Como seguimos en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, te invito a nuevamente a observar y reflexionar sobre cómo tú contribuyes al Cambio Climático, turisteando, pescando, comiendo, comprando muchas veces sin darte cuenta.
El litoral de Yucatán tiene una extensión de 360 km: comienza en el estero de Celestún y continúa al noreste hasta Bocas de Conil, límite con Quintana Roo. A lo largo de la costa, se extiende una franja formada por dunas separada de tierra firme por la ciénaga.
La ciénega por la que más circulamos es la que ha quedado “atrapada” en la carretera Mérida-Progreso. Muchos pasan apresurados por la arteria y otros observan su mezcla de naturaleza y urbanismo, la biodiversidad que nos ofrece y su grave deterioro ambiental, en particular la sección cercana a Progreso, que hoy cuenta con cerca de 60 mil habitantes.
Este puerto, con su playa, malecón, restaurantes, hoteles y casas, para la “Temporada” recibe varios miles de visitantes al día. Progreso es ya una “colonia” de Mérida, a la llegamos por el periférico de ocho carriles donde muy temprano los ciclistas se entrenan en condiciones poco seguras.
La ciénaga, nos ofrecen un sin número de actividades, de una dimensión de 180 grados: iniciando en Progreso, vemos la pista de canotaje (deportivo) y pescadores instalados en los puentes. Desde ahí es un deleite ver la salida de Sol y en alguna época de año, ver la Luna emerger. Al doblar, al este, para Telchac, observamos las torres eólicas, algunas de ellas en el humedal. Luego, el Corchito (ecoturístico) cada vez más visitado y menos sostenible. Por ahí está aún la entrada a un basurero. Al norte veremos la invasión humana en asentamientos irregulares e insalubres.
A ambos lados de la carretera, tenemos la ciénega y una colonia de flamencos, de una belleza y elegancia majestuosa que nos recuerdan que la vida está presente. Estas aves se alimentan en esas charcas con desechos humanos de toda índole.
Muchos automovilistas detienen su andar para tomar una foto y seguir su paso apresurado. Otros observamos y meditamos, es mi caso, sobre cómo puede brotar la vida en condiciones tan críticas. Frecuentemente me pregunto si la capacidad de resiliencia es de esperanza o es la última etapa.
El gobierno de Yucatán anunció que gestionó en la COP26 un proyecto de restauración de 50 mil hectáreas de manglares, como medida para reducir los efectos del cambio climático. Acción positiva, pero frecuentemente ineficiente, si se reduce a sembrar “plantitas” en sitios con alto deterioro ambiental.
Por otra parte, CONABIO señaló que para 2020, la mayor superficie de manglar registrada en México se encontraba en la península de Yucatán, con 544 mil hectáreas. Viendo estas cantidades, el porcentaje de reforestación será mínimo.
Esta es una observación, lo urgente es el ordenamiento de la costa yucateca. Esta no soporta más crecimiento voraz de los “desarrolladores”. Es tiempo de hacer un giro de 180 grados y enfocarse en acciones sostenibles con el ambiente y con las comunidades que permitan una economía local.
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La ciénega ofrece muchas actividades: deportivas, ecoturísticas, pesca, esparcimiento y convivencia. Tenemos en ella una especie emblemática, el flamenco, amenazada por la destrucción de su hábitat, donde cada vez le es más difícil alimentarse y anidar.
Al flamenco, especie, monogámica, y a todos los yucatecos y visitantes les dedico esta reflexión con la foto que acompaña a esta nota. En nuestras manos está qué ciénega queremos.
*Premio Nacional al Mérito Ecológico.
Investigadora Cinvestav
Edición: Ana Ordaz
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