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del

Estreno

Hablando del bello Hotel Cortés y su hermosa arquitectura barroca
Foto: Tomada de TripAdvisor

En la vieja calzada de Tlacopan, hoy avenida Hidalgo, a un costado de la Alameda, la orden de los agustinos estableció un hostal para alojar a los frailes que iban como misioneros a Oriente. Llegaban de España por Veracruz y se iban a la Ciudad de México a reponerse de la larga travesía para trasladarse a Acapulco y embarcar hacía el continente asiático.

Con frecuencia surgía el problema que, al descubrir los misioneros la relajada vida en la capital de la Nueva España, muchos optaban por quedarse, lo que llevaba al fracaso las misiones. Para evitarlo, los agustinos decidieron construir dos hospicios: San Nicolás, en la actual calle de Guatemala, y Santo Tomás de Villanueva, donde los enclaustraban mientras se preparaban para el largo viaje.

Este último, al paso de los siglos, se convirtió en el Hotel Cortés. Su hermosa arquitectura barroca que se desarrolla alrededor de un gran patio rodeado de pilastras con arquería en las dos plantas, tornó muy apetecible ir a desayunar o comer los fines de semana, alrededor de la fuente, la sombra de unos naranjos y el trino de multitud de pajarillos. Después lo convirtieron en hotel boutique, con poco éxito, y ahora renace como el Museo Kaluz.

En 2013 fue adquirido por la Fundación Del Valle, que preside el empresario Antonio del Valle Ruiz, para transformarlo en museo; las habitaciones se convirtieron en amplias galerías que exhiben una colección permanente de arte mexicano y serán sede de eventos culturales. El patio se techó, el piso antiguo se cambió por uno blanco, mismo color de las paredes que antes lucían un vivo rojo ocre. El ambiente es totalmente distinto, muy sobrio, un tanto frío, quizás porque perdió la luz del sol que lo bañaba.

La antigua azotea ahora es una gran terraza donde se puede tomar un café y un refrigerio admirando unas vistas magníficas de la Alameda y las cúpulas y torres de los templos que lo rodean.

 

Foto: Tomada de TripAdvisor

 

El empresario ha querido compartir y socializar la colección con un triple objetivo: contribuir a la recuperación y conservación del patrimonio artístico mexicano, detonar su conocimiento a través del estudio y la difusión de obras y autores, así como fortalecer el sentimiento de identidad. Expresa sus gustos personales por la figuración plástica mexicana, con obras de distintas épocas, estilos y corrientes.

No obstante su diversidad se pueden identificar cuatro grandes géneros: paisaje, naturaleza muerta, retrato y pintura de costumbres. Temáticas que hablan de lo nuestro: el entorno, las cosas, la gente y las tradiciones. Más de 200 cuadros están ahora en exhibición y brindan un rico diálogo entre el pasado y el presente, con obras de viejos pintores y de artistas contemporáneos que conviven armónicamente en las bellas galerías.

Un encanto particular de la colección es la inclusión de mujeres como Angelina Beloff, Rosario Cabrera, Mercedes Zamora, Fanny Rabel y María Izquierdo. También está quien fue pareja de la última: Rufino Tamayo. De distintas épocas destacan las obras de Pelegrín Clavé, José María Velasco, Joaquín Clausell, Ángel Zárraga, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Clemente Orozco, Gerardo Murillo Dr. Atl, Raúl Anguiano y Cordelia Urueta, por mencionar varios de mis favoritos.

A un costado del predio el gran artista recién fallecido Vicente Rojo realizó el enorme mural Jardín urbano, una representación abstracta de 10 árboles. La inauguración se efectuó frente a la fachada de avenida Hidalgo 85, con vista a la Alameda Central. Explicó el autor: “la idea viene de la naturaleza, ya que el museo tiene una magnífica colección de paisaje mexicano y pensé que lo ideal era traer esa colección a la calle”. El material es el colorido y muy mexicano tezontle, en distintas tonalidades. Felicitaciones a don Antonio del Valle Ruiz por su generosidad. En estos tiempos difíciles nos brinda un grato refugio para gozar del placer de ver quiénes somos a través de su maravillosa colección.

Para brindar por él fuimos al Bar Chapultepec, en avenida Hidalgo 118. Es la clásica cantina, con buena bebida y botana. Tiene una placa que señala que allí estuvo la casa de Vicente Riva Palacio, el notable escritor, militar y político liberal.

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Edición: Emilio Gómez


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