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Bromas del universo

Caracolo soñaba con ir a Jamaica, y lo logró; regresó a Yucatán con fuertes vientos
Foto: Juan Manuel Valdivia

El Día del Niño es todos los días de año. Así que, para los niños y niñas, chicos y grandes, qué mejor que un cuento que aterriza en broma de la realidad:

 

Sueños caracolinos

Caracolo se encontraba a la orilla del mar de Chelem, uno entre mil, en un millón quizá. Teje suspiro, hilvana penas y sus lágrimas, transformadas en caracolitos, se resbalan una a una por sus cachetes caracolinos mientras sus compañeros platican chismes de aquí y de allá.

- ¡Ay, Caracolo! –solía decir su amigo Caracolito Sinzón-. ¿Por qué sufres tanto?

-Extraño mi hogar…  ¡Snifff! En el mar nací, pero tengo en mis venas sangre jamaicana y una no sé qué nostalgia que no me deja vivir tranquilo. Y así Caracolo llora y llora caracolitos chiquititos que se van acumulando a su lado.

Un día vio en la lejanía, en el muelle de Progreso, el arribo de un barco, que enarbolaba la bandera de Jamaica.

- ¡A Jamaica me voy! –gritaba-. ¡Me voy! -Ese barco recién atracado al muelle ha venido por mí, seguramente alguien ha escuchado mi lamento y lo ha enviado.

-¡Ja, ja, ja!  –los caracoles se daban maromas de risa-. ¿Y cómo planeas llegar al muelle?

- Carolo no supo qué responder. Se metió en su concha por cuya abertura continuaron escurriéndose caracolitos pequeños.

A la mañana siguiente, muy temprano, respiró tranquilo al distinguir la bandera jamaiquina jugando a ser ola sobre el cielo destintado.

-Gaviotita. Pssss! –llamó quedito para no despertar a sus vecinos. ¿Te puedo pedir un favor? 

- ¿De qué se trata? –preguntó el ave.

- ¿Podrías llevarme a ese barco atracado en el muelle? Es mi única posibilidad. Moriré si no conozco Jamaica.

La gaviota, recordando sus sueños aceptó ayudarlo. Tomó el caracol con el pico y abanicando los vientos comenzó a volar. Fue tal la emoción de Caracolo que quebró el silencio de la playa con su pregón: 

- ¡A Jamaica me voy! ¡Adiós, adiós!

El gozo duró únicamente doce olas y media, ya que la gaviota no calculó la brisa, el peso del caracol ni sus fuerzas y cuando quiso decir algo así como: “Cuidado no te vayas a caer…” abrió el pico y… Caracolo, sin más ni más, se hundió en el mar, de donde logró salir hasta la resaca del día siguiente. Para entonces, ya nadie le hizo caso, únicamente Caracolito Sinzón, le llevó algas como alimento y un poco de ternura para las heridas del orgullo.

- ¡Animo, Caracolo, le dijo, otra vez será! -Parece que morirás sin conocer Jamaica, dijo a manera de consuelo.

-Prefiero morir intentándolo, respondió con firmeza.

Esa noche se desató una poderosa tormenta. Parecía como si los vientos se encontraran enojados y en competencia por demostrar su poderío, mecían las palmeras de un lado al otro y, éstas, arrojaban sus cocos como proyectiles a su alrededor. Únicamente Caracolo dormía plácidamente abrazado a su sueño. Al amanecer, los caracoles se soplaban unos a otros para quitarse la arena que los cubría. - ¡Fu, fu, fu, fu! Alguien descubrió la ausencia de Caracolo y Caracolito Pinzón lo lloró.

“Te voy a extrañar, Caracolo”, escribió en una ola para que ésta se lo dijera donde quiera que lo hallara. A vuelta de ola recibió la respuesta: Querido Pinzón: A Jamaica me voy / en Jamaica estoy, / me trajo una ola / y un camarón. // ¡Lo logré! / Caracolo.

 

La broma

El huracán Gilberto, el desastre natural de mayor impacto que ha llegado a la península de Yucatán provocó que encalle un carguero de nombre Lady C, proveniente de Jamaica.  Y, como broma del universo, ya que el cuento era anterior, pudiendo haberse atorado en Chuburná, Telchac, o anexas, quedó varado… ¡en la playa de Chelem! Los locales aún recuerdan el hecho, y platican de las excursiones que organizaban para ir a ver el proceso de desmantelamiento, ya que la carga de cemento se mojó y Lady C no pudo volver a navegar. 

Las historias al respecto, siguen circulando, lo que no saben es que, al terminar de quitar las placas de acero, en el fondo, estoy segura porque lo conozco, había un puñado de caracoles. Y es que, ya en Jamaica, Caracolo, sintió nostalgia de su arena, organizó un viaje para traer a unos amigos a contemplar las bellezas de su tierra, jaló al huracán Gilberto, y el 14 de septiembre de 1988, llegó de regreso a casa.

 

Lee, de esta misma autora: Coincidir


Edición: Mirna Abreu


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