¿Dónde quedó la promoción cultural?

La promoción cultural en el país tuvo un auge relevante en el tiempo en que la gestión de los asuntos culturales ocurría en el interior de la Secretaría de Educación Pública (SEP). En la década de los ochenta, a través de la Subsecretaría de Cultura, como parte integrante de la SEP y bajo la dirección de Juan José Bremer, existía la Dirección General de Promoción Cultural bajo el mando de Luis Garza Alejandro. Y unos de los programas más interesantes y exitosos era el Plan de Actividades Culturales de Apoyo a la Educación Primaria (Pacaep).

Este plan de actividades culturales nació en 1983 a partir del análisis de los programas de educación básica desde una perspectiva cultural. A través del Pacaep sería posible vincular el quehacer cultural con el sistema educativo nacional. Su propósito fue establecer una relación de la acción educativa escolarizada con aquello que resultaba culturalmente significativo para los niños. Para nutrir el proceso en el que el docente y los alumnos se reconocen como integrantes de su comunidad y hacen propios los valores culturales que les rodean, había que recrear juntos su realidad cultural. Por ello, las escuelas fueron consideradas como espacios de participación, difusión, creación y recreación de la cultura local, regional y nacional. 

Para la operación del Pacaep, hubo necesidad de ofrecer capacitaciones sobre los distintos aspectos de la realidad cultural circundante. Dichas capacitaciones estaban destinadas a los maestros recién egresados de las escuelas de educación normal que, por distintas razones, esperaban ser llamados para cubrir una vacante docente de alguna de las escuelas del sistema educativo. De esta forma, además de contribuir con los propósitos propios del programa al ser capacitados como Maestros de Actividades Culturales (MAC), era resuelto el problema de la sobrepoblación de docentes en aquella época.

En la capacitación hubo una diversidad de módulos, algunos estaban orientados más hacia los aspectos pedagógicos y didácticos y otros manejaban contenidos de las distintas áreas culturales y artísticas, como danza, literatura, teatro, música, pintura y dibujo, entre otras. Sin embargo, antes de enfrentar estos módulos, los futuros MAC comenzaban la capacitación con un módulo inicial que presentaba el programa: la fundamentación del mismo, la propuesta metodológica y el eje rector: la cultura. 

Cabe destacar que el Pacaep obtuvo resultados impresionantes; por una parte, las escuelas, aunque no todas sino sólo aquellas que contaban con un MAC, ejercieron una fuerte influencia en la comunidad a través de las actividades culturales realizadas y la intensa difusión de las mismas y, por otro lado, los demás docentes de la escuela quedaban impregnados de la relevancia que tenía la revaloración de las costumbres locales, como las fiestas populares o el estilo gastronómico, y el arte y las artesanías de la región.

A pesar de que el Pacaep ya no existe, habrá que retomar su enfoque y llevarlo a las escuelas del sistema nacional y estatal para promover la necesaria revaloración de la cultura y las artes locales y regionales. Y también habrá que considerar al maestro de grupo como un promotor que permita incluir la enseñanza-aprendizaje entre los hechos básicos de la promoción cultural. Por desgracia, la íntima vinculación entre cultura y educación no se manifiesta en toda su organicidad. Así, que las autoridades educativas y culturales tiene mucho qué hacer. La enseñanza-aprendizaje constituye la piedra angular para la apropiación cultural en alguno de los múltiples contextos de la actividad humana.

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Edición: Estefanía Cardeña