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Inmersos en la sociedad espectacularista

“Y por mirarlo todo, no veía nada”
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Aída López

En menos de 10 días han recorrido el orbe noticias sorprendentes, insustanciales, extrañas, inverosímiles, incomprensibles, fantásticas, en fin, “Y por mirarlo todo, no veía nada” como el título del libro de Margo Glantz. En realidad no es nada nuevo desde que el internet irrumpió a la cotidianidad, sin embargo, es motivo para retomar la tesis de La sociedad del espectáculo del filósofo Guy Debord escrito en 1967 cuando no existían las redes sociales y una pandemia era impensable con los avances científicos. El concepto de espectáculo es la afirmación de la apariencia y de toda la vida social como simple apariencia”. 

La virtualidad nos ha sumergido en el mundo de las apariencias que son la realidad y no la realidad misma. Leemos la noticia increíble de que alguien en Gran Bretaña pagó hace unos días mil 850 libras esterlinas por una rebanada de pastel de hace 40 años de la boda de la difunta princesa Diana; la nota incomprensible de que un futbolista lloró al despedirse de su equipo y con él una pléyade de mortales; la información insustancial de que a una artista le dieron su anillo de compromiso, y así nos podríamos seguir con “noticias” que nos convierte en consumidores contemplativos de espejismos que sustituyen la realidad: …la mentira se ha mentido a sí misma”.   

En La esencia del cristianismo Feuerbach lo escribió hace cerca de dos siglos cuando aseveró que lo sagrado es la ilusión y lo profano es la verdad, el colmo de la ilusión es el colmo de lo sagrado”. Si para la segunda mitad del siglo XX Debord consideró que se vivía entre representaciones como si estuviéramos de función en función en un teatro, la pandemia intensificó la contemplación. Las redes sociales son un desfile de imágenes que sustituyen la realidad y nosotros los espectadores que nos conformamos con mirar aunque a fin de cuentas no veamos nada: “El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes”.

Desde los monitores de nuestras computadoras y televisores adoptamos esa actitud pasiva que exige la expectación que no conlleva una transformación. Somos simples testigos de la realidad construida a base de apariencias en donde se desplaza del ser al tener y de ahí al parecer: “En la medida en que la realidad individual no es, le está permitido parecer”. TikTok, Instagram, Twitter, son los escenarios que conectan a muchos para la contemplación de la buena fortuna del otro donde impera el “fetichismo de la mercancía” -extensión del espectáculo-, desfile de marcas falsas que ubican al actor en cierto nivel social. 

El Covid-19 nos ha forzado al aislamiento físico, la consecuencia es la alienación en ausencia de la socialización: sustituimos a los amigos reales por los “imaginarios”. Nos relacionamos a través de imágenes construidas, mediatizadas y falsas. Mientras más contemplamos, menos vivenciamos y por lo tanto menos cuestionamos. 

Parece que por el momento no tenemos posibilidades de cambiar la sociedad “espectacularista” en la que estamos inmersos, el confinamiento ha reordenado la rutina y la forma de interactuar; desafiar la imposición puede costar la vida. De insistir con este modelo cuando pase la pandemia, sería la decadencia del humano frente al esplendor de la tecnología.


Edición: Laura Espejo


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