El tablero nacional y su reverberación peninsular

La salida de Olga Sánchez Cordero de la Secretaría de Gobernación, y la llegada de Adán López (hasta ahora gobernador de Tabasco) representa un cierre de filas en el equipo del presidente. Se han ido muchos de los políticos y actores que se sumaron a su proyecto en fechas recientes y desde agendas individuales e ideológicas claramente distintas; ahora empiezan a llegar actores más identificados por su lealtad y pertenencia indiscutible a la visión personalísima de Andrés Manuel López Obrador. No es nada fuera de lo normal, inicia la segunda parte de un mandato y es de esperarse que se apriete la disciplina de los integrantes de una administración. 

Hasta ahí no hay mucho más que decir. Sin embargo, la salida de Sánchez Cordero sí tiene importantes efectos en la Península de Yucatán, sobre todo si damos cierta credibilidad a rumores de naturales realineaciones y duelos de fuerza entre ella y actores en Palacio Nacional. Olga Sánchez Cordero representaba ciertos padrinazgos políticos inerciales en Campeche, Yucatán y Quintana Roo tanto en distintos espacios municipales, como estatales, federales, en áreas ejecutivas, legislativas y judiciales. Su partida llama a nuevos equilibrios y mantos protectores. Si los actores en el staff de Palacio Nacional se fortalecen con la salida de ex-ministra de la Suprema Corte, hay políticos locales con aspiraciones inminentes en Quintana Roo que se fortalecen junto con ellos. Lo mismo en Yucatán y Campeche. Si quienes operan desde las oficinas de Palacio Nacional le ganaron la disputa en el ánimo presidencial a las huestes del Palacio de Bucareli, aquí también se sentirán los resultados de ese nuevo balance de poder. 

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Es muy importante pensar en nuestra Península como una región integrada a las redes nacionales de poder, por lo menos en lo que se refiere a Morena, dado que ocupa la titularidad del Poder Federal. Así que es bueno preguntarse quién pierde y quién gana con los reacomodos en el gabinete, quién ha ganado padrinos más poderosos para -sólo como ejemplo- las elecciones que vienen el año próximo en Quintana Roo. Obvio, también hay que preguntarse por quiénes, desde la política peninsular, acaban de perder el derecho de picaporte que tenían y presumían en la Segob. La lista puede ser sorprendentemente larga en ambos casos. 

El reacomodo en México tendrá impactos inmediatos en la sucesión de la gubernatura en Quintana Roo, de eso no tengan duda. Palacio Nacional, Segob y el Senado son actores dinámicos de lo que pasa en el estado con el mar más bello de México. Hay que sacar cuentas ¿quién gana con un staff de Palacio más fuerte? ¿Quién gana y quién pierde con un Ricardo Monreal que ya no será amo y señor del Senado, suponiendo que sea el caso? 

Lo mismo en Campeche, en la constitución del nuevo gabinete estatal y la designación de delegados federales; la resolución del juego de tronos que implica la salida de Sánchez Cordero abrirá puertas a unos y truncará sueños de otros. En Yucatán lo mismo, cercanías construidas con esmero de pronto no valen nada y quienes buscaron otras puertas de pronto puede encontrarse arropados por funcionarios de Palacio Nacional que aunque poco conocidos, ahora pesan más que nunca. La reflexión final es dejar muy claro que a mitad de camino, con todos los hilos del poder político en la mano, el gabinete presidencial no es algo etéreo o lejano en las naturales disputas políticas locales. Cada miembro del gabinete, por instrucciones presidenciales o por inercia del tamaño de las estructuras y presupuesto que maneja, ha ido tejiendo redes que penetran en las entidades, por lo que una nueva configuración del poder central tiene reverberaciones en el poder local. 

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Cada día que pasa, la 4ª Transformación construye estructuras, alianzas y redes que son naturales de quien ejerce el poder y esas crecientes estructuras y coaliciones no son clínicamente puras, pertenecen y/o son operadas por actores políticos en instancias federales, por lo que la llegada, de nuevos nombres al gabinete, su cambio de responsabilidad o desaparición del escenario político tiene consecuencias en nuestros estados. 

Así, a la política o político, al observador acucioso, a las lectoras y lectores, los invitamos a sacar cuentas ¿quién ve sus esperanzas más fortalecidas que nunca en Quintana Roo? ¿quién gana espacios en el futuro gobierno en Campeche? ¿Quién tiene interlocutores más fuertes con los cuales operar en Yucatán? El tablero nacional es cada vez más relevante para las aspiraciones regionales, es lo normal en un imperfecto pero muy poderoso régimen presidencial que está a punto de cumplir su tercer año de ejercicio. 

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Edición: Emilio Gómez