Alicia Ayora
Foto: Captura de pantalla
La Jornada Maya
Lunes 17 de febrero, 2020
Si tomara un grupo muestra de mujeres científicas para una investigación, no dudo encontrar después de observar que, al menos las que conozco y que son muchas, decidieron con toda seriedad jugar una doble profesión: la de científicas y madres. Si alguna vez ellas dudaron de algo, quizá pudo ser sobre la manera de llevar en paralelo la carrera de madres; jamás sobre su capacidad en tan demandante profesión. Ninguna se quedó con la duda, todas salieron a comprobar que ese sueño, es posible.
Lidian con todo mientras se termina de aplicar la vacuna de la equidad: trabajo, hijos, enfermedad, educación, casa, comida, presencia, cuidado. Es un hecho que entretanto como mujeres de ciencia, han desarrollado la gran capacidad para hacer que los minutos de cada hora del día sean más largos, así como la habilidad de dividir cuerpo y mente para encontrar el equilibrio entre investigación y maternidad. Sin duda alguna, la prueba y error, la experimentación cotidiana de sus vidas y la tenacidad para hacer frente al cansancio manteniéndose al pie del cañón, se paga con la satisfacción de saberse, reconocerse y reafirmarse capaces.
Crecí y viví veintiún años con siete mujeres, incluyendo a mi madre. Dos de ellas, la mayor y la quinta de mis hermanas, eligieron la ciencia como profesión. Jugamos juntas en la calle, en casa leímos los mismos libros, desde García Márquez hasta Isaac Asimov. Todas asistimos a la misma escuela primaria, usamos también casi la misma ropa, platicamos de muchas cosas cuando estuvimos en la edad de compartir secretos y, aun así, nunca supe cómo es que ellas eligieron la ciencia como carrera.
Nunca les he preguntado. Sólo recuerdo verlas cargar libros que podían matar de un golpe en la cabeza a cualquiera de tan grandes y pesados, y a mamá confeccionando batas blancas de laboratorio.
Entre maestrías y doctorados ambas eligieron casarse y formar una familia, la mayor voló a la capital y la menor al extranjero, cargando hijos y todo lo que ello implica. Afianzadas a sus deseos, a la pasión por su profesión y a pesar de tremendas dificultades, continuaron como hasta hoy, con tan excelsos trabajos, el de madres y científicas.
Las mujeres en la ciencia nos han legado un inmenso marco teórico, no sólo sobre investigación científica, también en el ámbito de la reivindicación, la inteligencia y capacidad independientes del género, y sobre todo de la maternidad liberada del yugo patriarcal.
A lo largo de la historia, paso a paso las mujeres van abriendo camino, derrumban el discurso sin fundamento sobre abnegación, delicadeza, debilidad, compasión, perspicacia y ternura como dotes naturales que subyugan nuestro sexo. Nos han demostrado que todas estas cualidades socialmente impuestas, salen sobrando para llegar a la NASA, al Núcleo Interior de la Tierra, a los Esquemas de la Clasificación Estelar, al Polonio y al Radio, a la Poliamida Aromática o al Descubrimiento del Ácido Desoxirribonucleico.
Resultado y conclusión: no hay nada que las detenga.
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