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Foto: Luis Castillo

A mediados del siglo XIX, el escritor yucateco Fabricio Niporesas (Fabián Carrillo Suaste) preguntaba al público si le gustaría ser maestro de escuela en Yucatán. “Pues, señor, ante omnia, vuélvase usted camaleón, decídase a no comer, ¡cosa bien fácil!”, respondía, e inmediatamente seguía una crítica mordaz a la calidad de la instrucción que se ofrecía, gracias a las muy precarias condiciones del tesoro público que hacían que continuamente quedaran sin cubrir los pagos a los docentes porque primero había que cumplir “otros gastos más importantes”.

Por supuesto, a casi dos siglos del testimonio, así sea sarcástico, publicado en D. Bullebulle (1847), el magisterio se encuentra en condiciones muy distintas. Sin embargo, sigue siendo un muy importante activo político, especialmente por el contacto directo que tienen con cientos de familias.

Este lunes, Día del maestro, fue ocasión para que el Ejecutivo federal volviera a los usos políticos de emplear la fecha para hacer un anuncio de mejora salarial, aunque éste haya estado considerado en el presupuesto de egresos vigente para este año. Sin embargo, la decisión que dio a conocer el presidente Andrés Manuel López Obrador rompe con la inercia de los últimos años, pues el porcentaje del incremento supera la barrera del 5 por ciento que parecía topar cualquier aumento al salario de trabajadores al servicio del Estado. La segunda parte del anuncio implica un compromiso mayor: que los ingresos de los maestros se encuentren por encima del promedio nacional en cuanto a los de los empleados registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

El presidente agregó al anuncio la mejora de los servicios médicos del ISSSTE, que redundará en beneficio de la burocracia federal, y en corregir el agravio en las pensiones del magisterio, lo cual ciertamente involucra al Congreso.

A pesar de lo significativo que pudiera ser el anuncio, la recepción no ha sido benévola en forma unánime, como solía ser en los tiempos del PRI como partido hegemónico. La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) manifestó que el incremento salarial anunciado se ve superado por la inflación, que ha sido el enemigo a vencer una vez que se ha declarado concluida la pandemia de Covid-19.

Y si bien la valía del gremio magisterial quedó de manifiesto precisamente durante los casi dos años sin clases presenciales, que pudieron sobrellevarse gracias a la creatividad, capacidad de organización y disposición de servicio que echaron a andar los docentes, la “nueva normalidad” todavía tiene entre sus componentes los mismos obstáculos para quienes trabajan en el sector educativo: salario insuficiente, inseguridad y/o precariedad laboral, falta de seguridad social porque el número de bases es mucho menor a la cantidad de egresados de las escuelas normales, e igualmente se les ignora al momento de diseñar el modelo educativo.

La manifestación efectuada por la CNTE la tarde de ayer no deja de ser significativa. En un momento se vio a esta organización como aliada del movimiento de López Obrador y que recibió varios golpes por sus manifestaciones, particularmente en Oaxaca. La marcha y la crítica de la CNTE no representan tampoco un rompimiento con el Presidente, pero sí una expresión de autonomía con respecto al poder político.

Resulta difícil ver a los maestros como un sector privilegiado del régimen cuando se tiene una reacción como la de la CNTE, cuyas demandas obligan a arrojar algo de luz sobre las condiciones de los demás burócratas en los tres niveles de gobierno, porque el incremento salarial puede terminar creando una división entre los profesores federales y los estatales, quienes por el mismo trabajo estarán recibiendo remuneraciones diferenciadas y el acceso a la seguridad tampoco será de la misma calidad, y lo mismo ocurre entre quienes trabajan para los cuerpos de policía y quienes brindan atención al público en cualquier dependencia.

De hacerse justicia al magisterio tendría que considerarse que su principal trabajo es la formación de ciudadanía, más que llenar la cabeza de los educandos con contenidos básicos. Una sociedad más organizada y capaz de intervenir en los asuntos públicos inicia en la escuela y de la mano de quienes ahí trabajan; de ahí que sea imposible ignorarlos en sus demandas.

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Edición: Estefanía Cardeña


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