Jhonny Brea
Foto: Joana Maldonado
La Jornada Maya
Domingo 8 de marzo, 2020
Hay días en los que una simple pregunta me saca de balance. Van 15 días en que compañeras de trabajo me preguntan mi opinión sobre su posible falta para este lunes. Lo primero que me sorprende es que hayan recurrido a mí, cuando el paro es una protesta precisamente de las mujeres; como si lo que yo pudiera decir les debiera importar.
Ya después cada una fue soltando sus motivos: una, porque está latente la posibilidad de que le descuenten el día, y su sueldo es de subsistencia; sobre todo porque es el sostén único de sus papás. Otra es responsable de dar seguimiento a un asunto judicial que tiene vencimiento el mismo lunes y, si no se presenta, habrá un embargo contra otra mujer; una más, adicta al trabajo y que lleva cinco años sin tomarse sus vacaciones de ley, se animó a decirme que “como los jefes no han dicho nada”, tendría que venir (!!!).
Lo más que atiné a decirles es que yo no soy nadie para decirles si deben parar o no. Esa será siempre su voluntad. E insisto, es un simulacro de desaparición; si ésta fuera real, no la autoriza ningún jefe.
Con decirles que hasta La Cutusa me preguntó si ella debe ir a clases. Allá lo resolvió María Fritz. Habría estado bueno porque la escuela de mis rapaces es monopolio femenino. El único varón en el plantel es el maestro de educación física que sólo va los martes y los viernes, así que el lunes no iba a haber ni quien abriera la reja. Otro día la SEP y la Segey tendrán que analizar por qué ya no hay profesores hombres en preescolar y primaria.
Mientras, me declaro ignorante. Hoy me parece que muchas mujeres tienen más miedo al paro que yo.
Les diré: como macho omega grasa en pecho, espalda peluda, nalga atablonada, abdomen de lavadora y bebedor de cerveza light, no le tengo miedo al 9 de marzo.
Todos los días me levanto y preparo el lunch de mis engendros, así que ni me preocupa. Tampoco sería la primera vez que me acompañen al trabajo.
¿Miedo a cocinar? Hasta disfruto hacerlo. Es más, La Xtabay y donia Ixtab dicen que la cocina es más mi espacio que de ellas. Pero sí me aterra la idea de cocinar algo y no saber si ellas llegarán a comer.
Tampoco me da miedo lavar la ropa, los platos, sacudir, barrer, trapear. Aprendí de niño que las tareas de la casa son de todos los que la habitan. Miedo es darse cuenta que la persona con quien sueles hacer equipo de limpieza no está ahí, y no sabes por qué.
Si de hacer la despensa se trata, lo que me da miedo son los precios, no ir solo al súper. Es más, cuando La Xtabay va sola, me llama para preguntarme si hace falta fab o pinyl; lo que me angustia es imaginar haber hecho una compra para darles algún gusto, y no saber si estarán para recibirla.
Más que miedo, hasta siento orgullo de que la academia de danza a la que va La Cutusa se haya sumado al paro. Pero me acongoja saber que niñas a las que conozco desde que tenían cuatro años ahora están preocupadas por cerrar una reja o una cortina, “por si pasa un morboso”.
Este lunes, no me da miedo. Es un simulacro, y por las condiciones que se quiera, sé que llegaré a casa y encontraré a La Xtabay, La Cutusa, donia Ixtab, y el martes tendré noticias de muchas más. Estaré alegre de que sólo haya sido un ejercicio. Para 10 mujeres, por desgracia será una realidad.
Macho omega que se respeta
¡Que el paro sea un éxito!
[i]Mérida, Yucatán[/i]
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