El pueblo brasileño acudirá por segunda ocasión para finalizar la elección presidencial mostrando su preferencia entre Jair Bolsonaro (Partido Liberal) –actual mandatario- o Luiz Inácio Lula da Silva (Partido del Trabajo), la primera vuelta otorgó a Lula 48.4 por ciento de la votación dándole la ventaja, pero, también, la preferencia electoral dio a Bolsonaro 43.2 por ciento sorpresivo si nos basamos en las predicciones realizadas hasta antes del 2 de octubre, cuando se efectuó la inicial votación, además, en esa misma ocasión, los partidarios del neofascista mandatario obtuvieron un control mayoritario del Parlamento y de varios gobiernos regionales, lo que perfila a un periodo de Gobierno muy complicado aún con la victoria del candidato del PT.
El panorama se ve complejo, pues si bien Lula obtuvo la mayoría en la primera vuelta, también es cierto que muchas encuestas han apretado el margen de preferencia entre los votantes, y si bien algunas de estas encuestas forman parte de la campaña abierta de agresión y desinformación de Bolsonaro, tampoco puede obviarse que la polarización entre las dos opciones ha llegado a niveles elevados que se manifiestan en diversos puntos de disputa, los extremos se dejan ver en un ambiente exacerbado por las intenciones desestabilizadoras de la democracia endeble por parte del bolsonarismo y sus seguidores, cuyos rasgos neofascistas ya han sido comentados en otros momentos.
No debe descartarse que los partidarios de Bolsonaro tengan preparados actos desestabilizadores que empañen las elecciones y puedan ser usados como excusas para, cínicamente, hablar de un fraude si el resultado es favorable para Lula con un bajo margen de diferencia, realmente el panorama ideal para salir de este periodo oscuro latinoamericano que ha significado el ascenso del neofascismo, es que la victoria del PT sea por un margen amplio que evite cualquier puesta en duda y sirva de muro contenedor ante las artimañas del actual Gobierno caracterizado por la agresión a cualquier manifestación política de izquierda o progresista, tanto de palabra como en hechos.
Ya se ha mencionado que la segunda vuelta en Brasil es de suma importancia para la reconfiguración geopolítica de la región, ya que para las aspiraciones de izquierda o progresistas es necesario contar con el gigante sudamericano, no sólo por su poderío económico, sino por el significado que traería la derrota de uno de los acérrimos aliados del imperialismo estadunidense y del sionismo israelí de los últimos años. Las prácticas agresivas de Bolsonaro podrían emular las acciones de su ex aliado estadunidense Donald Trump, cuando irrumpió en el Capitolio de Washington tras verse derrotado, pues no se olviden las declaraciones del propio Jair, quien expresara que: “Si pierdo, es porque el voto ha sido falsificado”.
El intelectual franco-brasileño Michäel Löwy ha dicho que Lula “encarna actualmente la esperanza del pueblo brasileño de poner fin al episodio neofascista de los últimos cuatro años”. Esto, considerando que el ex líder obrero cuenta con el apoyo de amplios sectores de la izquierda y de diversos movimientos sociales, así como también de sectores de la burguesía industrial que no vio reflejada en la política económica sus intereses en los negocios y demás actividades productivas.
La moneda está en el aire, pero algo que parece seguro, es que, si Lula obtiene el triunfo –como esperamos suceda-, no bastará con la buena voluntad para la transformación del país sudamericano, será necesaria la movilización social para defender la voluntad democrática del pueblo brasileño.
Edición: Emilio Gómez
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