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Aquel otro ''momento Yucatán''

Noticias de otro tiempo
Foto: Etcétera, “Pintar como querer”, El Padre Clarencio, 11 de febrero de 1906

Los logros de Yucatán en materia económica y de seguridad tras la pandemia de Covid-19 han llamado la atención a más de uno en todo México y más allá de sus fronteras. No en balde la entidad tiene resultados excelentes en atracción de inversión extranjera directa. La situación, sin embargo, no es nueva. Hace poco más de un siglo, el avance de Yucatán también llamaba la atención y eso se reflejaba en el ambiente político.

En las páginas de El Peninsular, en su edición del 28 de febrero de 1906, hallamos el comentario a un artículo publicado en El Popular, periódico de la capital del país, cuyo título atraía por ser una interrogante: “¿Por qué son ricos los yucatecos?”. La publicación en El Popular debió ocurrir pocos días después de la visita de Porfirio Díaz al estado, durante la cual el dictador declaró que el yucateco era un pueblo feliz porque no había huelgas.

Ahora, la nota en el diario de José María Pino Suárez tenía por objetivo promover la reflexión sobre cómo eran vistos los yucatecos en la Ciudad de México y el resto del país, por lo que se percibe un diálogo entre ambos periódicos, pues El Popular comienza diciendo que su propósito era “que procuremos sacar algo práctico en todas esas novedades, y que no nos limitemos a una admiración estéril de los recursos y riquezas con que cuenta tan importante estado de la República […] para que tomemos ejemplo, y tratemos de imitar aquello que nuestro pueblo pueda secundar, de tan elocuentes lecciones”.

Llama la atención que el periódico capitalino haya señalado al trabajo como la clave para el éxito yucateco, aunque hay que reconocer que no lo hace desde una perspectiva socialista, que iría hacia darle valor agregado a una materia prima, sino a una de corte liberal que asociaba el bienestar individual con la participación en una empresa colectiva, en este caso el cultivo del henequén. Así:

“Por perezoso que sea el mestizo, por indolente que sea el nativo, al contemplar las ventajas inmensas que resultan de la aplicación de sus energías a la labor común, la propia conveniencia le tienta a seguir el ejemplo general. Iniciado en el trabajo, se encariña con él al ver que le produce; aprende a enamorarse, no del bien pasajero de un día, que le procure lo suficiente para hacer sus libaciones en abundancia, sino de su bienestar definitivo, de su prosperidad segura, cuando ve que con un poco de trabajo y actividad sostenidos durante algún tiempo, una suerte mejor le sonreirá y puede aspirar a otra esfera social superior a la en que naciera”.

Sin embargo, el artículo remata con preguntas clave para cualquier economista: “¿Por qué al mismo tiempo, si hay escasez de brazos, como se dice, los salarios no suben? ¿Por qué el trabajo humano está tan mal retribuido entre nosotros? ¿Por qué esa enorme cantidad de hombres que se lanzan al motor eléctrico como al supremo remedio, a ganar tristes diez centavos por hora? […]”.

En efecto, los redactores de El Popular apenas tuvieron una impresión de la realidad yucateca. A las fiestas presidenciales siguió un periodo de austeridad que impidió nuevas obras, y el retrato de Yucatán que habían tenido a la vista resultaba incompleto. La visita de Porfirio Díaz había servido para dar fin a lo que se denominó “la campaña contra Yucatán” que denunciaba las condiciones de trabajo en las haciendas henequeneras, acusando de esclavistas a los hacendados, y fue tan exitosa que el “momento Yucatán” de entonces terminó en la incorporación del gobernador Olegario Molina al gabinete presidencial; incluso se le mencionaba como candidato a la vicepresidencia para 1910. En un párrafo, El Peninsular hizo notar precisamente a la gira de don Porfirio se debía “tan halagador cambio en las expresiones de la prensa metropolitana respecto del Estado”.

El actual “momento Yucatán” es también de claroscuros. Así como hay índices en los que la entidad tiene un éxito innegable, debemos prestar atención a otros problemas que siguen presentes, como las cifras de suicidios, el trabajo informal, enfermedades como osteoporosis y diabetes y su relación con la economía. En suma, mantener los pies en la tierra y reconocer que la atención que se reciba del exterior no soluciona de fondo la problemática de la que se prefiere no hablar.

 

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Leer del mismo autor: Celebrar con trascendencia

Edición: Laura Espejo


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