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Violencia en el estadio, ausencia del Estado

Gobernanza y Covid-19 en Yucatán
Foto: Afp

César Guzmán Tovar

 

Lo que el mundo vio el pasado 5 de marzo en el estadio La Corregidora de Querétaro es el reflejo de una sociedad que se ha acostumbrado a convivir con una violencia extrema producto, principalmente, del narcotráfico y la corrupción. Hay que repudiar la violencia en el fútbol, pero antes hay que entender de dónde emerge esa violencia. Lo que vimos es la réplica de la degradación humana, es la falta de empatía hacia la humanidad de “los otros”. Muy cercano a la manera en que los carteles cuelgan personas en los puentes y degüellan personas, ¿verdad?

Urge en México un trabajo integral con las “porras” (barras populares). Las autoridades creyeron que con prohibir los trapos en los estadios se quitaban el “problema” de encima. ¡Qué visión tan pobre! Sabemos que las banderas no matan. 

En México no se ha tomado en serio a las barras (empezando porque las autoridades desconocen su lenguaje y sus códigos; por ejemplo, en varios espacios institucionales se sigue diciendo “porras” cuando ellas se han desmarcado de dicho término). En los años que llevo viviendo aquí no he conocido un solo programa en el que se busque dialogar con las barras para entender sus interacciones, sus dinámicas y sus rituales. 

Por otro lado, las barras no se han asumido como organizaciones con potencia social y cultural; muchas de ellas se han quedado en la parafernalia del carnaval sin trascender más allá de sus propias tribunas. Como organizaciones populares, su responsabilidad también está en acompañar las necesidades de los territorios más allá del espectáculo y del lucro.  

Lo que se vio aquella noche en Querétaro es la mezcla de una sociedad que ha vivido con el narcotráfico, con la impunidad y con el nacionalismo extremo. Basta de mirarse el ombligo y pensar que aquí no pasa nada; basta, también, de mirar hacia el norte para querer reproducir espectáculos de allá; basta de hablar de la “argentinización” del fútbol en México desconociendo sus propias dinámicas culturales; basta de entender la liga de fútbol principalmente como un negocio (pienso, por ejemplo, en la molesta intensidad de los anuncios comerciales durante las transmisiones de los partidos); basta de pensar que el fútbol debe ser indiferente a lo que sucede en la sociedad. 

Colombia, un país con una guerra interna de más de 70 años, decidió hace ya 20 años o más iniciar un trabajo con las barras desde “dentro” o desde “abajo”, como lo quieran llamar. Como barra, participé en lo que denominamos “barrismo social” y pudimos conocer, sentarnos y dialogar directamente con quienes habíamos considerado por años nuestros “enemigos”: personas de otras barras, miembros de la policía y autoridades gubernamentales (los medios de comunicación, en su egocentrismo, nunca quisieron participar). Al conocernos nos dimos cuenta que las barras éramos iguales en muchas cosas (piensen, por ejemplo, en los cantos idénticos), lo único que nos diferenciaba era la camiseta. Entonces se entendió que violentar a otras barras es violentarse a sí mismo. La lección de ese ejercicio para México y otros países es que hay que partir del re conocimiento, de la exaltación de los códigos y el respeto por la vida como acuerdos sagrados.  

El 5 de marzo en Querétaro no hubo códigos, no hubo re conocimiento, no hubo delimitación de un espacio de disputa simbólica y física, no hubo empatía por la humanidad y la corporalidad de la “otredad” en estado de indefensión. No hubo nada de eso porque a las autoridades del fútbol en México les ha bastado con prohibir y reprimir, pero no se han interesado por comprender qué hay adentro de una “porra”. 

Ojalá esta tragedia sea, por fin, el detonante no tanto para endurecer las sanciones indiscriminadamente y poner a la policía en contra, sino para que el Estado inicie un trabajo en los territorios (no solo en los estadios y sus alrededores) buscando comprender qué significa ser barra y así responder a una realidad que se ha negado por ignorancia o incompetencia. Síganos en: http://orga.enesmerida.unam.mx/; https://www.facebook.com/ORGACovid19/; https://www.instagram.com/orgacovid19  y https://twitter.com/ORGA_COVID19/.

 

Edición: Laura Espejo


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