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Historias que se bordan en la memoria

Las leyendas urbanas se van gestando de a poquito en poco
Foto: Margarita Robleda Moguel

Un día pasé frente a la escuela primaria de la colonia Cordemex y me encontré pintada en una barda. Las prisas y otros asuntos no me permitieron aterrizar las preguntas de cómo llegué allá.

El sábado, que madrugué para estar en mi cita mensual en la radio con José Luis Preciado, tuve tiempo de investigar. Al entrar a la colonia, mi menté voló a 1978-79. Se esfumaron 43 años y me vi alumna de teatro de María Alicia Martínez Medrano, en el Centro Cultural Cordemex. En ese entonces, doña Blanca de Rioseco, esposa del director de la paraestatal, estaba muy preocupada por los jóvenes que cometían infinidad de desmanes que atropellaban a las familias. Brillante, doña Blanca se dio cuenta de que no mentía el refrán de que: “El ocio es la madre de todos los vicios”, e invitó a la maestra Martínez Medrano a diseñar un centro cultural, que ensanchara el horizonte y promoviera el sentido de comunidad. 

María Alicia había diseñado las guarderías del Issste a nivel nacional, por lo que contaba con una amplia experiencia, y coordinó a un equipo de programadores que armaron un proyecto amplísimo que incluía educación abierta, deportes, ajedrez, manifestaciones culturales y, sobre todo, identidad.

En ese entonces, mi programa en el canal 2 local, El mundo de Margarita y Chavita, estaba en todo su esplendor. No existía cable, por lo que los domingos a la 9 de la mañana todos los niños de Mérida tenían una cita con esta rana y su guitarra.

Con motivo de la fiesta de Reyes, la maestra María Alicia me preguntó si estaría dispuesta a montar a un elefante frente al Centro Cultural. Curiosamente, el día anterior había pasado por al circo y lo vi factible. Lo que no sabía era que aquel no era el sujeto a montar sino su mamá. ¡Ups! 

El domador con traje de rey mago se encontraba en el frente y yo, con mi guitarra Chavita en mano, detrás. Los niños y niñas alucinaron. Margarita, esa que los acompañaba los domingos desde la televisión… ¡estaba encima de un elefante en la puerta de su casa encantada de la vida repartiendo besos de rana! 

El gusto no duró más de cinco minutos pues comenzaron a reventar voladores, sonido que apanicó al paquidermo y lo hizo caminar más rápido hasta volverse carrera galopante. En un segundo hice un recorrido mental por mi vida. Solo logré decirme: “Ufff, tanto batallar para morir aplastada por un elefante”. Al final de la calle, el elefante frenó, el rey mago voló de frente y esta pasajera, de lado. Gracias a que la guitarra se estrelló en el asfalto, no se hizo añicos mi codo. 

En ese momento, llegaron una multitud de niños y niñas asustados preguntando si estaba bien. Recuerdo respondí: “Ehh, tranquilos, así me bajo yo”.

Por supuesto que los chiquitos quedaron muy impresionados y lo manifestaron en los dibujos que hicieron. En algunos, Margarita se veía chiquita y el elefante enorme. En otros, la historia era al revés. Alguien le puso alas de ángel a esa rana y otros, crucecitas en los ojos. 

Agradezco al pintor anónimo su amor que perdura los años. Seguro fue uno de los alumnos que vivieron esa experiencia, así como la otra en la que llegue en helicóptero al parque de pelota. El mural incluye el artefacto en pleno vuelo. Recuerdos que nos marcan y acompañan siempre y en la menor oportunidad se manifiestan en un mural o se cuelan en las pláticas familiares que integran recuerdos y risas. 

Después de un tiempo, emigre a la CDMX y muchos niños no volvieron a saber de mí. Al descubrir la fuerza de la palabra, decidí que no volvería a anunciar nada que no fuera la vida, las raíces, la justicia y la esperanza. Los niños de hoy, no saben quién es esa mujer, guitarra en mano, montada sobre un elefante. El dibujo es estimulante y enciende la imaginación. Quizá piensen que en Yucatán solía deambular semejante espécimen, o que el arco iris es el portal que los trajo de otros mundos. Las leyendas urbanas se van gestando de a poquito en poco. Creo que es el momento de irlos a visitar para compartirles la historia donde sus papás chiquitos participaron en una Fiesta de Reyes. Pediré a la Dirección que invite al pintor para agradecerle mantener viva la memoria.

Gracias María Alicia Martínez Medrano, tu paso no fue en vano.

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Lea, de la misma autora: Perlas, para zarandear caminos

 

Edición: Estefanía Cardeña


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