Este miércoles, la poetisa Elisa Chavarrea Chavarrea Chim se dirigió al pleno del Congreso de Yucatán, con motivo del Día Internacional de la Lengua Materna. Su palabra emociona por ser testimonio de lo que vive hoy en día la población indígena del estado, que tal pareciera debe defender con uñas y dientes algo tan básico como hablar el idioma que se escuchó desde el nacimiento.
Cual si se tratara de una mazorca, Elisa fue desgranando la historia de resistencia de la lengua maya de la península, dejando caer palabras precisas, las justas y necesarias para indicar que se trata de un idioma igual de importante que cualquier otro de los que se enseñan en la escuela o cuyo aprendizaje puede ser certificado por algún organismo internacional.
Pero recuerda que desde la infancia existe presión para silenciar la voz interna, que entiende y expresa el mundo de una manera única; el ruido de otras lenguas podría callar el maya, pero entre el barullo, las notas a menor volumen también forman parte de la sinfonía.
Una lengua que desde el siglo pasado, en nombre de una identidad nacional mestiza, de una raza de bronce, fue desplazada de las escuelas. La intención era alfabetizar, y no se quiso entender que el maya llevaba cuatro siglos dejando su testimonio en tinta y papel.
El idioma de Elisa, y otras 525 mil 91 personas, según cifras del Inegi, es más fuerte que las ceibas, jabines, ciricotes, zapotes y caobas. Esas maderas que en un tiempo fueron también la riqueza de la península y hoy también se ven amenazadas por la expansión urbana y desarrollos inmobiliarios, que absorben particularmente las vidas de muchos mayahablantes, también están ahí, no esperando, sino resistiendo, porque sin ellos el mundo también tendría una gran pérdida.
Más árboles de raíces profundas, tronco gallardo y copa frondosa, que alberguen chinchimbacales y xcocolchés que llamen a la lluvia con su canto; más hablantes, que nos transmitan el amor a nuestra cultura en el sensual “hacer loch”, porque así nos vinculamos a nuestra propia esencia, la que seguirá resistiendo.
Elisa no dijo ninguna falsedad: faltan maestros, faltan estrategias de promoción del patrimonio cultural intangible, falta claridad en el camino a seguir para el respeto a las lenguas indígenas, se necesitan recursos y estrategias para hacer realidad el fortalecimiento del maya o cualquier otra lengua indígena que tenga presencia en la península.
Pero también necesitamos reconocer la disyuntiva que se hizo visible en el Congreso de Yucatán: En el Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas, nuestras autoridades pueden dirigirnos hacia la creación de estrategias para que el maya deje de ser un idioma discriminado y pase a ser uno de uso cotidiano en la entidad, o bien puede repetir el número el próximo año; que llegue otro poeta a decir lo mismo, y únicamente haya quedado un ritual hueco, sin alma.
Y entonces haremos falta todos, habremos perdido todos, porque dejaremos de comprender nuestra esencia.
Y habrá desaparecido el sueño de cantar, escribir, gustar en lengua maya; porque ser una sociedad bilingüe maya-español no está reñido con la inserción en la dinámica mundial, y sería una aportación aún más rica a la humanidad, con el recuerdo de que estamos vivos.
Edición: Estefanía Cardeña
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