Jaquelyn Rosado Puerto
… Si no cambia la cultura. Y es que, a lo largo de los años, México vive una cultura machista que ha normalizado las violencias hacia las mujeres y niñas. Encerrándolas aún en estereotipos “propios” de su género y asignándoles roles que las condenan a estar a cargo del cuidado de otras personas sin tener posibilidad de elegir.
Cuando haces un regalo a un bebé varón no piensas en comprarle una prenda rosa. Quizás blanca o amarilla para no verte tan fuera de época (sí, la igualdad es tomada muchas veces como una moda pasajera), pero jamás en rosa, el padre o la madre podrían ofenderse. Enciendes la radio y suena Perra de J. Balvin o Marisola de Nicki Nicole y compañía. Haces tu alto en un semáforo y miras el puesto de periódicos con el De Peso o Al Chile titulando Tremendo embutido sobre una foto del trasero de una mujer en tanga.
Mientras tanto, una niña de no más de 10 años entretiene a los automovilistas con una suerte de malabares que realiza mientras toma la mano de su hermanito de no más de cinco, del cual está a cargo. Nadie se inmuta, nadie dice nada, ni siquiera tú, pues nada puedes hacer y es tan común, que deja de afectarte.
Llegas a casa y te pones a ver reels de Facebook con comentarios gordofóbicos de Paty Chapoy hacia Yuridia, y decenas de mujeres y hombres defendiendo el que un medio de comunicación masiva tenga derecho de opinar sobre los cuerpos de las mujeres. Dejas el Facebook y entras al Instagram para encontrarte con fotos de un político acusado de violencia de género celebrando el triunfo en una elección. Le levanta la mano triunfante la representante de Mujeres de su Partido.
Pierdes la esperanza, y te preparas para portar tu pañuelo verde o morado en la marcha, que será el único día donde podrás gritar con libertad tu rabia, para luego volver a entrar en esta cultura que te asfixia, cuando te enteras de que el fiscal absolvió al violador de tu compañera de clases, que dejó de asistir a la escuela por vergüenza de ser una víctima en una sociedad revictimizante.
Nuestra cultura reproduce y normaliza lo que nos incomoda a todas. Minimiza nuestro dolor, haciéndonos ver a quienes nos quejamos como “exageradas”, “aburridas” o “ridículas”. El temor de la no aceptación social hace caer a muchas en trastornos alimenticios, reforzamiento de discursos machistas, burlas hacia las víctimas o silencios ante injusticias ajenas y propias.
Las mujeres siguen a cargo de los cuidados, no cuentan con guarderías ni estancias infantiles de tres turnos para poder dejar seguros a sus hijos e hijas mientras van a trabajar. Continúan con temor en las paradas oscuras de autobuses o caminando por las calles soportando miradas lascivas y obscenidades verbales.
Las leyes ahora nos protegen, cada vez hay más mujeres ocupando puestos de mando, las marchas del 8M son multitudinarias, pero las mujeres continuamos inmersas en esta cultura patriarcal que no se termina de caer, que otras mujeres y hombres reproducen.
De nada sirven las leyes si la cultura no cambia, si en la radio no deja de sonar a Bad Bunny, no cancelan a Paty Chapoy o a influencers y tiktokers que se burlan de las que están fuera del patrón aceptado, si los partidos políticos no dejan de postular a misóginos a cargos de elección, si las niñas siguen trabajando en semáforos o cuidando a sus hermanitos en vez de ir a la escuela, si nuestras familias continúan imponiendo el candado a los temas tabú, si nos callamos por miedo a ser ridiculizadas, minimizadas y señaladas, si las fiscalías tienen cero sensibilidad hacia las víctimas y la corrupción sigue reinando. Quizá sea momento de exigir que esas leyes que ya existen para nosotras se cumplan, y acuerpar legislaciones a favor de nuestro género, juicios, víctimas denunciantes, tomar los Congresos, las Fiscalías, los Partidos políticos. Hacer arte feminista, canciones feministas, dar amor feminista. Cambiemos la estrategia hacia el cambio cultural que nos permita ser libres a todas y gozar de esta maravillosa y única vida.
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