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Gracias a Dickens

'Cuento de Navidad' le dio a la fecha una connotación moralista y festiva
Foto: Cecilia Abreu

Aída López


Una de las épocas más inspiradoras de cuentos es la navideña. Los suplementos culturales de los periódicos convocan a los narradores para escribir relatos ambientados en la Natividad. Si bien en un principio la celebración fue únicamente religiosa, a partir del siglo XIX adquirió otros matices que prevalecen. De acuerdo a la historia fue durante la época victoriana que comenzaron a adornarse los árboles, oportunidad aprovechada por el escritor británico Charles Dickens para escribir su Cuento de Navidad en 1843, dándole a la fecha una connotación moralista al apelar a la compasión, la tolerancia, la bondad y el desapego; la renovación del ser humano en pos de la paz eterna. Los fantasmas del cuento fueron capaces de ablandar el corazón del capitalista adicto al trabajo, al mirar su pasado, el presente y cómo terminarían sus días de continuar con la mezquindad. El efecto dulcificador de los recuerdos de infancia y el miedo a eternizarse como alma en pena, lograron la magia de la navidad. 

A poco más de 100 años Theodor Seuss Geisel, escritor y caricaturista estadounidense, escribió e ilustró el cuento: ¡Cómo el Grinch robó la Navidad!. El personaje creado por el Dr. Seuss en 1957 ha sido llevado al cine, convirtiéndose en sinónimo de odio a la celebración. Correlacionó la fiesta con la oportunidad comercial, sin dejar de retomar la parte moralizadora del cuento de Dickens, al final la Navidad no son los regalos que se roba el peludo verde de corazón encogido, sino lo que cada quien lleva dentro. 

No levanta tanta ámpula entre los ateos y agnósticos el nacimiento del Niño Dios -por primera vez humano, no sobrenatural ni mitológico -, ni los Reyes Magos, como los mensajes que coaccionan la conciencia y amenazan el libre albedrio. Familias y amistades se polarizan por los convencionalismos sociales que dictan el comportamiento deseado. La cena navideña es motivo de enconos al cuestionar la razón que convoca en torno al pavo relleno, la ensalada de manzana y la copa de sidra; o si esta debe realizarse antes o después de la Misa de Gallo como señala la tradición. 

También están los detractores del consumismo atizado por los comerciantes, quienes buscan incrementar sus ventas a costa de los aguinaldos o el endeudamiento de los usuarios de tarjetas de crédito. Llamativos regalos con moños de colores esperan en los aparadores de los centros comerciales a un Papa Noel. Los electrónicos son moda y dolor de cabeza para los millones de Santa Claus que comprometen parte de su ingreso hasta el próximo diciembre y más allá.

Hay un cuarto grupo que no se deja encantar por los villancicos, los mensajes de paz y mucho menos por las compras de temporada. Conscientes esperan la cuesta de enero para hacerse de ropa y artículos que necesitan. Celebran discretamente o no, pero eso no los hace sentir mal ante la algarabía del vecino que en la efervescencia echa la economía por la ventana, aunque luego se quede con la resaca en casa por meses. 

La cercanía de la Navidad y el Año Nuevo crea confusión entre las nuevas generaciones provenientes de hogares no creyentes, quienes no siempre distinguen los orígenes, temporalidades y motivaciones de las fiestas. Por otra parte la ausencia de espiritualidad exacerba el deseo por la posesión de bienes materiales.

Sin duda, la Era digital irrumpió en la Era Cristiana reconfigurando el significado de la Natividad. Hoy existen menos creyentes por el mundo. Quizá estemos enfrentando una transición de épocas.

 

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Edición: Laura Espejo


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