Yucalpetén, donde los vecinos son familia. Segunda parte

Jaime y Nela alcanzaron a imaginar esta vida antes de tenerla. Previo a su retiro ya soñaban con algo como esto: una salita cómoda junto a un mueble grande de libros, una cocina donde las burbujas de café son lo único que rompe el silencio y una página de periódico enmarcada donde aparece su sueño recién inaugurado.

“¿Quieres café, agua, una coca?”, me pregunta Jaime antes de volver con café y galletas.

Yucatrachos es una biblioteca y café cultural que abrió en 2012 especialmente para los vecinos de Yucalpetén, la colonia donde Jaime Méndez Mendoza y Nela Metri Cervantes viven desde hace 38 años. Es un sitio donde la luz de la calle se vuelve tenue y los 3 mil libros que tapizan las paredes hacen todo silencioso.

Jaime bromea diciendo que tenían tantos libros en su casa que Nela le decía que buscara dónde ponerlos. Él es originario de Honduras, y cuando le hago la pregunta obvia de si le gusta la literatura y la historia dice que desde siempre, de toda la vida.

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Ella pinta. Adjunto a la biblioteca hay un taller de pintura donde Nela imparte clases de acuarela, óleo y cerámica a vecinas. Son una pareja de artistas. 

El lugar se llama Yucatracho porque combina las palabras yucateco y catracho (la forma cariñosa de llamar a los hondureños). Así que es un territorio bicultural donde se reúnen, además de las personas del barrio, la comunidad de 300 residentes hondureños en México.

Libros y colonia

Después de un rato de conversación, Jaime desliza el comentario de que está a punto de presentar su segundo libro. Se llama Cuarentena literaria y va de muchas cosas incluyendo la fundación de la biblioteca y reflexiones sobre la pandemia y la lectura. 

Jaime es algo así como el cronista de la colonia. Su primer libro, llamado Cabalgar en la fé, habla de la historia de la parroquia de San Martín Caballero, la iglesia de Yucalpetén. El terreno donde se construyó era una bodega de materiales, donada por un señor de apellido Palma, de la constructora que se encargó de la colonia.

Ese espacio ha sido también un núcleo de convivencia para los vecinos que cada año -hasta antes de la pandemia- realizaban un festejo el 11 de noviembre para conmemorar el día de San Martín Caballero.

“No sabes qué lindo estaba, empezaba 15 días antes. Así como en la fiesta de los pueblos: traían charanga, estandarte, trajes regionales. Cada sector presentaba un bailable”, cuenta Nela.

Jaime agrega que no conocen a los 20 mil habitantes de Yucalpetén pero sí a los líderes de la colonia. Ellos llegaron en 1984, casi cuando se fundó, y describe los primeros cantaritos -que después se replicaron en otras zonas de la ciudad- y la novedad que eran las fachadas de distintos colores.

Por la mañana, la colonia es bellísima. El Parque Hundido ahora es una aguada llena de patos y una brisa helada que refresca a las casas de la avenida principal. Las aves cruzan a unos metros de la calle transitada, pero nada las inquieta.

Nela dice que va a caminar ahí por las mañanas y explican que tanto el Parque de Bepensa como la Avenida 128 florecen los pulmones de Yucalpetén. Cuando les digo que me parece una de las colonias más hermosas que he visitado, Nela se baja el cubrebocas para que pueda ver su sonrisa.

Pero quizá esta tranquilidad sea consecuencia de la pandemia, porque dicen que antes todo el año había fiesta y se apagaron las celebraciones por el Covid-19.

“Acá vienen y me dicen: Jaime ¿me prestas un libro? Por supuesto, y yo confío en que me lo va a devolver. Contrario a la idea de ‘No prestes libros, porque nunca regresan’. Tengo prestados muchos libros, pero se trata de compartir la lectura”, explica.

Este espacio, que estuvo a nada de llamarse “El Relax”, nació precisamente porque querían un lugar donde pudieran compartir con vecinos y amigos con toda la comodidad. 

“Mi familia es mi comunidad”, dice Jaime.

Edición: Ana Ordaz