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Los derrotados de la Revolución

Las novelas de Mariano Azuela produjeron incomodidad por diversos motivos
Foto: Gobierno de México

La novela de la Revolución suma una lista de autores cuya calidad les asegura un sitio notable en la cultura mexicana. El jalisciense Mariano Azuela (1873-1952) es uno de ellos. El trazo descarnado con que retrata a muchos de sus personajes se debe en gran medida a la decepción que lo invadió al observar, entre las secuelas de la lucha armada, el encumbramiento de sujetos que contravinieron con sus acciones los principios programáticos que dieron sentido al cambio de régimen.

El reconocimiento de su obra fue tardío, y cuando llegó después de una fase de profundo desánimo que lo hizo dudar de su vocación creadora, pudo evaluar con serenidad los recursos que le permitieron ocupar el lugar que le corresponde en la literatura nacional. Para entonces ya había publicado varios libros que pasaron inadvertidos para el público; nadie los había comentado en la prensa, y cuando esto ocurrió, causó el efecto de un polémico descubrimiento. Por esto resultan de suma importancia sus escritos de contenido testimonial, particularmente El novelista y su ambiente, en que refiere las circunstancias que confluyeron para hacerlo superar el anonimato al que lo confinó la indiferencia de sus colegas capitalinos, cuya desconfianza sólo quiso hallar en él a un médico de provincia que incursionó en las letras, pero que en una perspectiva más amplia se dejó ver como un conocedor agudo de la insurrección contra la dictadura, proceso con el que asoció la permanencia de su nombre.

Los de abajo, su novela más aclamada, traducida a varios idiomas y fuente de numerosos estudios académicos, no halló el eco deseado en su primera edición, y sus obras anteriores habían corrido igual suerte. A partir de la experiencia vivida, resultan valiosas sus apreciaciones acerca del oficio de escritor, con un sentimiento comprensivo de la incertidumbre que invade a los autores primerizos por carecer de bases sólidas para discernir el rumbo de sus pasos, con riesgo de retraerse de su impulso inicial y abandonar el camino elegido.

Examina el papel de la crítica en el mundo de las letras, haciendo notar las cualidades que dignifican el trabajo de los que la ejercen y, por consiguiente, los desatinos en que incurren quienes se valen de ella para desahogar resentimientos y para dar salida a expresiones de encubierta charlatanería. Y aun aquellos que se conducen sin otro afán que analizar los textos en sí mismos pueden discrepar en los juicios emitidos sobre alguno de ellos. Como ejemplo tuvo a mano las opiniones que suscitó su obra.

Las novelas de Azuela produjeron incomodidad por diversos motivos, en ocasiones por el descuido formal que aflora en algunas de ellas, otras veces por su crudeza que pareció excesiva a más de un lector, y hubo quienes se sintieron aludidos en la caracterización de sus personajes. Unos adujeron no conocer sus escritos cuando estos comenzaron a recibir elogios, tal fue el caso de Victoriano Salado Álvarez, a quien su paisano había remitido puntualmente sus libros sin que el destinatario se hubiese ocupado en leerlos.

Al reseñar El camarada Pantoja en 1939, Ermilo Abreu Gómez le reprochó a Azuela el haber referido en esta novela sólo “la mitad de la verdad” de la Revolución mexicana, mostrando sus figuras más abyectas y sus ángulos más censurables, omitiendo, en cambio, las buenas intenciones de una parte de los alzados que intervinieron en los acontecimientos, como si fuese preferible que el autor renuncie a su criterio de seleccionar los aspectos a destacar en sus páginas obligándose, en cambio, a insertar mensajes de moralidad ejemplar. José María González de Mendoza defiende “el derecho de artista” del jalisciense, encontrando en su trama “un aguafuerte de intenso realismo pero cargado de sombras”. En la segunda edición de esta obra, Azuela atenuó los rasgos de libelo que algunos creyeron encontrar en ella.

Acerca de su estilo decía: “[…] soy y lo he reconocido siempre un novelista popular y lo que escribo es para el pueblo y no para los literatos, por lo que más me interesa al componer un libro es que sea lo más leído posible”. Su trayectoria demuestra que también probó formas de escritura que se apartaron de la novela tradicional, y estaba consciente de la opción genuina de publicar igualmente para públicos selectos, que lo son por el solo hecho de adentrarse en textos de estructura más compleja.

Muchas ideas significativas pueden desprenderse de los apuntes autobiográficos de Mariano Azuela, hombre de letras que, tras atestiguar desviaciones y consecuencias ominosas de algo que contribuyó a forjar, contó entre los derrotados de la Revolución a quienes vieron eclipsarse los valores esenciales que la guiaron.

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Lea, del mismo autor: Las prendas de 'Rich' Mimenza


Edición: Estefanía Cardeña


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