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Foto: Jusaeri

El modelo de seguridad y crecimiento económico de Yucatán existe en un delicado balance entre calculada independencia frente a la Federación y coordinación con la misma. Eso lo hemos analizado a cierto detalle en otros textos. Sin embargo, hoy debemos traer a la arena un factor esencial para cualquier modelo de desarrollo verdaderamente yucateco: el tiempo. 

No nos referimos al tiempo en su sentido amplio, sino en su sentido más mundano, el horario, el huso horario con el que Yucatán debe realizar sus labores cotidianas. Ahora que la Federación ha decidido dar por terminado el esquema del cambio de horario, nuestro estado no puede -en ese ánimo de llevar una relación no problemático con el gobierno en la Ciudad de México- sino plegarse a dicha normativa. Ahora bien, dentro de ese ánimo de concierto hay espacio y oportunidad para preguntarnos en cuál huso horario debe quedar enmarcado Yucatán. La pregunta no es irrelevante y este es un buen momento para abordarla. 

En el México pre-democrático era lógico que una entidad coordinara sus relojes con Palacio Nacional, pues todos los recursos, subsidios, permisos y decisiones políticas fluían desde esa longitud: centro de poder y hacienda. Un Yucatán que vivía de subsidios o de línea política capitalina, debía estar sincronizado hasta en el reloj. 

En este momento, con un Yucatán que apuesta al turismo, con un especial énfasis en el turismo internacional y regional, al desarrollo de sus puertos y centros logísticos, al aprovechamiento de su patrimonio cultural y natural y, en suma, a proyectarse y conectarse al mundo, es probable que tener el mismo horario -ahora fijo- que la Ciudad de México, no sea lo más conveniente. 

Si vemos en el mapa nuestras coordenadas geográficas, específicamente la longitud geográfica, veremos que nuestra posición nos alinea más con los horarios de Atlanta, Nuevo Orleans, Houston, Detroit, Chicago, La Habana, incluso Nueva York. Con el nuevo horario fijo en Yucatán oscurece demasiado temprano en gran parte del año, por lo que perdemos horas de actividad turística valiosísima y nos desfasamos con muchos de nuestros mercados potenciales. 

Vamos, incluso un mercado esencial desde el que aspiramos atraer importantes flujos turísticos como Quintana Roo queda ahora con la inconveniencia horaria y los dilemas logísticos y de aprovechamiento del tiempo que ello implica. Es probable que Yucatán pueda obtener importantes ventajas económicas y productivas ubicándose en un huso horario distinto al de la capital del país -una hora adelante- esto si realmente se concibe como un futuro centro logístico, comercial, industrial y turístico regional e internacional, antes que una entidad dependiente del centro. 

La respuesta a esa pregunta no es sencilla, así nuestro instinto nos diga que el Sol se mete demasiado temprano y que podríamos utilizar mejor la luz para hacer avanzar al estado; habrá que hacer números y más números. Lo que es innegable es que para construir cualquier respuesta debemos empezar por preguntarnos hacia dónde ve el Yucatán del futuro: al Atlántico y la región caribe, al mundo entero o simplemente ve hacia la Ciudad de México como eje de su destino. 

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Lea, del mismo autor: Faber est suae quisque fortunae



Edición: Estefanía Cardeña


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