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A resetear a chiquitos

A reconstruir lo que dejó a su paso el huracán Covid-19
Foto: Fernando Eloy

Veo las imágenes de la Florida y me vienen a la mente los cachorritos de nuestra especie, nuestros chiquitos. La pandemia, más prolongada que el paso de Ian, ha hecho estragos con sus cuerpos, almas, y corazoncitos. Así que de la misma manera que las autoridades del país del Norte se reúnen para recuperar la vida de los sitios por los que transitó el huracán, aquí, urge que papas, abuelos, tías, maestros e instituciones enfrentemos a conciencia las consecuencias que, de seguir ignorando, pueden traernos resultados que nos afectaran a todos.

Más de dos años y medio estuvieron nuestros pequeños encerrados con adultos que vivían su propia tragedia y se refugiaba en lo que encontraron más agradable. Así pues, el niño se quedó solo frente a la pantalla, ya sea para sus clases en línea o elegir su escape que puede ser matar hormiguitas o inmigrantes. La indiferencia y falta de empatía comenzó a nutrirse de su alma; su cuerpo dejo de moverse. 

Y es así como me comentan maestros, que los niños, en su regreso a la escuela no quieren realizar esfuerzos, incluso, han olvidado correr. Eso no quiere decir que en su casa no lo hayan hecho, pero hacerlo en esos espacios reducidos, les deben de haber traído consecuencias, sobre todo, entender que mientras menos “lata” dieran, mejor. Calladito te ves más bonito. Sin reír, sin gritar, sin brincar ni platicar… ¡Ups! Como las estatuas de marfil. 

Urge resetear a los chiquitos, pero para hacerlo, debemos de iniciar con nosotros mismos. Si entendemos que las comidas, son el único lugar de convivencia, de encuentro; de que estamos en vía de convertirnos como familia, en un grupo de desconocidos que únicamente comparten el mismo techo y apellido; que elegimos no hablar para evitar conflictos, por lo que desconocemos sus sentires, sueños, miedos y esperanzas… urge poner reglar del uso del celular. 

La realidad es que no las ponemos, porque nosotros no deseamos apagar el nuestro, preferimos comunicarnos con el lejano en lugar del próximo, a pesar de que el distante es un X que únicamente nos da placer al alimentar nuestro ego con sus likes, y el silencio con el cercano tendrá, a la larga, consecuencias de pobreza en la comunicación.

Padres de familia: urge ir a las juntas de la escuela y platicar con los maestros las manifestaciones de cada grupo y buscar entre todos, soluciones. Los baches en los procesos escolares son una realidad. No podemos dejar solos a los maestros con este paquete. Urge hacer alianzas entre todos, y una manera maravillosa de participar, es leerles cuentos a los niños. Eso propicia la cercanía, enriquece el vocabulario, alimenta la imaginación; da elementos de geografía, ciencias, lógica; abre ventanas a descubrir soluciones, espejos donde mirarse y descubrir posibilidades; raíces para plantarse y florecer, ¡disfrute! Entre muchas, muchísimas cosas más. 

Hay que hacer a un lado la flojera y regresar a los parques a correr, a desarrollar habilidades motrices, a socializar y disfrutar los espacios abiertos. Regresemos a las bibliotecas, visitemos las librerías y descubramos cuales son los intereses de los chiquitos.  

Necesitamos asomarnos a las páginas de los municipios para enterarnos de sus propuestas culturales, si no las tienen, toca solicitarlas. Hay que salir al encuentro de la vida e investigar qué está haciendo Andrea Herrera en Titeradas, donde juegan las Amazonas, si hay exposiciones de arte. ¿Conocemos los museos? Ha llegado el momento de investigar. Dos años y medio de modorras nos han robado la curiosidad y el espíritu de aventura. 

En las zonas arqueológicas, los domingos la entrada es libre. Nuestros chiquitos deben conocer la riqueza que traemos en la sangre y que asombra a los visitantes de todo el mundo. El otoño nos dice que ya va siendo hora de salir de nuestra madriguera a pueblear. Fortalecer los lazos con los familiares, bordar recuerdos que sustentaran la vida, volver a comunicarnos entre nosotros. No es posible que las plataformas, nos secuestren y apoltronen, nos roben el placer de convivir. 

Toca resetear a la familia. ¿Qué tan valiosa es para nosotros? Es tiempo de reconstruir lo que el huracán Covid-19 nos robó.

[email protected]

Edición: Emilio Gómez


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