de

del

Centenario significativo

Convento de Santa María del Divino Verbo de la Encarnación
Foto: gob.mx

En 1921, por decreto presidencial de Álvaro Obregón y bajo la dirección del entonces rector de la Universidad Nacional, José Vasconcelos, se creó la Secretaría de Educación Pública (SEP).

Al año siguiente, el 9 de julio de 1922, se inauguraba su sede en un antiguo convento ubicado en la calle República de Argentina, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, con lugar para sus tres departamentos: escolar, bibliotecas y bellas artes.

En estos días se ha hablado mucho del histórico acontecimiento: su génesis, desarrollo, transformaciones y demás. Aquí vamos a recordar a la orden religiosa que mandó a hacer el soberbio edificio que, con algunas modificaciones, hasta ahora alberga a la SEP.

El Misterio de la Encarnación era el titular del convento de ese nombre que fundaron en 1594 religiosas concepcionistas y que llegó a ser uno de los más acaudalados de la ciudad. En esa época había siete monasterios de monjas en la capital de la Nueva España con grandes edificios.

Todos fueron reconstruidos en los siglos XVII y XVIII debido a que sufrieron severos daños por las inundaciones, en particular la terrible de 1629, de la que ya hemos hablado con anterioridad y aprovecharon para ponerse a la moda en el estilo barroco.

Las religiosas de la Encarnación, cuyo convento era sólo para criollas y españolas, se hicieron de un jugoso patrimonio, tanto por las dotes como por donaciones y herencias que las llevaron a ser dueñas de 85 fincas, valuadas en un millón 77 mil 191 pesos, que les producían muy buenas rentas; así, rodeadas de sirvientas y esclavas vivían cómodamente dedicadas a la meditación y a actividades que les placían, como la costura, música, cocina y una que otra a la educación de algunas niñas.

Fueron famosas por los Nacimientos que cada una tenía en su celda, ya que eran seguidoras del espíritu y costumbres franciscanas –que seguían otras monjas– con la particularidad que ellas los conservaban todo el año. Solían ser magníficos, ya que había una velada competencia para ver quién tenía el mejor, por lo que se lucían en la elaboración de las figuras y el vestuario; en la actualidad, ocasionalmente se llega a ver alguna pieza con un anticuario, coleccionista o museo y verdaderamente son una maravilla.

Entre 1639 y 1648 el edificio y la iglesia fueron remodelados por el excelente arquitecto Miguel Constanzó, ayudado por varios habilidosos artífices, dando como resultado la hermosa construcción que aún podemos apreciar.

Después de la exclaustración por las Leyes de Reforma y el consecuente abandono de las monjas fue destinado a la Escuela de Jurisprudencia y después a colegio de niñas para, finalmente, al triunfo de la Revolución destinarse para ser la sede de la recién creada SEP mediante la adaptación que realizó el ingeniero Federico Méndez Rivas.

La fachada principal es de estilo clásico, con almohadillado y columnas jónicas que rematan con una elegante balaustrada. En la parte central, para acentuar el laicismo de la institución, se colocó un grupo escultórico en el que aparecen Apolo, Minerva y Dionisio, realizado por el gran artista Ignacio Asúnsolo; en los extremos se colocaron emblemas de las armas aztecas y españolas. Tres bellas verjas de hierro, que datan de principios de siglo, dan acceso al generoso vestíbulo, adornado con una escultura de Benito Juárez; luego aparece el inmenso patio, que tiene la particularidad de que sus ángulos terminan en chaflán.

El plato fuerte son los murales que visten todo el magno edificio. Aquí pintó Diego Rivera su primera gran obra mural, tras haber decorado el Anfiteatro Bolívar en el antiguo Colegio de San Ildefonso. Las pinturas cubren mil 585 metros cuadrados y están distribuidas en los corredores de las dos plantas. Los temas son primordialmente el hombre trabajador, sea en el campo, la fábrica o las minas; buen número de las pinturas tratan el tema de la Revolución de 1910.

En la cercana República de Cuba 96, en el edificio que albergan los portales de los evangelistas, en la majestuosa Plaza de Santo Domingo, se encuentra el restaurante Domingo Santo, en la azotea del que ahora es un lindo hotel boutique.

Con una vista espectacular de la plaza se saborea exquisita comida mexicana con recetas muy originales. Una muestra: cazuela de lengua, sopes de filete, pétalo de coliflor a la parrilla, mole rosa con pollo y porkbelly o salmón con arroz verde.

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Edición: Emilio Gómez


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