Pareciera que el agua, el compuesto que constituye la mayor parte de los organismos vivos, tiene varios enemigos, algunos humanos, otros atraídos por el daño que el llamado desarrollo ha causado al planeta.
Este miércoles, con motivo del Día Mundial del Agua, Antonio Guterres, secretario general de la ONU, emitió un mensaje que se asemeja más a algo que habría suscrito algún profeta bíblico, al advertir que "estamos drenando la sangre vital de la humanidad a través del sobreconsumo vampírico y el uso insostenible y evaporándola a través del calentamiento global", aparte de recordar que casi "tres de cuatro desastres naturales están relacionados con el agua".
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En efecto, el panorama que ofrece la situación del agua dulce en el mundo es de desequilibrio: escasez y sequías en unas partes del planeta, en otras, sobreabundancia pero también contaminación del recurso.
El desbalance es también porque hemos afectado a la naturaleza, llegando a un cambio climático evidente para todos menos para algunos que se disputan los puestos desde los cuales deciden sobre las vidas de millones, pero pensando en el mayor beneficio económico para ellos y sus socios.
Cuánto habremos perdido como humanidad que ya no esperamos regularidad de las lluvias y, al contrario, sí tenemos expectativas de sequías cada vez más prolongadas; o solamente miramos cómo cada temporada de huracanes se pronostica uno más superior a categoría 4 a comparación del año anterior.
El desequilibrio provocado por el calentamiento global también es resultado de causas sociales. Deforestación, abandono de prácticas agrícolas amigables con el medio ambiente y pérdida de ecosistemas son en buena medida producto de la ambición desmedida, que permite a unos mantener albercas mientras en la colonia de junto hay familias en hacinamiento que deben recurrir a la compra de agua transportada en pipas, porque el Estado no les garantiza el abastecimiento suficiente.
Podemos preguntarnos por qué nos hemos olvidado, en la península de Yucatán, de la “lluvia de las ciruelas”, aquella de los primeros días de mayo a la cual seguía la llegada de estos deliciosos frutos a los mercados; o por qué es necesario que la Secretaría de la Defensa Nacional esté a cargo de “bombardear” las nubes para que llueva sobre el valle de México y de alguna manera se eleven los niveles en los depósitos del sistema Cutzamala.
También debemos reconocer que algunas costumbres y tradiciones que fomentaban el desperdicio se ven cada vez menos. El riesgo de recibir un “baño” en martes de Carnaval o sábado de Gloria está en vías de desaparición, para bien, aunque esto son acciones individuales que en este momento aportan poco a solucionar el gran problema del acceso al agua.
Hay mucho por exigir a los Estados, que renunciaron a la tarea de hacer llegar a todos agua potable a través de las tuberías. En lugar de beber agua de la llave, una experiencia de los “boomers” y la generación X, vemos cómo el garrafón de agua purificada se ha vuelto indispensable en cualquier hogar, haciéndonos depender de la voluntad de empresas privadas.
El agua es un problema del presente. Haremos bien en educar a las presentes generaciones, pero será irresponsable formarlas sin dejarles un mundo con agua.
Edición: Estefanía Cardeña
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