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Otros mundos más frescos son posibles

¿Nos adaptaremos al calor o cambiaremos los problemas sistémicos que lo generan?
Foto: Rodrigo Díaz Guzmán

Cuando iba en la primaria entrenaba en el equipo de futbol de la escuela, los entrenamientos solían incluir mucho sol, correr alrededor del campo y patear la pelota, un señor en sus treintas, con la cara empezándose a ajar por el sol, tocaba el silbato y nos daba instrucciones estrictas. Durante todo el año entrenábamos a las 15:30, los niños de entre 8 y 12 años corrían por la cancha, se llenaban de tierra y confundidos veían los fines de semana las canchas de las escuelas privadas de mayor renombre, esas sí tenían pasto en todo el campo.

Hoy me siento a las 10 de la mañana a escribir, a 25 años de distancia del niño futbolista y con una sensación térmica de 39°, las noticias no han dejado de hablar del calor, en las cuentas redes solemos ver quejas, memes, ideas descabelladas para soportar el calor o personas que adquieren aires acondicionados de emergencia. También sentimos el agua caliente que viene por la llave de agua fresca, nos escondemos en las sombras y continuamos con nuestras acalorado caminar.

La vida ante la ola de calor no se parece a la vida ante la oleada de frío, los países septentrionales tienen otros ritmos según la época del año y los meridionales no solemos tener ningún ajuste de ritmo. Los mismos horarios laborales, condiciones, tráfico, estrés y ansiedad mientras que ayer escuchaba a mi mamá quejarse de que todas las personas estaban enfermas de la panza. Nuestro metabolismo colectivo también se queja.

En las conversaciones que he tenido esta semana sobre el calor, he tratado de preguntar ¿qué hacer? Y han salido algunas opciones que, como toda solución a un problema sistémico, se concatenan. Debido a ello propongo un breve listado de ideas que podrían ayudar a sobrellevar la existencia en el peor calor de nuestras vidas, pero el año más fresco de los que nos falta vivir, o de menos, pensar que otros mundos más frescos son posibles.

En primer lugar, quiero destacar todas las voces que hablan de adaptación en los lugares que habitamos. Siempre me pregunto si hemos hecho lo correcto llenando de aires acondicionados nuestras habitaciones antes de llenar de paneles solares nuestros techos. No tengo la certeza de que sea posible y viable, pero ampliar las políticas públicas para disponer de energía fotovoltaica en nuestros techos creo que es una opción que podría impulsarse en la agenda política. O de menos, poner materiales aislantes que eviten que los rayos del sol peguen todo el día sobre los techos. Disculpe la irrupción al final de la idea anterior, siempre he querido tener una palapa sobre mi casa.

 

Lee: México rompe récord en el consumo eléctrico por ola de calor


Se comparten en redes imágenes de las manchas urbanas, no estaría mal una política pública que fortalezca la arborización en espacio público y privado en las ciudades, pero con programas que trasciendan la siembra de árboles, ahora es más importante que los programas de arborización sean de cuidado y mantenimiento de las especies endémicas. Si lo acompañamos de un impulso a redes de huertos urbanos tal vez tengamos un poco menos de calor en nuestras paredes. Nadie se debería negar a extender la mano por la ventana y cosechar un chilito habanero.

La última, al menos en esta lista, implicaría cambiar los ritmos de la ciudad, adaptar nuestra existencia a refugiarnos del calor, esto tiene varias implicaciones complejas ¿deberíamos cerrar las tiendas de conveniencia 24 horas? ¿podrían los trabajadores de la construcción trabajar en horarios nocturnos? ¿Será que todas las personas que migraron para habitar Mérida sean capaces de aprender a tomar siesta? ¿Podrán las oficinas burocráticas tener horario cortado y trabajar por la tarde? Algunos estados ya están teniendo horarios adaptados para las escuelas, pero la realidad de tener que vivir con sensaciones térmicas de más de 40° debería poder trascender el cuidado en el ámbito escolar.

 

Lee: Por ola de calor modifican horario de clases en escuelas de estos estados

 

Como el título del libro de Arnau Montserrat, quisiera terminar este texto diciendo “acá las ideas sobran” pero no se si nos sobra la voluntad social, económica, política y cultural para adaptarnos a un colapso climático que supera las expectativas de finales del siglo XX. En 25 años, pasamos de una infancia que juega a las 3 de la tarde con el sol rajando piedra, a otras infancias que tienen que esconderse en sus casas por el calor. ¿Tendremos la fuerza de voluntad para adaptarnos? ¿Pasarán los políticos de reconocer el cambio climático a tomar medidas radicales para evitar las afectaciones por calor? 

Mi mamá, muriéndose de calor, me dijo ayer que debía haber toque de queda por calor de 13 a 18 horas, y yo pienso que la radicalidad habita de formas muy complejas en la mente de cada uno.

@RuloZetaka


Lea, del mismo autor: Gladis: Danzar contra la montaña


Edición: Fernando Sierra


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