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Francisco J. Hernández y Puente*
Foto: Captura Google Maps
La Jornada Maya

Jueves 16 de enero, 2020

Concluyó el año 2019 y comenzó 2020. No hay duda, durante este primer año de gobierno el país ha empezado paulatina, pero inexorablemente a transformarse con el impulso de una nueva administración federal, encabezada por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, algo impensable hace apenas unos cuantos años. En medio de pifias, contradicciones, ineficiencias, aciertos, críticas, errores, reclamos, aplausos, debate, repudio, aceptación, este primer tramo de gobierno ha sido intenso.

El saldo es, a juicio de la mayoría de los mexicanos, positivo, pero 2020, no lo será menos, tendrá que ser un año de consolidación de la transformación iniciada. Las críticas siguen ahí y seguirán, que bueno que así sea. Los Fox, los Calderón, los Peña, ahora si, ya no tienen autoridad moral para decir nada. El arresto de García Luna los deja, tal vez con voz, pero sin razón.

Al iniciarse el nuevo año, dos temas regirán la agenda nacional: el de la evolución de la economía con sus impactos sociales, y el de la violencia y la inseguridad.

Aunque los objetivos y las metas están marcados, la marcha de la economía se verá impactada en un sentido o en otro por los acontecimientos externos que han escalado en los meses recientes. En particular, el enfrentamiento con tintes más que belicosos de Estados Unidos con Irán, y el de los propios norteamericanos con China en su absurda guerra comercial.

En lo interno, ya sabemos que el crecimiento económico no vendrá como resultado de un mayor gasto del gobierno, ya que la propuesta de política fiscal presentada y aprobada en diciembre por el Congreso de la Unión es más bien inercial y, si acaso, detonará algunas de las inversiones en los grandes proyectos de infraestructura en el sector energético y de comunicaciones, en búsqueda de que sea la inversión privada la que impulse la actividad económica. El gasto público seguirá orientado mayoritariamente a los programas sociales que ya conocimos en 2019.

Previsiblemente los niveles de inflación se mantendrán en el rango del 3 al 4 por ciento, con lo que el incremento que se ha otorgado a los salarios mínimos de 20 por ciento y su eventual impacto en otras negociaciones salariales, le dará cierta dinámica al consumo de las familias a lo largo del año. Ello, junto con otro año de buen desempeño del crédito de la banca privada a los sectores de ingresos medios y altos serán factores que jugarán a favor de un mayor dinamismo de la actividad económica, ya que podrán bajar las tasas de interés.

Por su parte, la entrada en vigor del T-MEC dará cierta certidumbre a los inversionistas del sector privado y si la economía norteamericana, en especial su sector industrial, muestran signos de dinamismo, las exportaciones que México hace a ese país, podrían ser otro factor positivo para que la economía salga del letargo en el que estuvo durante el año pasado.

El Presupuesto de Egresos aprobado por el la Cámara de Diputados ha sido de los temas más álgidos y debatidos durante el cierre de 2019. No podría haber sido de otra manera, pues se trata de la distribución de recursos fiscales entre sectores, regiones y grupos económicos del país, cuyo monto es limitado, en razón de los bajos niveles de recaudación, la austeridad impuesta y las dificultades operativas del ejercicio presupuestal como consecuencia de los cambios en los mandos de la burocracia federal.

Este asunto que refiere al tamaño de la “cobija presupuestal” ya debieran considerarlo los 32 mandatarios estatales del país, y más que seguir acostumbrados a recibir recursos crecientes de la federación, deberían ir pensando en la forma de hacer más sólidas sus finanzas con ingresos propios.

A lo largo de 2020, esta falta de recursos para hacer frente a los rezagos y carencias sociales de cada una de las entidades que gobiernan se hará más que evidente y, en su momento, volverá a poner en contexto la necesidad de una reforma hacendaria que involucre a los gobiernos subnacionales y municipales, y no solo al gobierno federal. Más temprano que tarde el país tendrá que emprender esa reforma si se desea darle solidez financiera a la transformación que vivimos.

La pequeña economía yucateca seguirá creciendo en 2020 por arriba de la tasa de crecimiento nacional, como lo ha venido haciendo en los años recientes, --por una mayor afluencia turística que ha colocado a Mérida como destino de moda--, por el efecto positivo que genera, particularmente sobre la actividad inmobiliaria la migración hacia la capital del estado, y los activos generados por inversiones de largo plazo en el mismo sector, así como pequeños flujos de inversión privada que en buena proporción contemplan las ventajas de un territorio libre de violencia e inseguridad, en comparación con el resto del país.

La mayoría de estas inversiones están incursionando ya, así sea de manera incipiente, para generar un crecimiento más sostenible en sectores como el automotriz, aeroespacial, médico, textil, industrial, inmobiliario, manufacturero, turístico, entre los más destacados. En este sentido el gobierno estatal seguirá publicitando los altos niveles de seguridad, la calidad del capital humano y la infraestructura carretera de la entidad, y tendrá que seguir procurando una mejora sustancial para una más eficiente conectividad marítima y aérea que permitan que Yucatán se consolide como un lugar certero para la inversión.

Habremos de observar lo que ocurra con el inicio de algunos de los trabajos de la gran obra de infraestructura (Tren Maya) propuesta para la península y sus impactos regionales y en la capital del estado. A pesar de que el tamaño de la economía yucateca todavía es muy pequeña (su aportación el PIB nacional es de apenas del 1.5 por ciento) Mérida es el centro financiero, académico, cultural, médico, industrial y comercial del sureste de México.

Impuesta la austeridad republicana desde el gobierno federal, el presupuesto de la entidad aprobado por el Congreso local para 2020 es de 44 mil millones de pesos, contra 40 mil 500 millones de 2019. Una proporción mayoritaria de esos recursos, como ocurre con todas las entidades federativas, proviene de la federación. Una tarea inaplazable del gobierno estatal es explicar a los ciudadanos por qué conviene a los que vivimos en Yucatán que el gobierno cuente con ingresos propios y acabar con esa práctica de ir a tocar las puertas de Palacio Nacional a pedir más dinero.

*Profesor del CEPHCIS -UNAM

[i]Mérida, Yucatán[/i]
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