El sistema educativo y la necesidad de transformación

Oscar Muñoz 

Hace relativamente poco que la Secretaría de Educación Pública (SEP) ha difundido una nueva currícula educativa, la cual sería implantada a partir del próximo ciclo escolar en las escuelas de educación básica del país. Sin embargo, antes de su implementación, la SEP ha convocado la realización de asambleas para su revisión y análisis, y en corto tiempo, ya que la secretaría federal ha planeado incorporar la currícula a partir de agosto próximo.

Hasta ahora se ha detectado, por una parte, un discurso apegado a la 4T, es decir, una exposición de argumentos que parecen derivar del enfoque educativo de Paulo Freire. Y no está nada mal, sobre todo porque este pedagogo considera que, antes de ver a la educación como el proceso de formación de capital humano, ésta debe ser concebida como un acto político, que implica necesariamente un esfuerzo colectivo y no precisamente un empeño individual, es decir, es mucho más valiosa una educación basada en la solidaridad social que una fundamentada en competencias personales.

De acuerdo con la presentación de la SEP, habría que considerar la currícula educativa como un “horizonte de transformación paulatino y constante”, lo que es congruente con todo aquello que requiere un cambio de enfoque. Aunque de inmediato aparecen ciertas dudas, como la orientación que tendría la nueva currícula y si ésta tendría la consistencia de una profunda transformación. No hay que olvidar que la intención de la propuesta de Freire era “transformar una realidad insoportablemente injusta y opresiva”.

Si bien las autoridades educativas de la 4T han cuestionado la currícula educativa anterior, la cual estaba fundamentada en el sistema de competencias e impregnó las escuelas de educación básica durante la gestión de Peña Nieto y Aurelio Nuño, la nueva currícula no es tan precisa como debería ser. Hace falta determinar el enfoque de transformación de modo muy preciso y no tan vago como se le ve hasta ahora, y definir hacia dónde debe estar orientado el sistema educativo nacional. 

No será suficiente incluir en la currícula contenidos y métodos así nada más, sin determinar su orientación. Si bien deben ser contenidos fundamentales, como la lectura y la escritura, la suma y la resta, la Independencia de México y la Revolución Mexicana, los bosques y los desiertos, entre otros, también debe estar precisa la orientación de los mismos. Es decir, no basta con saber qué contenidos, sino también hay que saber para qué servirían y en qué circunstancias. No será igual aprender a sumar en un sistema de competencias individuales que en un contexto de solidaridad social.

No hay duda que la mal llamada Reforma Educativa de Peña Nieto debía ser derogada, ya que, además de lesionar los derechos laborales de los docentes, la tendencia pedagógica profundizaba una degradación de alumnos, todo con el propósito de generar futuros trabajadores aptos y competitivos, más que formar ciudadanos consistentes y solidarios. Si bien ya no existe más el examen de permanencia de los docentes en el sistema educativo, aún persiste la evaluación de docentes para la promoción a través del sistema profesional de carrera, y así otros aspectos que ponen en duda el supuesto enfoque de la transformación educativa. 

Por lo anterior, será necesario que docentes y padres de familia se aseguren de que el sistema educativo sea verdaderamente transformado en beneficio de los individuos y la comunidad de cada localidad de México. Además, los contenidos y métodos educativos tendrán que presentar una orientación precisa y consistente, los cuales tendrían que contribuir a la transformación que se espera desde hace tiempo. Han pasado poco más de tres años de este gobierno y el tiempo se agota.

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Edición: Ana Ordaz