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De intimidaciones y reputaciones

Dawn Simmons parece protagonizar su propia serie de mafiosos
Foto: Abraham Bote Tun

Cuando escuché por primera las amenazas e insultos proferidos a gritos y repetidamente por la canadiense asentada en Mérida, Carol Dawn Simmons, pensé se trataba de un diálogo de Peaky Blinders o de un nuevo capítulo de Suburra, dos series de organizaciones criminales de Netflix escenificadas en Birmingham, Inglaterra y en Roma, Italia, respectivamente. Pensé en Mario Puzo y su libro El Padrino, pero tendría que ser la versión en femenino, la Madrina, para encajar en el perfil de lo políticamente correcto de los tiempos que corren.

Después supimos que había una denuncia en la Fiscalía General del Estado y que lo que quedó grabado en el celular de la víctima, de la furia de Dawn Simmons, fue el último capítulo, y el más violento, aunque no el único, de los arrebatos impulsivos de la propietaria -de al menos dos negocios en Mérida-. Estos son el Marmalade, un exitoso restaurante bien conocido por la comunidad expat canadiense -como se conoce a los emigrantes de Canadá- y el nuevo bar Harlow, ubicado en Paseo Montejo en el edificio Palomeque, y escenario de una agresión con todo el tufo de una intimidación de corte mafioso.

Y digo intimidación de corte mafioso porque además del vulgar lenguaje utilizado por la canadiense, “te voy a matar, hija de (…) te voy a enterrar”, propio de una delincuente, es claro que el objetivo de la inversionista era generar terror a sus dos vecinas que abrieron un estudio -no una galería- en el local contiguo al “Harlow”.

Dawn Simmons quería, y quiere, apoderarse de ese local que Carolina Sánchez Vázquez y su hija con mucho esfuerzo rentaron a los señores Juan Antonio Palomeque Cetina y José Uriarte Palomeque (el último sobrino y administrador), quienes hasta ahora no han dicho nada respecto a la brutal agresión escenificada en su edificio, cuyo reglamento, por cierto, cuenta con una cláusula -como es normal y frecuente en estos casos- en la que se exige desalojar a quien protagonice una escena violenta como la recientemente representada por la canadiense.

Demasiado silencio rodea este capítulo, muy lamentable, escenificado en el recientemente remodelado Paseo Montejo, más allá de los miles de reproducciones del audio que publicó una amiga de las agredidas, Isabel Amato, ahora objeto de amenazas e insultos en redes sociales por personas cercanas o amistades de Dawn Simmons y su familia, que bien podrían encajar en la nueva Ley Olimpia y ser investigadas por la Fiscalía General del Estado.

Isabel se encuentra preocupada por las amenazas, como también Carolina y su hija, quien ha requerido atención médica por los golpes recibidos en la cara y nariz propinados por Dawn Simmons, presa, según algunos, de un raptus momentáneo, cuando en realidad estamos ante una serie de agresiones que culminaron en la paliza y amenazas de días recientes.

En efecto, Dawn Simmons no era la primera vez que insultaba brutalmente a Carolina o a su hija y como nos han hecho saber personas que han trabajado con la canadiense, su comportamiento violento y grosero se replica con quienes trabajan para ella.

Dawn Simmons, cuyo paradero se desconoce hasta ahora, el día de la agresión contra la hija de Carolina de 18 años, estuvo acompañada por su marido y una hija también canadiense, que miró desde afuera la irrupción en el estudio y la destrucción de objetos, los insultos y golpes. Y de esto hay vídeos, por cierto, que incluyen a dos empleados del Harlow, que imaginamos deberán ser citados por la Fiscalía a testificar.

De hecho, en el audio se escucha con claridad la voz de un hombre que habla en inglés al final de los gritos proferidos por Dawn Simmons y que le dice “vamos, vámonos”.

Este capítulo espantoso generado por la simple petición a Dawn Simmons de que no colocara sillas, mesas y comensales frente a la vitrina del estudio de Carolina Sánchez y en su entrada, ha provocado, además, heridas psicológicas y miedo, al grado de que han abandonado su casa y se encuentran refugiadas en el hogar de amistades.

Eso sí, el Harlow permanece cerrado, clausurado por las autoridades de Protección Civil del Gobierno del Estado con sellos, aunque hasta ahora no han emitido un comunicado explicando el motivo exacto de la clausura ni hasta cuándo seguirá cerrado.

Cabe insistir en que tanto Carolina como su hija llegaron a Mérida, procedentes de la Ciudad de México, buscando esa paz soñada y propalada a los cuatro vientos de la llamada Ciudad Blanca. Y se encontraron con Dawn Simmons, quien por cierto les exigió los permisos de las autoridades municipales para abrir su negocio, un estudio muy modesto, con algunos muebles, libros y alhajas hechas por la hija con la inversión de sus ahorros. Dawn Simmons, parece, presume de buenas conexiones con las autoridades.

En la visita que hice al local me impresionó el carácter afable y educado de Carolina, a pesar del terrible hecho en el que se vieron involucradas, los problemas legales y los largos trámites en la Fiscalía General del Estado.

También me sorprendió la generosidad de una pareja de canadienses que han estado con Carolina todo el tiempo en su local, para apoyarla y respaldarla en caso de alguna otra agresión.

Esa solidaridad tan extraordinaria, como la demostrada por dos estadounidenses que acudieron a comprar un par de sillas, con su estilo elegante y sencillo, vestidos con sus bermudas y camisas de manga corta, es una forma maravillosa de rechazar las agresiones a Carolina y su hija.

No me cabe duda de que Dawn Simmons es una excepción, y que la comunidad canadiense, y expat de otras nacionalidades está compuesta por gente buena, pacífica, generosa que aportan tantas cosas positivas a Mérida y Yucatán.

También me queda claro que hay ciudadanos, incluidos mexicanos, cuya procedencia desconocemos. En los últimos años nos hemos topado con varios personajes, de otros lugares de la república mexicana, que se han dedicado a lavar dinero en Yucatán aprovechando el boom inmobiliario y que Mérida está de moda por su paz en un país descompuesto por la violencia y la delincuencia. Y claro, por su comadre, la impunidad.

Hay que poner atención al tema, para que no nos pase como en otros Estados, sin ir más lejos como Quintana Roo, donde además de todos los cárteles, también pululan delincuentes y organizaciones criminales de otros países. No en vano, el gobierno de Mauricio Vila Dosal propuso la creación de una Unidad de Inteligencia Patrimonial para realizar acciones contra actividades delictivas, como la evasión y el lavado de dinero, a la que se opuso, por cierto, Morena y el PRI en el Congreso local.

Por último, es urgente que Carolina y su hija puedan regresar a su vida normal. Que las autoridades garanticen su integridad. Que no se repita ninguna agresión de ningún tipo. Por parte de nadie. Que retorne la calma a la que tienen derecho y a sentirse seguras en la “ciudad más segura del país”.

 

Edición: Estefanía Cardeña


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