Mucha gente no cree que haya libros para los niños más pequeños, no sólo porque creen que sus hijos no saben lo que es un libro sino también porque piensan que no saben leer. Sin embargo, desde hace décadas han existido libros para bebés, los cuales, con el tiempo, han sido sustituidos por los smartphones de la familia. Y así como los bebés de hoy miran imágenes en la pantalla de los teléfonos, los pequeños del siglo pasado veían las imágenes de los libros hechos para ellos hace treinta o cuarenta años.
Como es posible constatar, los procesos de conocimiento de los niños más pequeños y su extrema curiosidad siguen siendo los mismos. Lo que sí ha cambiado es la fuente de las imágenes: antes eran los libros para bebés y ahora son las pantallas de los smartphones. Algunos se preguntarán cómo era posible que los más pequeños no terminaran destrozando un libro de imágenes si su coordinación motora aún es gruesa. Para evitar el rompimiento de estos libros, estos estaban hechos con materiales resistentes, como cartón grueso o tela o plástico flexible.
En la actualidad, los antiguos libros para bebés han sufrido severas caídas en el mercado. Por ejemplo, este tipo de materiales es posible encontrarlos en tiendas de remate o en áreas comerciales conocidas como princhos en ciertos supermercados. Esta situación es debido principalmente por la baja demanda de estos libros, ya que las familias han preferido “prestar” sus teléfonos a los hijos más pequeños sólo para que se entretengan, más que para que se formen hacia el gusto por los libros y la lectura.
Cabe señalar que los niños en brazos son muy activos en su aprendizaje del medio que les rodea a través de un proceso de asimilación. Por ello, los libros de imágenes para bebés tienen una función en este tipo de exploración al proporcionarles imágenes simplificadas y, por tanto, más fáciles de asimilar de su entorno inmediato. Muchas veces las ilustraciones de mismas cosas de su medio ambiente resulten más aceptables para estos niños.
Por otra parte, los niños menores de un año pueden gozar de algunos libros de imágenes no sólo porque puedan reconocer lo que representan las ilustraciones, sino también porque cuentan mucho otros factores, como el hecho de mirar estos libros en el regazo de la madre o disfrutar los colores brillantes y las formas interesantes que les puede atraer. Además, los objetos de su entorno representados pueden verlos con mayor claridad si son destacados distintivamente de su fondo, entre otras condiciones favorables para el placer que les causa.
Cabe destacar que los objetos representados en los libros de imágenes serán más fácilmente reconocidos si estos son ilustrados como objetos enteros. En cambio, los niños de tres años bien podrían reconocer ciertos objetos, aunque estén parcialmente representados. Y en el caso de objetos superpuestos en una imagen, los bebés tendrán dificultades para reconocerlos en la ilustración. De ahí que todas las imágenes contenidas en estos libros deben ser simplificadas y presentar sólo una o dos características sobresalientes que aseguren el reconocimiento.
No hay duda de la importancia que tienen los libros de imágenes para los niños de meses de edad, tanto para el reconocimiento de su entorno en otro medio, como el caso de estos materiales, como para la formación de los bebés en el manejo de libros y en la iniciación de la lectura, no precisamente de un lenguaje textual, pero sí de un lenguaje iconográfico que, a fin de cuentas, es un lenguaje que favorece la comunicación y el aprendizaje. De aquí la importancia de retomar los libros de imágenes y recuperar su función favorable para la futura lectura de textos. Sin embargo, parece que no hay interés en este asunto ni de parte de las instituciones públicas ni privadas para rescatar del olvido este tipo de publicaciones.
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