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Misoginia en la cobertura y contenidos periodísticos

Especial: 8M Día Internacional de la Mujer
Foto: Cecilia Abreu

Melisa Agüero

El panorama para las mujeres dentro de la cobertura mediática sigue siendo un camino sinuoso. No importa si eres una víctima retratada en una nota periodística o si formas parte del equipo de un medio de comunicación, pasar el filtro patriarcal es casi inevitable, pero sobrevivirlo es lo verdaderamente difícil.

No hay espacios seguros para las mujeres dentro de los medios, tampoco existe una objetividad para la cobertura de temas de mujeres dentro del periodismo, porque para muchos la objetividad se basa en un lente masculinizado que dista mucho de comprender las violencias que se sufren a partir de los estereotipos de género.

Los sentimentalismos, generalmente asociados a lo femenino, no tienen cabida en las coberturas de feminicidios: entre más frío el número, más fácil es olvidarse de que se trata de miles de familias afectadas en su desarrollo, cotidianidad, hasta en su seguridad; y cuando logramos aislar y normalizar los casos como simples números, es mucho más fácil desviar la atención hacia otros temas, y aunque sabemos que esto ocurre, la metodología de publicación sigue siendo la misma, ¿y qué pasa cuando desviamos esa atención pero se la damos otras? Pues se abona a la criminalización de la protesta, por ejemplo.

Este 8M podremos ver a todos los medios de comunicación dedicando sus ediciones a la importancia de las mujeres en la vida social, pública y privada del país, sus aportaciones y un gran letargo de reflexiones en torno al tema, presumiendo lo progresistas y pro derechos humanos que son, pero a partir del 9 de marzo podremos ver el conteo de los daños a los monumentos, a los comercios, y después sumemos la tan esperada anécdota de las mujeres que se dedican a los servicios de limpieza que deben recoger “los desmanes unas cuantas revoltosas”, haciendo mofa pasiva de la dicotomía entre las buenas feministas y las malas feministas, para después concluir -como desde hace décadas en una comparativa entre lo que es ser una buena mujer y una mala mujer, como si fuesen hechos aislados, como si el que una parte rompa y la otra limpie fueran decisiones tomadas desde el ámbito de las mujeres, cuando perfecto sabemos que son resultado de un modelo social patriarcal el que nos ha traído hasta acá: rompemos porque nos matan, limpiamos porque la gran parte de labores domésticas y de cuidados nos han sido históricamente asignadas entre nuestras más obligadas actividades diarias y por ende, muchos espacios de trabajo de limpieza están otorgados a mujeres. Los medios que caen en estas comparativas, evidentemente sólo se suman a las actividades del 8M para generar likes, views y publicidad, porque en nada están generando una espacio seguro y parcial para las mujeres, ni se suman a un debate ético sino a polarizar.

Después del 8M, también nos queda más por analizar sobre la cobertura de la agenda de género en los medios de comunicación, y para muestra un botón: veamos el seguimiento, casi nulo, que se ha hecho a nivel local sobre el caso del grupo de Telegram convocado por estudiantes de universidades yucatecas en la que más de 2 mil hombres compartían fotos de sus compañeras desnudas y se daban tips de ligue para explotarlas sexualmente, noticia que ni siquiera durante los primeros días tuvieron espacios relevantes dentro de los periódicos impresos de la península, y que si llegó a medios nacionales fue gracias a la presión de activistas y colectivas a través de las redes sociales, y también gracias al trabajo de corresponsales que trabajan en la región, porque los periódicos locales, ya sea por intereses guardados o por tener un lente patriarcal desde sus mesas centrales de edición, tomaron la decisión de que muchas de las notas sobre el tema irían en espacios reducidos y sin imagen, en blanco y negro, y a algunas hasta en páginas pares, que son las que menos lectura reciben; aquellos que se dignaron a ofrecer un espacio en su portada para siquiera nombrar el caso, fueron “los más progresistas de la zona”.

No podemos hacernos de la vista gorda, existe misoginia en las mesas de redacción y eso está intrínsecamente relacionado con su toma de decisiones bajo un lente patriarcal notorio, porque si para las y los jefes de información, que haya cerca de 2 mil hombres, futuros profesionistas y actuales abusadores sexuales, aglomerados en un grupo de Telegram, y no les parece relevante como para ponerlo en un espacio a color y en la sección más leída del periódico, pues entonces no sé qué lo será. 

Sin embargo, durante esos mismos días, boletines de prensa de dependencias de gobierno recibieron espacios amplios y con una foto enorme. Ustedes concluyan cómo se prioriza la información desde las redacciones de los medios de comunicación, pero con perspectiva de género, creo que no mucho. Claramente las feministas necesitamos ponernos los lentes violetas e informarles lo que es realmente informar, porque en un medio impreso, los espacios que se brindan para cada noticia son estratégicos y tienen un objetivo: cumplir la tarea de visibilizar un tema.

El objetivo debería ser siempre priorizar lo socialmente preocupante, que haya abusadores sexuales en las universidades no es un tema menor, aunque la postura hegemónica de los medios quieran minimizarlo mientras logran posicionar otros temas menos relevantes.

Y si bajo esa visión se cubren actos violentos como los feminicidios y violaciones sexuales, no esperemos que para las periodistas estos centros de trabajo sean seguros y protejan su labor, porque también deben imponerse ante la toma de decisiones sesgadas, al mansplaining y, lo más común, al relego de sus contenidos y trabajos, según el filtro patriarcal, y esto es visible tan sólo en el número de columnas de opinión escritas por mujeres en México, que en 2020 el área de comunicación social presidencial reveló que sólo el 11 por ciento estaban escritas por ellas, mientras que un aplastante 89 por ciento de hombres lideraba la opinión en temas políticos y sociales del país; esto habla de que mucho de los textos que leemos para informarnos siguen teniendo el punto de vista masculinizado, eso, a pesar de que en ese mismo año, la Pontificia Universidad Católica de Chile dio a conocer que los textos de opinión escritos por mujeres tienden a ser más especializados que los de hombres y, sobre todo, muy alejado de los espacios que suelen ofrecerles a las mujeres que son temas únicamente de belleza y moda, cuando en realidad pueden hablar de economía, política, medio ambiente y género.

Resumido esto, ¿los medios de comunicación de verdad están abonando a la causa de las mujeres o están perpetuando el post machismo? Utilizando y memorizando la teoría feminista para seguir defendiendo los privilegios de los hombres a través de sus escritos. 

[email protected]

Edición: Ana Ordaz


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