de

del

Ambiciona honor, no honores. 

Francesco Guicciardini. Filósofo italiano.


Los sucesos que leerán a continuación tuvieron lugar en el seno de una conocida familia yucateca que, a mi parecer, ha sido fuera de serie. La historia va así: Fausta Arrigunaga Peón de Laviada, esposa de Antonio Laviada Arana, era una mujer que disfrutaba la vida de campo y amaba los animales. Sus dos hijos mayores, gemelos adolescentes, como practicantes del escultismo realizaban frecuentes excursiones a las que Fausta se unía gustosa cuando sus labores lo permitían. Cierto día, el grupo de scouts había decidido visitar la hacienda Tankuché, propiedad de la familia Arrigunaga. Al llegar cabalgarían hasta El Remate, un cenote a cielo abierto que era un tanto fuera de lo común pues era utilizado como criadero de lagartos para proveer las aguadas de la zona -en aquellos años las aguadas se usaban como abrevaderos para el ganado, pero al concluir la época de lluvias quedaban sin agua; para evitarlo, los ganaderos les arrojaban pequeños lagartos, pues en su constante búsqueda de agua fría los animalitos escarbaban hasta obtenerla impidiendo la sequía y por ende la muerte de las reses-. Tan pronto llegaron al cenote, Fausta les advirtió: ¡Niños, por ningún motivo se atrevan a llevarse un lagartito! De regreso, en la casa de la calle 61, descubrió que los rebeldes chamacos habían traído no uno sino ¡dos lagartos!, mismos que en cuestión de horas fueron enviados al Zoológico Centenario. 

Dos meses más tarde, en uno de los patios, Fausta se llevó una segunda sorpresa al percatarse de que no habían sido dos, ¡sino tres! los lagartos traídos de aquella excursión. El pequeño reptil estaba tan flaco y su piel tan reseca que la noble dama se compadeció de él, comenzó a alimentarlo y a untarle aceite de linaza. Tutankamen, como le llamaron, se convirtió en la atípica mascota de la familia y fue protagonista de múltiples y divertidas anécdotas (tiempo después la familia se llevaría otra sorpresa, habían debido llamarla Nefertiti pues en realidad era un lagarto hembra).

Es por ello, que el que fuera hogar de la familia Laviada Arrigunaga, es conocido hasta hoy como: “La Casa del Lagarto”. 

Francisco Antonio Laviada Arrigunaga llegó a este mundo de la mano de su gemelo, Eduardo Antonio, el 4 de octubre de 1921. Tony y Huayo, como les llamaban, fueron los primogénitos del matrimonio Laviada Arrigunaga, después vendrían: Fausta Irene, Beatriz María Loreto, Iñigo Antonio, Cecilia Margarita, Ana Rosa Inés y María Genoveva.

Tony se graduó del Colegio Montejo para luego incorporarse a la preparatoria de la UADY. En aquella época, todas las escuelas estaban obligadas a impartir una educación laica como consecuencia del régimen Callista.

El 21 de noviembre de 1939, un grupo de 25 preparatorianos, próximos a graduarse, protestó ante una incómoda solicitud de su maestro de biología, la consecuencia fue nada menos que la expulsión, los gemelos Laviada formaban parte de aquel grupo. Veinte días antes fue publicado el primer número de la revista El Alcázar, dirigida por Tony, ésta fue tildada como “contraria a las modalidades de la enseñanza oficial,” pero, a pesar de ello, gracias al trabajo y perseverancia de sus colaboradores, alcanzó gran popularidad.

 

 

En 1940 los padres de los jóvenes expulsados, con ayuda de éstos, fundaron la Escuela Preparatoria Libre de Yucatán. 

En 1949 los gemelos, graduados de la carrera de medicina, obtuvieron una beca del gobierno para realizar sus estudios de post grado en Europa. Ambos fueron aceptados en el Hospital Provincial de Madrid, donde obtuvieron el título de doctores en Medicina. En aquel hospital conocieron a su colega, Gregorio Marañón, endocrinólogo, escritor y famoso pensador español, médico en su tiempo del rey Alfonso XIII, quien fue su guía y maestro pero, sobre todo, su gran amigo.

Dos años después los hermanos Laviada viajaron a Francia para continuar sus estudios en el Hospital Brussais de París. A su regreso, en 1953, Tony se incorporó como gastroenterólogo al hospital O'Horán. Durante sus consultas hacía reír a sus pacientes usando términos en maya como chotnak y cal huish, se dirigía a ellos de modo natural y amigable demostrando gran empatía. Ese mismo año, Tony inició su carrera en el magisterio, se incorporó a la Escuela de Medicina en la que ganó el cariño, la admiración y el respeto de muchas generaciones de alumnos.

El 19 de mayo de 1958, Tony contrajo matrimonio con María Elena Rodríguez Peón, una joven de cuya simpatía y elocuencia quedó prendado. Tuvieron una hija a la que nombraron María Elena, Mary:

 

Fotos: Mary Laviada de Rivero

 

"Mi papá era un hombre bondadoso con un espíritu de servicio excepcional, un médico enamorado de su vocación, un hombre callado, prudente y con mucho sentido social, un trabajador incansable, un esposo y padre fuera de serie, siempre con la conciencia de hacer las cosas bien y dar lo mejor de sí. Recuerdo frases que nos repetía constantemente como ‘se enseña con el ejemplo’ y ‘el que menos necesita, tiene más que el que más tiene’. Mi papá era un enamorado de la creación y de su creador, con una confianza plena en Dios".

Desde muy pequeña, su sobrina Pilar Zavaleta Laviada vivió con la familia Laviada Rodríguez y fue como otra hija para María Elena y Tony.


Obra y reconocimientos

Escribió incansablemente con la soltura de quien lo hace por gusto. Algunos de sus libros, como Reflexiones y Mensajes de Ética Médica y Aproximaciones a la Ética Médica en Yucatán, fueron escritos en coautoría con Huayo. Realizó alrededor de 50 publicaciones de trabajos científicos en revistas nacionales e internacionales, algo poco común en los doctores de aquella época. Fue investigador del Centro Hideyo Noguchi de la UADY.

En 1990 recibió el reconocimiento nacional por parte de la Sociedad Mexicana de Gastroenterología; también la Medalla Yucatán en el 2000; fue fundador de la Sociedad de Medicina Interna de Yucatán y en 2009 le fue entregado un reconocimiento por haber fundado y presidido la Sociedad Yucateca de Historia y Filosofía de la Medicina. Fue miembro del American College of Pshysicians, de la Société de Médecine de París y de la Sociedad Médica Hispano-Mexicana.

A los 80 años Tony se retiró de la práctica médica en consultorio, mas nunca de la medicina: continuó dando consultas en su casa a familiares y amigos sin cobrarles un centavo, hasta pocos años antes de morir. Se fue apagando poco a poco y finalmente falleció el 15 de abril del presente año.

El verdadero médico no lo es sólo de cuerpos, sino también de almas.

Dicen que hasta hoy, en la casa de verano de los Marañón, permanece intacta la muestra del enorme cariño del médico hacia sus pupilos: la escultura de un lagarto representando al famoso Tutankamen

Pienso que aquel lagarto es como un pedacito de nuestra historia en el viejo continente.

 

Edición: Laura Espejo


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