El leve aleteo de una mariposa puede provocar un tifón al otro lado del mundo. Hace más de dos siglos, la tierra se abrió en Islandia, dejando ver sus obscenas entrañas de magma. Esta erupción cubrió los cielos de todo el hemisferio norte, causando muerte y hambre; los sembradíos se tornaron en campos yermos, e incluso los ríos se congelaron, en uno de los inviernos más crudos de los que se tengan registros; una bruma envolvió gran parte del mundo conocido, e hizo palidecer al sol. El iracundo despertar del volcán provocó una serie de eventos históricos, cuyas consecuencias aún se sienten hoy día, como la revolución francesa. En 1793, la densa exhalación del subsuelo provocó una hambruna tal en Europa que arrancó de un tajo el miedo de una población que ya no tenía nada más que perder. Los hombres miserables se convirtieron, entonces, en formidables ciudadanos, capaces de redactar algo tan fuera de este mundo como los derechos de los hombres y, a la vez, de construir algo tan infernal como las eficaces guillotinas. Dos siglos después, con el mundo atrincherado contra un enemigo veleidoso e indescifrable, como algunos hombres y mujeres, pocos se han percatado que aquellas entrañas de Islandia se han vuelto a abrir, despiertas, quizás, por el leve aleteo de una mariposa.
Edición: Laura Espejo
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