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del

Agave sisalana

'La Jornada Maya' es una joven pero robusta planta de henequén periodístico
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Si La Jornada Maya fuera un henequén, hoy estaríamos listos para dar nuestra primera gran cosecha de fibra, pues en esta maravillosa península el primer corte del oro verde se recomienda que ocurra en el sexto año. 

Así nos sentimos en este día, una planta muy peninsular que ha echado raíces firmes en este suelo de calcio, que ha bebido agua de esta lluvia y estos cenotes, que ha madurado sus hojas bajo el sol que despunta en Cozumel, que alcanza el mediodía en Progreso y se posa en Ciudad del Carmen. 

Cumplimos seis años de ser plantados, como ocurre con el sisal, como brotes de una planta originaria y materna: La Jornada. Esa cooperativa que parecía imposible para un gremio de periodistas y que hoy, con Carmen Lira y tantos fundadores más, sigue haciendo literatura cotidiana, esa que tiene prisa por ser leída hoy, pero se aferra a construir un mejor mañana. 

El ciclo ha sido uno para curtirse, como debe ser, porque sólo así se produce fibra que valga la pena, que resista el jaloneo y la intemperie. Ha habido sequías, inundaciones, ciclones, tormentas, canícula, insolaciones y nos referimos únicamente a las travesías de crear una empresa que se caracterice por su regularidad, constancia, orden y necedad de seguir existiendo, en tinta, papel y ahora, más que nunca, en el ciber-espacio. Ahí las manos de quienes han creído en nosotros como proyecto y familia amplia, han sido la diferencia, pues hacer productivos agaves o rosas es una tarea que requiere dedicación, constancia y sacrificio. 

El último año nos ha dejado con fibras más fuertes, producto de dificultades casi imposibles de contar. Es arduo mantenerse en la objetividad y narrativa de las y los periodistas cuando la pérdida ocurre en casa, ya sea el hogar editorial o el familiar. Tuvimos que trabajar de forma distinta, con ausencias irreparables, con nuevas fronteras, con tecnologías que nos parecían lejanas y que el encierro convirtió en diarias. Aprendimos en carne propia y siendo generación neciamente joven que, como sentenció ese periodista ibérico, uno es uno y su circunstancia y a las dos hay que salvarlas. Nos adaptamos y maduramos. 

Y aquí estamos. En el lugar que hemos luchado tanto para ocupar en el tiempo y conciencia de nuestros lectores. Trabajando para dar voz a quienes muchas veces no la tienen. Pintando el cielo de todos los colores. Imprimiendo y publicando en las lenguas de esta tierra, la materna y la paterna, atentos a los riesgos de los patriarcados y otros extremos. Nos preocupan las noticias, no las incidencias del día. Salimos a buscar la realidad, no esperamos a que venga a tocar la puerta. Creemos que el mundo a veces se empeña en que los periódicos no narren lo importante. 

Claro que, como planta de henequén fuerte y lista para contar sus mejores hojas y gajos, tenemos sueños. Soñamos con ser un periódico que Borges -ese gran crítico de las publicaciones diarias- se hubiera sentado a hojear, porque no nos atragantamos con la nota, sino que le damos tiempo a que se convierta en noticia, porque creemos que la agenda pública no es siempre el acontecimiento más popular. Nos gusta también revisitar hechos cuando el tiempo los ha juzgado y les ha dado peso, porque seguimos creyendo -como lo hacía el gran Gabo- que es el reportaje y no el minuto a minuto la estrella de nuestro oficio. Sabemos que nuestros lectores estarán con nosotros en ese esfuerzo. 

Aspiramos a que nuestros ejemplares de papel o bites resistan el secado al sol de la crítica y el desmenuzamiento de los días y que muchos seres humanos peninsulares -entre ellos tú, lectora, lector y ellos- los utilicen como fibras para trenzar nuevas realidades sociales. En el sexto año podemos aspirar a ser la fibra de cuerdas que sostengan puentes de diálogo, intercambios y encuentros. Si la fibra del henequén fue esencial para la navegación marina, ojalá la fibra de esta Jornada Maya sirva para navegaciones sociales que traigan nueva prosperidad, descubrimientos y perspectivas para todos. 

Así, por estos seis años, gracias a todos los que han hecho posible que como brote crezcamos, maduremos y ahora estemos listos para seguir con esa jornada maravillosa y peregrina de aspirar a ser el periódico, que como el henequén, le dé una riqueza esencial y generosa a la península. La riqueza de un espacio donde los hilos los jalamos todas, donde nada le quita fuerza o pudre las cuerdas que entre todos hilamos. Eso es La Jornada Maya en su sexto año, una joven, pero robusta planta de henequén periodístico, lista para aportar hebras fuertes en el tejido peninsular. 

 

Sigue leyendo: 

'La Jornada Maya', motivo de orgullo: Carmen Lira Saade    

Salen los soles 

Kij

Wakp’éel ja’abo’ob káajak u ji’it’il náay
 


Edición: Estefanía Cardeña


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