Johanna Martin Mardones
El artista Jaime Barrera presenta una recopilación de su trabajo en la Galería El Peón Contreras que lleva por nombre Recuento, exposición que permanecerá abierta hasta el 18 de diciembre, reuniendo setenta y tres obras entre óleos, acrílico sobre madera y cartón.
Dada la diversidad que compone la muestra, en cuanto tamaño, técnica y temática, una posible entrada hace referencia al método de producción en el que Barrera enfoca su mirada.
Una cosa es componer, como herramienta expresiva que ordena y constituye un todo, vigilando con atención las estructuras de borde y centro como base, cuerpo menor; y otra es (des)componer como ejercicio de esa misma lógica, para (re)componer, si fuera posible, como herramienta conceptual cuya función no sólo será vigilar ese orden, sino tensarlo como constructo articulador del centro y sus bordes intuyendo la obra como cuerpo mayor. Siguiendo esta línea, el ejercicio de investigación que realiza Barrera en Recuento es un constante juego de componer y (des)componer, fundamentalmente, en la línea de la abstracción con algunos elementos geométricos como recurso expresivo, sólo que la (des)composición, en su propuesta, lleva implícito un acto ofensivo a diferencia de la composición que es más bien defensiva. En esta lógica de fricciones encontramos al artista articulando su propuesta en relaciones simbólicas de alto carácter icónico, donde la textura, visual y táctil, y el color pregnante jugarán un rol protagónico.
En Recuento no existe un solo instrumento para enfrentar el diálogo que pone en movimiento la selección de obras que recopila esta muestra, dado el extenso periodo que abarca, 25 años (1996-2012). Sin embargo, la propuesta pictórica establece un corte manifiesto entre fragmentos de la escena local y objetos residuales cuyo epicentro deja sentado elementos de desecho propios de sectores periféricos de un deambular en libertad por el mundo.
Los elementos que congrega el artista se organizan en una correlación de resistencia a los efectos del tiempo y el espacio. De ahí el (des)plazamiento-(em)plazamiento de los objetos residuales al soporte pictórico en una acción permanente de (des)componer y componer, es decir, se establece un nuevo axioma que resiste su naturaleza residual y se impone con un lenguaje dominante asumiendo a la obra como sostenedora de esos valores, cuerpo mayor. Es, en ese sentido, ofensivo y defensivo, en el juego de incisiones como rótulo inicial, en un acto de reparación de algo que ha sido dañado, transfiriendo códigos de la memoria, situación inminente que crea episodios de la identidad del sujeto que profesa una especie de lealtad ofensiva que resiste y se defiende y, en ese acto, construye densidades episódicas. La propuesta, además, lleva implícito el valor estético al movilizar un estado de inminencia sobre el diálogo-lenguaje de los elementos que se ponen en relación, develado en el encuentro con cada obra.
El artista obtiene los elementos, con los que construye obra, de su propio territorio, que se llenará de símbolos, retazos dispuestos de otra forma para (re)construir, ofensivamente, y con ello figurar una ética-estética de la memoria exponiendo, en esa ofensiva, el laberinto del propio creador y sus recovecos, en fin, la obra y sus múltiples aristas. Así, el trabajo de Barrera, se puebla de momentos y acontecimientos metafóricos porque la propuesta es el propio autor y su laberinto, y sólo es posible la (re)construcción en el acto ofensivo del raspaje que designa la figuración de la obra. El artista no trabajará la figura como elemento constitutivo, la figuración viene de la mano de la mancha y de escasas figuras geométricas como único símbolo de ordenación que recorta y sobrepone trozos, el pasado mutilado por la trasferencia, fragmentos del tiempo y su desgaste.
En este sentido, la memoria es un recurso inomitible en el reconto que recrean las obras concertadas-conectadas como quién zurce elementos dispersos con la intensión de hacerlos coincidir de alguna forma o en algún lugar. El trazo del artista dejará una huella sobre el soporte figurando aquello que el tiempo borra, para Jaime Barrera, no en su totalidad.
Edición: Estefanía Cardeña
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