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Domingo de júbilo

Un día de fiesta, alegría y esperanza entre los fieles católicos
Foto: AGN

Hoy culmina la Semana Santa, una de las conmemoraciones religiosas más importantes para la Iglesia católica. Comenzó el pasado Domingo de Ramos y culmina con el de Resurrección. Se considera éste el más importante del cristianismo porque rememora el día en que Jesucristo resucita y sube a los cielos al tercer día después de haber sido crucificado. La resurrección confirmó el origen santo de Jesús como hijo de Dios y de su naturaleza divina; así se cumplió la promesa de vida eterna en el reino de los cielos. Es un día de fiesta, alegría y esperanza entre los fieles.

Actualmente, para la mayoría de la población, estas jornadas significan vacaciones, paseo y descanso, aun en época de pandemia, como lo hemos visto con las imágenes de las terminales de autobuses, aeropuertos y playas.

Pero no era así en el pasado. Casi todos los cronistas de siglos anteriores describen las innumerables celebraciones que se llevaban a cabo, muchas eran bastante lúdicas. Vamos a recordar algunas: “Desde las 10 de la mañana del jueves hasta igual hora del sábado inmediato, no transitarán por la ciudad más carruajes que el que conduzca el Divinísimo”. Era una de las disposiciones que emitía el ayuntamiento el 10 de abril de 1865 para reglamentar las actividades.

Prácticamente toda la población participaba en alguno de los múltiples eventos que se realizaban. De los que reunía más gente eran las procesiones. La que salía en 1609 de la capilla de San José de los Naturales, anexa al convento de San Francisco, juntaba a más de 20 mil indígenas y 3 mil penitentes.

También era impresionante la que partía del templo de la Santísima, que seguramente se cruzaba con la multitudinaria que salía del convento de Santo Domingo a las cuatro de la tarde del Viernes Santo, acompañando a la procesión del Santo Entierro, para llegar, al caer la noche, al convento de la Concepción.

A lo largo de la semana en todos los templos había ceremonias que recordaban momentos de esos días trágicos. La población de todos los niveles solía estrenar vestuario, ya que toda la ciudad concurría a los actos, que amén de lo religioso tenían mucho de encuentro social.

La culminación de este periodo de penitencia y ayuno, así como de jolgorio y negocio para muchos, era el Sábado de Gloria, que se festejaba con la “quema de Judas”, que se llevaba a cabo por toda la ciudad. Los comerciantes más prominentes costeaban la que se realizaba frente a sus establecimientos y colgaban mercancías del muñeco, que caían como fruta de una piñata cuando tronaba el judas elaborado a base de carrizo, cartón y papel china.

Al paso del tiempo a la figura del apóstol traidor se añadieron las de personajes públicos malqueridos por el pueblo, que generalmente incluían al gobernante en turno. Para evitar ver explotar la caricaturesca representación de su imagen, el presidente Antonio López de Santa Anna emitió un decreto en 1853 prohibiendo que se vendieran y tronaran Judas y muñecos de figuras públicas. Además de no ser cabalmente respetado, al año siguiente el decreto fue olvidado.

Increíblemente hasta la fecha, en muchos sitios se siguen haciendo las quemas de Judas (no en pandemia). En el barrio La Asunción, en Xochimilco; en Iztapalapa, en el barrio San José. También es famosa la que organizan –atrás del Mercado de Sonora– hijos y nietos del célebre judero Pedro Linares, a quien se atribuye la invención de los alebrijes de cartón, que en realidad fueron idea del pintor José Gómez Rosas, conocido como El Hotentote. Los diseñaba para las máscaras de los trajes con los que concursaba en los bailes que anualmente organizaba la Academia de San Carlos.

Como siempre, lo procedente es terminar el paseo o ritual religioso con un buen festín; por aquello de la vigilia, vamos a un restaurante especializado en pescados y mariscos. Propongo el tradicional Danubio, en Uruguay 3. Para probar varias sabrosuras le sugiero compartir unas almejitas en vino blanco, seguidas de una sopa verde de mariscos y cerrar con langostinos al mojo de ajo.

Si su presupuesto es reducido, en la misma calle, casi esquina con Bolívar, hay dos buenas cevicherías, una frente a la otra, que ofrecen pescados y mariscos frescos a muy buen precio. ¿No se le antoja un chilpachole de jaiba y un pescadito rebozado con una cervecita bien fría?

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Edición: Emilio Gómez


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