Ceteris Paribus

Morena es una marca política de moda, antes que una organización de fondo. El partido guinda asemeja una marca comercial-electoral, la más potente de México y cosecha enormes beneficios por esa posición singular. 

Como les ocurre a todas las marcas dominantes, los consumidores de Morena primero se fijan en que un producto tenga el logo que los atrae, y luego en la calidad o pertinencia del objeto específico que van a adquirir. En una marca dominante de ropa o calzado, importa más que la prenda presuma el logo preferido, antes que el producto esté bien hecho o sea útil. Así, resulta más relevante que un candidato sea de Morena, antes que saber si ese candidato o candidata es el adecuado para la circunstancia específica de cada comunidad.

El poder comercial-electoral de Morena le ha permitido penetrar en estados y regiones donde básicamente no existía ni tenía presencia de estructuras. Una marca nacional dominante no requiere más que su atractivo amplio para competir con éxito frente a marcas regionales en mercados locales. Esa es la historia del dominio de las marcas del centro del país o de las etiquetas globales. 

Por el contrario, marcas históricas, pero pasadas de moda, mal calificadas o de plano ya de salida como las del PRI, PRD y parcialmente el PAN, pueden tener grandes problemas para posicionar productos de buena calidad frente a sus electores. Es más sencillo vender un mal auto producido por la marca correcta, que vender un buen auto que ostente el escudo de una fábrica con mala o dudosa reputación. 

Y las cosas se ponen más complicadas. Una marca nacional en su expansión sobre mercados locales generalmente sigue dos estrategias: la adquisición de competidores o la quiebra de sus rivales con prácticas duras. En Yucatán y en casi todo México, Morena claramente está adquiriendo al PRI. El partido guinda crece más en las encuestas en la medida que el PRI pierde puntos. Morena se acerca al 40 por ciento de respaldo ciudadano en Yucatán cuando el PRI cae a tan sólo el 6 por ciento de simpatías ciudadanas. El PAN local -hasta ahora- no se beneficia de la erosión tricolor. Con los consumidores indecisos ocurre lo mismo, en la medida que los indecisos han ido disminuyendo, la marca nacional guinda ha ido capitalizando puntos (por lo menos eso señala el tracking de los últimos meses de Massive Caller).

En ese escenario, Acción Nacional tiene un gran dilema. Por un lado, como marca local tiene un buen prestigio (la gestión de Mauricio Vila en los temas que más importan: seguridad, empleo y economía), pero es obvio que su etiqueta azul puro no le va a alcanzar. Por otro lado, el PRI local parece claramente decantarse hacia Morena y uno debe preguntarse si el formato tradicional de la Alianza Va Por México -como están las cosas- sumaría o restaría a la oferta del PAN.

En términos coloquiales, el azul marino del PAN profundo muy difícilmente podrá sólo contra el color guinda, lo que se requerirá entonces es una fórmula que represente un azul más claro e incluyente, uno que pueda encarnar la identidad y excepcionalidad yucateca, frente al avasallamiento centralista de Morena como fuerza nacional. 

El PAN tiene dos productos opcionales y complementarios en este punto: Renán Barrera y Liborio Vidal. La gran pregunta es quién de ellos dos -tomando como punto de partida los logros y proyectos consolidados o encaminados por Mauricio Vila- puede construir las alianzas, puentes y sumas que le permitan a una marca ligeramente maltratada a nivel nacional -pero bien posicionada en lo local- ofrecer un producto 100 por ciento yucateco que convenza a la ciudadanía que vale la pena cuidar y continuar con nuestra ruta propia. 

Ceteris paribus, a Morena con la marca le basta para en el 2024 absorber a Yucatán en su proyecto construido desde el centro del país. En cambio, el PAN, para mantener la excepcionalidad yucateca, deberá equilibrar su marca regional con un producto (o una fórmula de productos) que nos pueda representar a todos. 

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Edición: Estefanía Cardeña