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La lectura, una interpretación creativa

El Lector es quien construye significados a partir del texto en ausencia del Autor
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Si bien la lectura en general es una actividad que implica descubrir diversos aspectos de la vida y recrear el lenguaje mismo, leer literatura exige una interpretación más que un descubrimiento. En un relato, más que asuntos nuevos para el lector, hay hechos reconocibles aunque vistos desde una nueva perspectiva, lo que implica una visión diferente de la vida. En la lectura literaria, la participación del lector es crucial: se requiere que el lector recree lo que refiere la ficción.

Heidegger entendía la lectura como reunión, como articulación. Al leer el sujeto vuelve a reunir lo que en un principio ya estaba ordenado. Sin embargo, a pesar de las ideas que Heidegger tenía sobre la lectura, otros pensadores han entendido la lectura como un proceso diferente. Lo que parece que todos coinciden es en considerar que al leer imaginamos, reflexionamos, comprendemos, interpretamos, recreamos y comparamos. 

Más que un simple proceso de traducir fonemas o una manera de decodificar los signos gráficos, leer es establecer relaciones y producir significados. La lectura es una actividad productora porque, a partir de un texto, el lector elabora significados mediante pensamiento y lenguaje. Así, convierte los signos gráficos del texto en ideas, en pensamientos, en proposiciones.

La lectura, entonces, es un proceso activo que implica la participación dinámica del lector. Lo que cada individuo es capaz de entender y aprender a través de la lectura depende de lo que conozca el lector antes de conocer el texto y de sus circunstancias (cognoscitivas, físicas, fisiológicas, sicológicas, socioeconómicas y culturales). En este proceso lector, el individuo tres actores que mantienen una relación dialógica: el Autor, el Texto y el Lector. 

El Autor, que produce un texto portador de significados y con una determinada intención comunicativa, tiene existencia, al igual que el lector, como sujeto social, y como sujeto textual. El Texto que, como señala Ricoeur, es “todo discurso fijado por la escritura”, resulta la unidad fundamental de la comunicación verbal humana, y se trata de una secuencia coherente de signos lingüísticos producida por el Autor en una situación concreta y con una intencionalidad comunicativa específica. Y el Lector, actor crucial en el proceso lector, es quien construye significados a partir del texto en ausencia del Autor; su labor, su actitud y su disposición frente al texto son fundamentales en la lectura. 

Por lo anterior, el texto no puede ser concebido como una estructura autosuficiente que se basta a sí misma y que conjunta en su seno toda la significación, tal como creía Lévi-Strauss, sino una plataforma que exige la cooperación interpretativa del lector para la construcción del significado. Existe un principio de cooperación del lector, como lo pensó Umberto Eco: “leer no es un acto neutral, pues entre el lector y el texto se establece una serie de relaciones complejas y de estrategias singulares que muchas veces modifican sensiblemente la naturaleza misma desde el escritor original”.

El significado del texto no es algo ya hecho y definitivo en el texto ni, por supuesto, tampoco en el lector, sino que se produce en la relación dialógica entre el Texto y el Lector. Es posible entender el texto como un tejido, tal como lo afirma Barthes: es el lector, con sus lecturas y relecturas, quien se encarga de recrear ese “tejido”, aunque, según él mismo, interpretar un texto no es darle sentido como muchos pensarían, sino, por el contrario, es apreciar la pluralidad de que está hecho. 

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Edición: Estefanía Cardeña


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