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¿Qué hacemos con el gato?

¿Elegimos o sobrevivimos apoyando al "menos peor"? ¿Quién ganó?
Foto: Jusaeri

Vivo en una colonia que ha sido invadida por los gatos. Algunos de ellos creen que mi casa es suya y cuando nos encontramos me miran con altivez. No tendría problema de compartirles espacios, pero, la verdad, las serenatas románticas, a horas dispares y sonido estereofónico, son demasiado intensas para los que amamos el silencio.

Un día, al salir de la casa me encontré un gato blanco acostado en el tapete de la entrada. Mi primera reacción fue de sorpresa ante la desfachatez del interfecto. Instantes después vi que no se movía y al tocarlo con el pie, me di cuenta de que estaba muerto. Mi respuesta fue brincarlo e iniciar el camino a la calle. Algunos pasos después, me detuve. “Ignorar algo no hace que desaparezca. Cuando yo regrese, me dije, el gato no sólo estará muerto, sino que, además, se habrá hinchado y en algún momento puede incluso explotar en plena descomposición”.  

¡Uff! Un gato explotado es peor que un gato muerto. Toda acción tiene una reacción y ésta no me conviene. ¿Qué se hace en estos casos? ¿A quién acudir? 

La experiencia, que con gran esfuerzo logré solucionar, me dio la oportunidad de comprender que, los gatos muertos que cargamos intentando ignorarlos, en algún momento inoportuno, explotarán. 

El fin de la campaña está cargada de gatos muertos. ¿Elegimos o sobrevivimos apoyando al “menos peor”? ¿Quién ganó? ¿Sus propuestas o su dinero? ¿La esperanza o el miedo? ¿En qué tipo de país nos hemos convertido?

En estos días tendremos los resultados que nos permitirán tener una visión más amplia de la realidad. ¿Cómo les fue a BC Norte y a Guerrero? ¿En manos de quienes quedaron los municipios? ¿Y en las Cámaras, a quiénes beneficiarán sus leyes?

Vivimos tiempos de zozobra. ¿Quién mueve las piezas del gran tablero? Por un lado, se dice que las vacunas, incluso las de la influenza, contienen metales. Si es así, a mí no se me pegaron los imanes. 

Por otro, en algunos condados de los Estados Unidos, ofrecen premios a los que aceptan vacunarse: becas universitarias, viajes, rifles, bonos de 100 dólares entre otros, así como una gran cantidad de cerveza, mientras personas de otros países aguardan ansiosos la oportunidad.

Los gatos muertos son una realidad. Toca ubicarlos y solucionar las situaciones antes de que exploten y nos pringuen a todos.

Vienen disfrazados de tristezas, hartazgos, ira, impotencia… tantas y tantas consecuencias de 15 meses de incertidumbre y duelos en esta pandemia que aún no nos deja ver el final del túnel. 

Lo primero es aceptar que estamos deprimidos. En mayor o menor grado a todos nos quitaron el tapete y para rematar, hemos padecido la campaña más vergonzosa de nuestras vidas y que, además, nos ha dividido.

Nuestro gato pide atención, si es posible, profesional. Toca reconocer que no podemos solos; perder el miedo a hablar de sentimientos, antes de que estos, estallen al gato.

Bien lo dijo Enrique IV para poder ser rey de Francia: “París bien vale una misa”.  Toca zurcir la esperanza: ¡Sanar!


 

Contacto: [email protected]


Edición: Estefanía Cardeña


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