adolescente con las manos cubiertas con una bolsa de plástico y cargando un tóper algo voluminoso. En lo que ponía mi escoba contra la pared, oí otra voz terrorífica, la de La Cutusa: “¡Cómprale, papá! ¡Es momento de ser solidarios!”

Como podrán imaginar, a esa mentecata chiquita ni le gusta ese dulce, y el caballero que terminó 20 pesos más pobre fui yo. Por supuesto, esta no ha sido la única compra irregular: también pasa una señora vendiendo palanquetas de cacahuate, otro con plantas de romero y otras hierbas aromáticas para sembrar en el jardín… y uno termina por entender que no todos se pueden quedar en casa y hacer [i]jomofis[/i].

Pero ya me perdí, como de costumbre. Lo que pasa es que ya me quedé en la oportuna soledad de la clase media y la única perspectiva que veo hacia el futuro es sacar el aplomo de macho omega grasa en pecho, espalda peluda, nalga de recursos federales para la contingencia, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza light para ver cómo salimos adelante.

Verán, el otro día La Xtabay andaba de pispireta luego de oír los anuncios de apoyos extraordinarios por parte del gobierno del estado. Andaba hecha unas pascuas diciendo “mira, él no está esperando los apoyos del gran Tlatoani que nunca van a llegar, está construyendo una realidad distinta a la generalidad del país”, hasta que nos sentamos a sacar cuentas.

Lo que me tranquiliza es que ambos estamos en empresas estratégicas aunque en puestos no estratégicos, así que le damos al jomofis, pero eso nos descarta automáticamente de necesitar el seguro de desempleo; ojalá que esos recursos lleguen a quien de verdad lo necesita, porque lo que se vio es que va a hacer falta dinero para todos los que no alcanzaron a registrarse.

Pero lo que son los apoyos para las familias, hasta parece broma. Que van a pagarnos dos meses de recolección de basura… ¡Hombre, y yo que pagué el año por adelantado! Ni vamos a ver el beneficio, al contrario, Pamplona va a recuperar lo que ofreció como promoción.

En cuanto al agua, no es que pague mucho; es que de todas formas la Japay la manda cuando quiere. Ya llevo 15 días cargando cubos para la lavadora y el baño y no es por nada, pero comienzo a sentir que tengo músculos.

Y el convenio que va a firmar con la Comisión Federal de Electricidad para que sólo paguemos la mitad… A ver, don Mauricio, ¿cómo me explico? En tiempo normal, mi consumo habría quedado comprendido en su programa y estaría feliz de haber sido beneficiado. El problema es que en tiempo normal, mis rapaces están en la escuela, mi dulce tormento y yo trabajando, y en casa nada más se queda encendido el refrigerador; la electricidad la usamos más por la tarde-noche. Pero ahora que estamos todos, hay ventiladores encendidos, lavamos casi todos los días, y por supuesto, estamos absorbiendo la parte proporcional de lo que consumen las empresas donde laboramos, así que seguramente vamos a quedar fuera del apoyo.

Estamos solos, pero eso sí, más soberanos que nunca; al menos con el control remoto de la tele.

[b]Macho omega que se respeta[/b]

En lo que nos preparamos para lo que viene, se vale cocinar barato, así que con una muy mesoamericana calabaza frita, todos quedan satisfechos: cortamos dos o tres calabazas en cubos y se le da un hervor, mientras, en otra olla se sofríe ajo, cebolla, chile dulce y cuatro tomates. Eso sí, no exagerar con el aceite. Cuando la calabaza esté ya medio cocida, se echa al sofrito -con poca agua -y se termina de cocer con la olla tapada a fuego bajo. Se acompaña con tostadas y frijol k’abax o colado. Si se quieren ver europeos, le echan queso botanero. Y de preferencia, con dos cervecitas.

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Edición: Ana Ordaz


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