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Foto: Juan Manuel Valdivia

En la batalla de Sekigahara, hace 423 años, se jugó en mucho la historia moderna de Japón. Las fuerzas del Este y del Oeste se plantaron para decidir quién se haría cargo del destino de una nación unificada. Las fuerzas militares eran casi equivalentes, el campo estaba cubierto por neblina y todo lo decidió un pequeño grupo de guerreros que en el momento clave de la contienda decidió inclinarse por uno de los dos grandes jugadores. 

Por otra parte, en Marcos 4:23-32 las sagradas escrituras dicen: “el que tenga oídos para oír, que escuche y entienda”, y la voz política más autorizada en Yucatán ya lo dijo este fin de semana: esto empezó ayer y es tiempo de abrir puertas y construir puentes. El 2024 empezó ayer. Quien tenga aspiraciones y no empezó ayer a materializar su proyecto, ya va tarde. Ese es un ejercicio de máximo realismo político y de comprensión del nuevo contexto electoral para el PAN y para Morena. 

 

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La batalla se ha vuelto más aguda, el tono más ácido, los procedimientos más rudos, lo que está en juego aún más irreversible. No avanzamos hacia la normalidad, ni siquiera hacia la “nueva normalidad”. Está en juego tanto y nunca las reglas habían sido tan borrosas, el árbitro tan débil y los límites tan ambiguos. Todo está en juego y la cancha es de arenas movedizas. 

Ante un momento en el que se combinan las apuestas tan altas y las reglas tan escasas, lo único que se puede hacer es estar preparados para todo y empezar lo más rápido posible. Si la batalla es crucial, el terreno es resbaloso y cubierto de neblina, la preparación es clave, la innovación más.

En un escenario así de incierto ganará quien despliegue la mayor creatividad en su comunicación, en su presencia y, sobre todo, en sus alianzas. Las dos grandes fuerzas políticas de Yucatán están tan empatadas que la participación de partidos y jugadores extra va a inclinar la balanza de forma casi cierta. Es tiempo de entender que el adversario de tu adversario está llamado a ser tu aliado. 

En el nuevo Yucatán diverso, la amalgama de fuerzas -diversas- es la que se va a llevar la elección. 

Amalgamar toma tiempo y su necesaria agitación, por eso hay que empezar a abrir puertas y tejer puentes desde ayer. Quien juegue a jugar solo y no quiera compartir la ruta con aliados nuevos solamente perderá. Es tiempo de la moderación que haga amplia la base. Esa máxima aplica a los dos bandos y para todos los que quieran adoptarla. 

Como en Sekigahara, los dos grandes bloques -azules y guindas- serán los que presenten la batalla, pero la victoria se la llevará quien en el momento clave tenga el liderazgo y la audacia para sumar y convocar una coalición que rompa el empate y haga que las cosas tomen un rumbo decisivo. Es un tema de actitud y realismo para la izquierda o para la derecha. 

Ahí está la neblina, el terreno lodoso y la ausencia de reglas tradicionales; es una nueva era, no es tierra para improvisados y menos para ortodoxias. 

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Edición: Estefanía Cardeña


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